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¿Acaso tiene dueño el nombre del pueblo?

Lo realmente grave y condenable es el uso y abuso del nombre del pueblo en las acciones del gobierno


 

Gustavo Luis Carrera 

Hay lugares comunes ingenuos o ignorantes. Otros imitan ideas ajenas. Y los hay descaradamente abusadores y tendenciosamente manipuladores. Uno de éstos, quizás el más usual —e impúdico— es el de hablar en nombre del pueblo, pretendiendo representarlo o, lo más común, escudándose detrás de ese nombre socialmente arquetípico, sagrado.

¿EL PUEBLO ES UN NOMBRE GENÉRICO? Erasmo de Rotterdam decía que el pueblo es un monstruo. Se refería al monstruo de las mil cabezas. Y es cierto. El pueblo es un monstruo de millones de cabezas. En democracia, estas cabezas son consultadas, y una mayoría de ellas —sólo una mayoría— vota por una opción. Pero, esa mayoría no es “el pueblo”; es una porción, mayoritaria, de ese pueblo, que se hace patente en un escrutinio. Entonces, ni siquiera el favorecido por esa votación puede hablar, de manera integral y legítima, en nombre de todo un pueblo. ¿Es tan difícil entender esto? No. Lo difícil es no ceder al vicio de manipular, taimadamente, un nombre genérico, convirtiendo al pueblo en una grotesca y útil mentira.

EL NOMBRE DE TODOS Y DE NADIE. La pretendida identificación con el pueblo es mecánica; siendo ingenua o perversa. Así, cuando surgen críticas a un gobernante, éste dice que criticaron al pueblo. Inclusive cuando acusan judicialmente a personajes oficiales de la política o de la administración pública, éstos proclaman que el pueblo fue acusado. Y el transeúnte se pregunta: ¿son ellos dueños del nombre del pueblo, lo representan, y hasta lo encarnan? El abuso queda a la vista en la respuesta negativa: el pueblo es de todos sus habitantes; pero, de ninguno en particular. Es asombroso que todavía, en el siglo XXI, se siga cometiendo esta arbitrariedad, que mezcla la ignorancia con la mala fe. Y peor aún que parezca funcionar ante la opinión pública amodorrada. No hay derecho a la reiteración de este exabrupto.

LA MANIPULACIÓN ABUSIVA. “El Culto a Bolívar” es un libro de Germán Carrera Damas, inspirado en el manejo político y social, arbitrario y oportunista, del nombre de Bolívar, para simular admiración y respeto, así como para doblegar voluntades populares. Ahora, habría que escribir “El Culto Abusivo del Nombre del Pueblo”. A ese extremo se ha llegado en el empleo mecánico, casi instintivo, del nombre del pueblo para afirmar lo que se le ocurra a cada quien o para justificar sus acciones sospechosas o contravenientes. Resulta evidente que, como en el caso de Bolívar, lo realmente grave y condenable —en verdad grotesco— es el uso y abuso del nombre del pueblo en las acciones del gobierno, que es quien detenta el poder y puede emprender verdaderas campañas ideológicas, que no en vano se llaman “populistas”; pero nunca realmente populares. Sin embargo, ahí no termina la extralimitación. De uno y otro bando —tirios y troyanos, como se dice por tradición expresiva— se cumple la tentación de hablar en nombre del pueblo: “El pueblo quiere tal cosa”, “El pueblo rechaza tal otra”. Y quien usa y abusa de este modo, comete un acto de arbitrariedad, y lo que es igualmente grave: miente ostensiblemente.

VÁLVULA: “Ya basta de apropiaciones abusivas y falsarias. El pueblo se pertenece a sí mismo”.

glcarrera@yahoo.com