Al igual que cualquier otra dictadura que fenece, el régimen bolivariano también apela por la glorificación del fracaso
Humberto González Briceño
I.- SIGNOS. Desde el principio el régimen chavista disimuló su naturaleza autoritaria y dictatorial tomando por asalto los poderes públicos para ponerlos a su servicio. Este modelo de dictadura disimulada se cayó en diciembre de 2015.
La derrota del Gobierno y la pérdida de influencia en la calle puso en evidencia que ya el pueblo no estaba dispuesto a seguir dándole cheques en blanco al régimen.
Desde este punto en adelante al régimen, obligado por las circunstancias, no le ha quedado otra salida que quitarse el velo democrático y asumir su naturaleza dictatorial y represiva como cualquier otro.
El aumento de la represión policial y militar contra la oposición política siempre ha sido un elemento característico en momentos cruciales que preceden la caída de regímenes autoritarios. Esa ha sido la historia. Y aquí parece repetirse, una vez más.
II.- DEFINICIONES. El aumento de la presión de la calle y el miedo -pánico- ante la inminente caída del régimen ha obligado a cientos de operadores, civiles y militares, a reevaluar sus lealtades.
Era fácil ser un alto funcionario chavista para actuar con impunidad cuando el régimen tenía los votos y una situación política controlada. Esa certeza hoy no existe.
Lo único que tienen garantizados estos operadores es la incertidumbre de ser perseguidos política y judicialmente por sus delitos y eventualmente ser condenados.
Pero también hay, aunque no lo parezca, funcionarios honestos en el Gobierno que se niegan a correr la misma suerte y pagar por las fechorías de otros.
Los miedos de unos y otros están provocando realineamientos en el Ejecutivo y en los militares. Es la hora inevitable de las definiciones.
III.- ESTATUA. Al igual que cualquier otra dictadura que fenece, el régimen bolivariano también apela por la glorificación del fracaso.
La gigantesca estatua de Chávez en Porlamar como preámbulo a la reunión de los países no alienados es la vez un insulto y una mentira.
Es una afrenta al pueblo margariteño, sometido a extremas privaciones de comida, medicinas y agua, construir un monumento al creador de la pesadilla.
Pero al mismo tiempo es una mentira a los países que estarán presentes en la cumbre para hacerles creer que la revolución vive su mejor momento.
Esta glorificación del fracaso es muy similar a las estatuas que en su momento fueron erigidas a Lenin y a Saddam Hussein. Y seguramente tendrá un final muy parecido.
IV.- PEINE. Desde el Gobierno se han hecho todos los esfuerzos imaginables para tratar de sacar a la oposición del camino democrático.
El régimen mantiene una campaña sistemática vía rumores y redes sociales para tratar de hacerle creer a la oposición que cualquier esfuerzo democrático es vano, porque el régimen lo controla todo y nunca entregará el poder.
Esto viene aderezado con sentencias del TSJ que selectivamente acorralan a la AN sin llegar a tocar ciertos extremos. La oposición debe seguir golpeando la médula del régimen y avanzando derrotándolo en su terreno, con sus instituciones secuestradas y con sus reglas de juego. La prueba de fuego será decidir entre ir o no al RR en el 2017.
V.- INÉDITO. Desde 1999 la política venezolana vive momentos inéditos. Situaciones nuevas para las cuales las viejas formas de interpretar la política se quedan sin respuesta.
La configuración, por ejemplo, de una dictadura de nuevo tipo, con velo democrático, le ha planteado a la oposición el doble reto: primero, de caracterizar correctamente al adversario; y segundo, desarrollar formas democráticas de lucha contra un régimen abiertamente autoritario.
El asalto del poder público y el sometimiento de las fuerzas armadas al servicio del partido de gobierno han sido igualmente inéditos.
Todo esto sugiere que habrá que romper con esquemas tradicionales para la transición hacia un nuevo modelo de Estado, la reconstrucción y pacificación del país.
