Los datos de la Encovi-Alimentación 2015 reflejan un empeoramiento de la pobreza y el deterioro de la nutrición de los venezolanos. 87% de la población afirma que sus ingresos no les alcanzan para comprar alimentos, 12,1% reconoce estar comiendo dos veces al día o menos y en 50% de los hogares han dejado de adquirir leche, pescado, huevos, frutas, leguminosas y tubérculos
Patricia Marcano
Arepas rellenas con margarina o con mayonesa; en el mejor de los casos con tajadas adentro. Mortadela como sustituto de la carne, ocasionalmente huevos y nada de caraotas. “Antes un desayuno popular venezolano era una arepa con caraotas y queso rallado. Ya eso no lo estamos viendo. Las proteínas básicas que solían alimentar a los más necesitados, como el huevo y las caraotas, han desaparecido de sus mesas”.
Marianella Herrera Cuenca, médico nutrólogo e integrante de la directiva de la Fundación Bengoa, relata con preocupación los hallazgos que han encontrado en trabajos de campo en comunidades y escuelas de sectores populares, a las afueras de Caracas, y tras la aplicación de la Encuesta sobre Condiciones de Vida 2015 (Encovi), capítulo Alimentación, realizada entre agosto y septiembre del año pasado y cuyos resultados fueron presentados el 31 de marzo.
“La proteína animal es un alimento de lujo”
En promedio, 40% de la canasta alimentaria de los venezolanos está conformada por harina de maíz, arroz, pan, pastas y grasas, dato que encaja con ese tipo de comidas mencionadas por la especialista, referidas por los venezolanos, y que han pasado a ser frecuentes en las familias menos favorecidas.
El alimento más comprado en el país, según la Encovi 2015, es la harina de maíz precocida (lo adquiere 91,1% de la población); le sigue el arroz (83,2%), pan y pastas (79,4%), las grasas (70,33%), el pollo (69,1%), la carne (61,1%) y las legumbres (52,3%).
Menos de la mitad de la población compra leche (42,9%) y pescados (36,7%), casi la tercera parte come huevo (34,6%), apenas 22,8% se sirve un plato de caraotas, lentejas, arvejas u otros granos (leguminosas), y solo 10% de los venezolanos compra tubérculos. Las frutas están en 28% de los hogares.
“La mayoría de los alimentos a los que accede la mayoría de las familias tienen un componente de carbohidratos, harinas y grasas que es preocupante. Hay un deterioro en el tipo de consumo y el resultado más alarmante es el deterioro de la calidad de la dieta de los venezolanos”, asegura Herrera, quien también es investigadora del Centro de Estudios del Desarrollo (Cendes) de la UCV.
Ese deterioro se evidencia en lo que se come. “Existe un componente de fibra que debes considerar en tus comidas y que prácticamente no existe. El consumo de frutas y hortalizas es muy escaso, el consumo de leguminosas casi no existe. La leche, que es un alimento estratégico por su contenido de calcio, de proteína y de ácidos grasos esenciales, ha caído considerablemente. Y la disminución es por dos cosas, porque hay escasez y porque ha subido el precio. Es una combinación muy negativa que afecta la alimentación de los venezolanos”.
La encuesta revela que en todos los estratos de la población se está comiendo mal. La harina de maíz, arroz, grasas, pan y pastas son los cuatro primeros alimentos que compran las familias en pobreza extrema, en pobreza no extrema y los pobres recientes (clase media).
En el caso de los no pobres (estratos A, B y parte del C), la harina, pan y pastas y arroz son los tres primeros productos adquiridos; la carne completa el cuarto lugar. “La proteína animal es un alimento de lujo”, agrega.
La baja calidad de la comida de los venezolanos se observa además en la cantidad de alimentos que se consumen, asegura Herrera, detallando que un patrón de alimentación normal está conformado por 40 o 50 alimentos al día, contados en los ingredientes de las tres comidas y meriendas.
Para explicarlo cita un ejemplo: un desayuno conformado por una arepa de harina de maíz mezclada con avena, (dos alimentos) rellena con pavo y queso, una rueda de tomate y una hoja de albahaca (van seis), café con leche y jugo de naranja (nueve), más un almuerzo conformado por ensalada de lechuga, pepino, repollo y zanahoria, carne y arroz (asciende a 15), una torta como merienda (18) y un plato con dos tipos de frutas en la cena, suman 20 alimentos en un día. Un patrón por debajo de lo recomendado.
