Mientras el régimen juega al hostigamiento irracional, la oposición debe mostrar más y animar la calle
Rubén Osorio Canales
Un país no es viable si hay un régimen que no respeta las reglas. No es viable si no tiene un sistema de justicia confiable. No es viable si con su conducta, sus instituciones son agredidas y deformadas. No es viable si el diálogo no es posible y menos aún si lo que impera en su territorio es la corrupción, la incompetencia, la impunidad y una delincuencia, sembrando inseguridad en cada rincón de la calle.
Un régimen que se dedica única y exclusivamente con métodos mafiosos a entorpecer los derechos de la oposición consagrados en la Constitución, a desfigurar la ley a su antojo para lograr ese objetivo, que utiliza como método sistemáticamente enfrentar un poder constituido contra otro poder constituido, que es incapaz de dialogar porque carece de argumentos, que es impúdico, prepotente y autocrático, que busca camorra sin importarle, ni la sangre, ni las muertes que ello pueda arrastrar, obliga a los pueblos, en un ejercicio de sobrevivencia, a sustituirlo.
Las vías son muchas, pero la que los demócratas de esta tierra hemos elegido, es la propia de los países democráticos, con la Constitución en la mano.
Si estuviésemos en una democracia la cuestión no tendría más complicaciones que llenar los requisitos formales de acuerdo a un protocolo que establece la misma ley, pero se da el caso que el adversario no es demócrata y utiliza y deforma las leyes a su antojo con métodos absolutamente fascistas, con tal de imponer su voluntad normalmente ilegítima.
Creo que para nadie es un secreto que el régimen está concentrado en un solo propósito que es invalidar la victoria popular del 6D, neutralizando a la Asamblea Nacional hasta convertirla en un cascarón vacío y por esa vía desmoralizar a los ocho millones de electores del 6D que tuvimos la osadía de votar por la oposición.
«Al régimen las penurias del pueblo lo tienen sin cuidado, que la gente muera porque no hay medicinas no los conmueve, el desabastecimiento, el costo de la vida, el estado de ruina que exhibe hoy el país, nada significan para unos autócratas que por estar armados piensan que el país les pertenece»
En ese propósito se juega la vida y por eso es que vemos a diario todos los despropósitos y arbitrariedades del régimen para invalidar todas las actuaciones de la oposición en la AN utilizando todos los resortes que le da el poder que todavía conserva, sin importarle si está dentro o fuera de la Constitución.
Utilizar como arma supuestamente letal, a un poder como el legislativo que perdió desde hace mucho tiempo su legitimidad por ser un brazo ejecutor del poder ejecutivo, más que un acto jurídicamente ilegal, es un acto de provocación que persigue agitar, herir, desmoralizar, y sembrar una enorme desesperanza en una población ya suficientemente castigada por las consecuencias de las pésimas decisiones oficiales a lo largo de estos diecisiete años.
Lo que viene a continuación por parte del régimen, es una radicalización mayor, abusos al por mayor, represión, saboteo oficial continuado a todo acto promovido por la nueva mayoría en la AN, como expresión de la obsesión de poder, la fuerza de las armas, la impunidad, el bajo lenguaje y las malas intenciones de quienes humillan a diario al pueblo y su decencia.
La tarea de la oposición será responderle a las sentencias irracionales del deslegitimado Tribunal Supremo de Justicia, con nuevos proyectos de ley y una agenda social que reivindiquen al pueblo y su urgencia. Es importante tener en cuenta la ya limitada paciencia de un pueblo que no soporta más tanto sufrimiento.
Mientras el régimen juega al hostigamiento irracional, cuestión que le puede costar una explosión de ira del pueblo, la oposición debe mostrar más y animar la calle y hacer que la enmienda, el revocatorio, la constituyente, la petición de renuncia, el pueblo las haga suyas recordando siempre que la voz del pueblo es la voz de Dios.
Al régimen las penurias del pueblo lo tienen sin cuidado, que la gente muera porque no hay medicinas no los conmueve, el desabastecimiento, el costo de la vida, el estado de ruina que exhibe hoy el país, nada significan para unos autócratas que por estar armados piensan que el país les pertenece.
Hasta ahora lo que tenemos es la expresión de un régimen malandro que aplica métodos malandros, con lenguaje malandro y actitudes de guapo de barrio, pero malandro y por esa vía lo único que vemos es la prepotencia del malandro armado con una fuca asustando a la gente.
Contra eso el pueblo votó el 6D y contra eso apoyará todas las vías que señala la Constitución. El régimen tiene muchas vergüenzas que esconder, y en esta ocasión la oposición tiene que hacer realidad un sueño.