, ,

Los enemigos de la oposición

Los enemigos de la oposición

Escuchar a Maduro decirle a la MUD “de aquí no me saca nadie”, además de ser un exceso de bravuconería, es un grito desesperado de impotencia


Rubén Osorio Canales

Se entiende que todo gobierno tiene una oposición y que toda oposición tiene enemigos, comenzando, por supuesto, por aquellos afectos al gobierno, pero en este artículo y referido exclusivamente al caso de Venezuela, quiero prescindir de los enemigos naturales de toda contienda política, o sea del régimen y de las distintas instituciones a su exclusivo servicio, como son el CNE, la AN que hasta hace poco dirigió el más abusivo troglodita que haya conocido este país, el TSJ a quien el régimen le ha dado tanto poder que sería capaz de derrocar a quienes lo conformaron, el MP que jamás pronunciará un fallo acusador en las actuaciones del régimen, así estas tengan que ver con forjamiento de documentos, manipulaciones criminales de los hechos, pruebas demostradas y evidentemente falsas que sirvan para mantener entre rejas a opositores inocentes, y el resto de las instituciones existentes como las militares que exigen por su apoyo cada día más beneficios.

Incluyo en esta lista de enemigos con cuerpo y cara, la falta inmensa que hace una central obrera organizada y con la moral en alto, como aquella que dirigieran por ejemplo Juan José Delpino o Carlos Ortega.

De no tener clara una realidad como la que a diario vivimos, donde todo lo que no debe ser, es, y lo que debe ser, no es, no podremos articular respuestas y conductas que nos permitan salir de esta camisa de fuerza.

Abordar este tema es imprescindible y en ese marco lo primero que hay que decir es que triunfalismo, incertidumbre, pesimismo, quejumbre, resignación, falta de fe en la lucha, indiferencia, inmediatismos, subestimar las fuerzas del régimen, seguir rumores sin conocer su origen, repetir críticas infundadas sin analizar el todo, montarse en espejismos o en la depresión y la derrota, son parte de un cáncer con pronóstico de metástasis y todos aquellos que, desde una ira biliar, un escepticismo enfermizo, o con una intencionalidad de oscuros propósitos las promuevan y estimulen, son enemigos a vencer en nuestra lucha por la libertad y la democracia.

«La oposición tiene las de ganar pero debe luchar contra el reloj, los tiempos legales, el TSJ, las malas intenciones, los controles de las alcabalas, los cambiantes mirones de turno y los cambios que en las reglas del juego se le ocurra a quienes manejan las barajas».

También son enemigos a vencer los movimientos prematuros de la ambición, salirse del pentagrama fijado por las mayorías, hacer mutis por el foro cuando se requiere la presencia viva, soltar en el torrente informativo píldoras capaces de inhibir las hormonas del coraje y la decisión de lucha que exigen estos tiempos.

La oposición organizada en la MUD, entre todos los caminos, escogió los que marcan la Constitución y la legalidad, bien por eso, pero es bueno advertir que las agendas de la MUD y la de los diputados son complementarias, pero distintas, y que se hace necesario conformar un comando político que se encargue de mantener y hacer crecer más todavía la ventaja electoral conquistada en esta larga como desigual lucha. En ambos casos quienes votamos por el cambio estamos convocados con carácter protagónico y nos está prohibido faltar a la cita.

Las cartas están echadas y los jugadores están en la mesa, sin embargo es bueno advertir que la partida no es pareja. El que tiene todas las de perder por ser un pésimo jugador, un tahúr de mala muerte, y un fraudulento apostador, tiene las armas, es dueño de la mesa y todavía reparte las cartas.

La oposición tiene las de ganar pero debe luchar contra el reloj, los tiempos legales, el TSJ, las malas intenciones, los controles de las alcabalas, los cambiantes mirones de turno y los cambios que en las reglas del juego se le ocurra a quienes manejan las barajas, aun cuando ya no pueden gritar la casa pierde y se ríe.

Escuchar a Maduro decirle a la MUD “de aquí no me saca nadie”, además de ser un exceso de bravuconería que no le queda nada bien a alguien que tiene el santo en las espaldas, es un grito desesperado de impotencia cuyo destinatario verdadero es ese pueblo que una vez fue creyente y que masivamente le dijo con el voto al régimen que hasta aquí llegaron y que ha comenzado a gritar a todo pulmón: renuncia.

Las razones de ese desiderátum está en el lodazal de incompetencia, arbitrariedades, corrupción que en nombre de una maldita revolución que nunca existió, hizo colapsar a un país que lo tenía todo para convertirse en el primer país de nuestro continente y llenarlo de penurias incomprensibles habiendo “administrado” la renta petrolera más grande de nuestra historia, pecado mortal que ni la historia y menos aun el pueblo que la sufrió, puede perdonar.