Pero la situación es aún más grave cuando hay familias que solo comen tres o cinco tipos de alimentos por semana. Guillermo Ramírez, profesor del doctorado de Estadística de la Universidad Central de Venezuela (UCV), y uno de los responsables de la Encovi-Alimentación junto a Herrera Cuenca, Maritza Landaeta y Maura Vásquez, recuerda que una de las preguntas realizadas decía “mencione los 10 primeros alimentos que compra semanalmente”.
“En 2014 todo el mundo tenía su lista de 10, pero en esta oportunidad mucha gente llegó hasta el cuarto o quinto alimento y nos escribían en la encuesta ‘no compro más porque no me alcanza la plata’, o decían que los demás no los consiguen”.
Pobres recientes
La Encovi es realizada desde 2014 por investigadores de las universidades Central de Venezuela (UCV), Simón Bolívar (USB) y Católica Andrés Bello (Ucab); en el capítulo sobre alimentación también participó la Fundación Bengoa.
En 2015 efectuaron 1.488 encuestas en 23 ciudades del país (12 grandes, cinco medianas, seis caseríos), y como novedad, en esta segunda edición el equipo halló una condición social nueva, inexistente en 2014. La denominaron pobreza reciente y refleja el deterioro de la clase media en apenas un año.
Ramírez, especialista en estadística, recuerda que hay dos métodos para medir la pobreza: por ingresos y por necesidades básicas insatisfechas. La primera compara el ingreso promedio del hogar con el precio de la canasta de alimentos.
De ahí salen las denominaciones de pobre extremo (gana menos del costo de la canasta), pobre no extremo (supera el costo de una canasta pero no más de dos) y no pobre (sus ingresos superan el precio de dos canastas).
«Más de 3,5 millones de venezolanos están haciendo menos de tres comidas al día»
El caso de las necesidades básicas insatisfechas (educación, vivienda, hacinamiento, servicios básicos, dependencia económica), con dos o más se considera pobre extremo, si tiene una sola insatisfecha es pobre no extremo, y si todas están cubiertas entra en la categoría de no pobre.
Ramírez aclara que este método refleja la pobreza estructural mientras que la de ingresos retrara una pobreza coyuntural.
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La Encovi usó el método integrado, que cruza los datos de ambas técnicas para precisar las categorías de pobreza, y en ese proceso encontraron al cuarto grupo.
“Son aquellos que tienen sus necesidades básicas satisfechas pero el dinero no les alcanza. Eso se llama pobreza reciente y viene aumentando. Está en 34,4%. Eso es muchísimo”, expresó Ramírez, quien aseguró que en esta oportunidad trabajar con las tres categorías tradicionales de pobreza les resultaba imposible por los resultados obtenidos.
Al sumar el porcentaje de hogares en pobreza extrema (28%), en pobreza no extrema (19%) y los pobres recientes (34,4%), se obtiene que 81,4% de los venezolanos vive algún nivel de pobreza. Los no pobres engloban a 19% de la población, según los datos de la Encovi.
Menos comida
En este contexto de incremento de la pobreza, la reducción del poder adquisitivo es inocultable. Hace dos años 80,1% de los consultados respondió que sus ingresos no les alcanzaban para comprar alimentos; en 2015 esa cifra subió a 87%.
Visto por estrato social, para 93,1% de las familias en pobreza extrema sus ingresos son insuficientes para adquirir comida, en el grupo de pobreza reciente el porcentaje se ubicó en 86,9% y para los no pobres el número fue igualmente alto: 78%.
“Estamos rindiendo la alimentación, estamos en dieta de sobrevivencia y la compra se centra en las calorías más económicas»
La cantidad de personas que comen dos veces al día o menos también se elevó. Herrera Cuenca, quien también dirige el Observatorio Venezolano de la Salud, informó que entre 2014 y 2015 el incremento fue de 0,8 puntos porcentuales, pasó de 11,3% a 12,1%.
“Aunque parezca que no es nada, sí es mucho. Más de 3,5 millones de venezolanos están haciendo menos de tres comidas al día, y los que sí las cumplen han experimentado un deterioro en la calidad de la dieta”, sentencia la doctora.
Los que han dejado de comer una o dos veces al día son las familias de los estratos D, E, F y parte del C, que conforman los grupos en pobreza extrema, no extrema y reciente. En el caso de esta última, los datos desglosados muestran que 20% de la clase media come dos o menos veces al día, frente a un 18,6% que se alimenta tres veces. En 2014 no fue así, la mayoría cumplía con las tres comidas.
Entre esos 3,5 millones pudieran estar mujeres en edad fértil, embarazadas, niños, abuelos y adultos, y en todos tendría un impacto.
