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La situación política actual

La actitud del Gobierno frente a la Asamblea Nacional electa el 6D, ha sido la de sabotear permanentemente a este poder fundamental del Estado


Oscar Battaglini

A riesgo de parecer reiterativo, a veces es necesario insistir sobre algunos aspectos del acontecer nacional, tal como lo es el hecho de que la burocracia en el poder siga comportándose como si el 6D nunca hubiera existido.

Para ella, de acuerdo a la concepción mágico-religiosa que la determina, lo ocurrido ese día no es más que un hecho casual y azaroso, que no tiene la capacidad para cambiar la sustantividad y el devenir del escenario político nacional.

Según esa visión de las cosas, la elección de una nueva Asamblea Nacional que le concede a la oposición las 2/3 partes de su composición, no tiene ninguna significación ni incidencia en la modificación de la correlación de fuerzas que había regido hasta ahora en el desarrollo de la conflictividad política que, de un tiempo para acá, ha tenido lugar en el país.

Es evidente que esa percepción le impide al madurismo ubicarse debidamente en la realidad de los hechos; realidad de la que intenta evadirse como le huye –según el decir popular- “el diablo a la cruz”.

Esto es lo que explica el terror que le produce a la burocracia chavista tener que medirse en otra justa eleccionaria de las que están pendientes, en particular la del referendo revocatorio presidencial planteado por la oposición.

Esto explica igualmente el hecho de que ahora ya no hagan alarde de haber ganado casi todas las elecciones que aquí se han realizado en los últimos años.

Por eso no quieren oír hablar de nada que tenga que ver con procesos electorales. Eso nos da una idea muy clara de cual es la verdadera situación a la que se ve enfrentado el madurismo en sus líneas interiores. Todo indica que su fuerza real ha quedado reducida:

1.- A algunos sectores de los grupos sociales más empobrecidos de la población a los que todavía mantienen bajo su influencia mediante su política clientelar.

2.- A la oficialidad de la fuerza armada chavista, que todavía aunque con muchas dificultades, mantienen el control de los componentes de la FAN.

3.- A la burocracia civil chavista, que se ve forzada a permanecer en sus respectivas posiciones a la espera de un milagro que la salve de la debacle que se le viene encima. Este es el caso sobre todo, del propio Presidente Maduro, de sus ministros civiles, de los miembros del TSJ, de organismos como la Contraloría, la Fiscalía, la “Defensoría del Pueblo”, el CNE, de la representación parlamentaria chavista, de sus gobernadores y alcaldes, de la burocracia del Psuv, etcétera.

En la actualidad, el conflicto político en desarrollo pasa por cuatro focos desde los cuales se genera: en primer lugar, el constituido por la contradicción que existe entre el Ejecutivo, el TSJ, el CNE y la Asamblea Nacional, electa por votación popular cercana a los diez millones de sufragantes.

En segundo lugar, la puja por la realización del referendo revocatorio en contra del presidente Maduro, este mismo año.

En tercer lugar, la cuestionada posibilidad de que se lleve a cabo un proceso de diálogo político entre el Gobierno y la oposición.

Y en cuarto lugar, el impasse surgido con la incorporación a la Asamblea Nacional de los tres diputados indígenas de oposición, pertenecientes al eje Apure-Amazonas, que habían sido dejados fuera del Poder Legislativo mediante una resolución inconstitucional del TSJ.

Estos cuatro aspectos, se percibe perfectamente, pueden englobarse porque pertenecen al mismo conflicto general que enfrenta al Gobierno y a la oposición.

La actitud del Gobierno frente a la Asamblea Nacional electa el 6D, ha sido la de sabotear permanentemente con la complicidad del TSJ, las actuaciones y resoluciones que ha venido tomando este poder fundamental del Estado.

La última -o más reciente- de ellas, es precisamente la que tiene que ver con la incorporación a la AN de los diputados indígenas.

Como se recordará, ese alto tribunal quedó comprometido a emitir un pronunciamiento sobre el caso en un plazo prudencial, el cual, después de transcurridos más de siete meses, aún no se ha producido, lo que obligó a los interesados, y a la propia AN, a tomar la medida de incorporación de esos diputados a sus labores como tales.

Cumplido este trámite, debido a la desidia del TSJ, y particularmente de la Sala Electoral de ese organismo, ahora salen de nuevo a calificar la medida de la Junta Directiva de la AN, de nula e inconstitucional.

Pero la cosa no quedó ahí, sino que Maduro, como parte de esta maniobra en contra de la Asamblea, ha salido a amenazar desconociendo su investidura soberana (artículo 5 de la Constitución) con no enviarle a la misma, los recursos que por ley le corresponden para cubrir el gasto inherente a su funcionamiento como poder del Estado.

Con ese tipo de actitudes retaliativas, Maduro pone una vez más de manifiesto su carácter de gobernante autoritario y arbitrario, que concibe la gestión presidencial como un patrimonio que puede ser manejado al mejor estilo de su mentor, es decir, de una manera caprichosa y con la mayor discrecionalidad.

En relación a esto cabe recordar, o tener en cuenta, que esa es la conducta típica de todo ejercicio dictatorial del poder y que, por lo tanto, no existe ninguna diferencia entre su conducta, la de Gómez, Pérez Jiménez y Betancourt en Venezuela, y la de los hermanos Castro en la martirizada isla de Cuba.

En lo relacionado con el referendo revocatorio presidencial, el Gobierno de Maduro ha hecho hasta lo imposible para impedir su realización.

Saben Maduro y su entorno palaciego, aunque intenten negarlo de todas las maneras y modos posibles, que no resisten la prueba de una consulta eleccionaria en la que opten por una relegitimación de su permanencia en el poder.

El sufrimiento atroz al que se ve sometida la inmensa mayoría de la sociedad venezolana debido a la catastrófica crisis económica y social que la acogota, es lo que ha creado en esa mayoría un estado de conciencia que ya no admite por más tiempo la presencia chavista en la dirección política del país.

Esto mismo, dicho de otro modo, quiere decir que más que la oposición, es la grave crisis en desarrollo la que ha ido mermando la fuerza política del proyecto chavista y desalojándolo progresivamente del poder.

Ante esa situación, el chavismo oficial ha escogido el camino de las maniobras dilatorias con las que pretende burlar las expectativas de cambio que en medio de la crisis y como consecuencia de ella han surgido en el seno de nuestra sociedad.

Los próximos días serán el escenario donde se decidirá definitivamente el conflicto por el revocatorio, y en el que se pondrá a prueba la capacidad del pueblo venezolano para resolver ese conflicto que lo enfrenta ante una camarilla inescrupulosa.