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De sucursal a capital

¿La de los Techos Rojos? Imposible. Todo lo pigmentado con el tal color, apesta, repugna, hoy día, en nuestra ciudad


O.E

París, Ciudad Luz o del Amor. Roma, Ciudad Eterna. Praga, la de las 100 Cúpulas. La Habana, Princesa del Mar y durante los nefandos 16 años de este siglo, capital de un expaís o de una exVenezuela, depredada por el saqueo.

Nueva York, la Gran Manzana o, como cantaba Sinatra, la que nunca duerme. Madrid, Villa y Corte, La Conventual, Los Madriles. Chicago, Ciudad de los Vientos. Miami, la Puerta de las Américas y en los años de oprobio, ya referidos, Paño de Llanto Venezolano.

Víctima de la Robo-lución, nuestra Santiago de León ha sido degradada a los peores indicadores del mundo. Inflación, homicidios, secuestros, narcotráfico, desabastecimiento, prostitución callejera y palaciega, esta última, en sus cotas más depravadas.

Carece de sentido seguir refiriéndose a nuestra capital como lo hacíamos en tiempos de su esplendor. Reza el tópico, que el sobrenombre es reflejo del alma.

¿La de los Techos Rojos? Imposible. Todo lo pigmentado con tal color, apesta, repugna, hoy día, en nuestra ciudad ¿La Cuna del Libertador? Paradójico usar donde impera la tiranía, a un libertador, como referente ¿La Sultana del Ávila? ¡Si a este último le cambiaron el nombre, solo para agredirlo, depredarlo, para mutilar su ecología!

Un norteamericanote, rubicundo, pueblerino, desinformado –por no decir despalomado- vino a practicar nuestro idioma:

— Mi, estar mucho contento de visitar, Sucursal del Cielo – le expresó, orgulloso de lo aprendido en un curso de castellano por la Internet, al primer agente de Policaracas con quien tuvo la desgracia de cruzar palabras.

Lo están velando, en este preciso instante, en Arkansas y su parentela se pregunta, todavía, si en lugar de lo que pretendió decir, dijo “yo querer ir para el Cielo” y su homicida, con la amabilidad de nuestras autoridades locales, no hizo más que complacerlo.

O si el agresor se tomó lo de la Sucursal del Cielo como una burla de mal gusto y lo despachó al otro mundo, no sin antes aplicarle la consabida matraca.

¡Sucursal de nada! El hampa al poder o la Capital del Trajín.