“Estamos rindiendo la alimentación, estamos en dieta de sobrevivencia y la compra se centra en las calorías más económicas, afectando la calidad de la alimentación. Cuando tienes a la mayoría del país expuesto a comer arroz, harina de maíz precocida, margarina, mayonesa, panes y pastas, ves que la leche, el huevo y las leguminosas como las caraotas salen de la intención de compra de los venezolanos, y platos de toda la vida como el pabellón y el perico salen de la mesa o se convierten en un lujo, tu te preocupas”.
Programación fetal de las enfermedades
Los problemas de salud derivados de comer mal no son pocos y deben verse en varias dimensiones. Herrea Cuenca detalla que las embarazadas deben alimentarse bien porque de lo contrario comprometen su salud y la del bebé por nacer. Informó que en un estudio piloto realizado en 2012, en el municipio Sucre (Miranda), comenzaron a ver una relación entre la malnutrición y los abortos, y entre el estado nutricional alterado de la embarazada y el peso de bebé.
“El compromiso para las futuras generaciones es evidente. Hay una generación de venezolanos que está expuesta a una alimentación totalmente inadecuada desde el inicio de su vida intrauterina. Cuando nazcan los niños de esta generación que esta viviendo esta escasez de alimentos, vamos probablemente a tener un bajo peso al nacer o niños que van a tener una programación fetal de enfermedades que perfectamente podía prevenirse”, advierte Herrera.
Esa programación se refiere a alteraciones temporales en el ADN del bebé, que se mantienen y manifiestan mientras dure la exposición a ese estímulo negativo.
La desaceleración del crecimiento en talla de los niños venezolanos “ya es evidente”
Es decir, una embarazada que se alimente mal durante la gestación tendrá un bebé de bajo peso, y ese niño tendrá un riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y otras patologías crónicas en la adultez.
“Si ese niño se alimenta bien desde que nace hasta los 7 años, ese riesgo se reduce. El problema es que una embarazada mal alimentada posiblemente no tendrá recursos para alimentar bien a su bebé en los primeros años de vida, y de esa manera se perpetúan los ciclos de malnutrición intergeneracionales”, aclaró Herrera.
Además, si los niños no tienen acceso a micronutrientes fundamentales como el hierro, puede afectarse su desarrollo cognitivo y su crecimiento.
De hecho, Herrera recuerda que actualmente el país vive la fase aguda de la mala alimentación, pero esta condición tiene varios años andando y empeorando, desde la expropiación de fincas y empresas productivas, las restricciones con las divisas para el agro, el desabastecimiento y la escasez. Por ello sostiene que ya están viendo consecuencias en algunos pequeños.
La desaceleración del crecimiento en talla de los niños venezolanos “ya es evidente”. “Nuestros estudios puntuales en comunidades desfavorecidas nos dicen que muchos de ellos tienen una disminución de peso y talla”, afirmó, y en el caso del desarrollo cognitivo está pasando igual; actualmente monitorean una escuela a las afueras de Caracas, donde niños de 5to grado están teniendo dificultades para leer, interpretar la lectura y escribir.
En el caso de los adultos, Herrera asegura que ha aumentado la obesidad (incluyendo la infantil), las enfermedades cardiovasculares, los casos de hígado graso no alcohólico (también en niños), de diabetes tipo 2, de desnutrición por no cubrir las calorías requeridas y las enfermedades coronarias, con el agravante de que todas pueden acelerar su curso por el aumento del sedentarismo en la población.
Encovi-Alimentación indagó en la frecuencia de las actividades físicas en los venezolanos, encontrando que 53% no realiza ningún tipo de ejercicio, ni caminatas, cuando el año pasado ese mismo porcentaje respondió que sí se movía.
“Esto es un caldo de cultivo para el desarrollo de enfermedades crónicas. Más cuando la gente no asocia a la diabetes ni a la obesidad con la alimentación”, indicó la especialista refiriéndose a otro de los resultados de la encuesta.
Combinación peligrosa
Para Julio Castro, infectólogo y profesor del Instituto de Medicina Tropical de la UCV, los resultados de la Encovi-Alimentación confirman que los venezolanos están cada vez más cerca de vivir en condiciones típicas de un país en guerra.
“Se están conformando las condiciones reales y fácticas de una economía de guerra real, que implica la disminución del aporte calórico y proteico severo, en muy poco tiempo, de la población; la aparición de enfermedades que habían estado controladas y el deterioro de la infraestructura del Estado en términos de hospitales, ambulatorios, centros de atención. La suma de todos estos elementos genera una condición social de guerra, que no tiene nada que ver con la guerra económica sino con la guerra formal”.
Advierte además que el país está en vías de consolidar esa receta perfecta donde “a menor aporte calórico tendremos mayor repunte de enfermedades”.
Si quieres contactar al autor de esta historia, escribe a: patricia@larazon.net