La grande y digna rebelión es la que ocurre dentro del propio individuo, al revelársele la indeclinable necesidad de superarse
Gustavo Luis Carrera
Cuando se oye hablar de rebelión, se suele pensar en rebelión armada.
Pero, hay otras rebeliones, que no son armadas con armas de fuego; aunque sí con las armas de la inteligencia y de la lógica reflexiva.
Ya nos hemos referido a un notable cuento de Rómulo Gallegos, «Los Aventureros», como espejo narrativo de la formación de una montonera; ahora volvemos a esa fuente literaria y sicosocial que es la cuentística de nuestro gran novelista Gallegos irradió en sus cuentos una angustia venezolana –su aguda percepción de realidades nacionales, de ambientes, de personajes tipificados–, que luego poblarían pródigamente sus novelas.
LA REBELIÓN SOCIAL. El cuento “La Rebelión” (1922), de Rómulo Gallegos, es un ejemplo axiomático de la técnica narrativa galleguiana.
Se parte de todo un prólogo, donde se mezclan lo trágico, lo costumbrista y lo social, para advenir en lo sicológico, en lo vivencial problemático, en el nudo de la conciencia personal y social.
Casi puede decirse que en este proceso esquemático descansa la vigorosa creación narrativa, ya sea cuento o novela, del insigne caraqueño. Y siempre resulta exitoso, convincente y aleccionador.
En este relato, la rebelión social es el eje de toda la primera y amplia parte del proceso narrado.
Es la gestación de una expresión de rebeldía, acompañada de la violencia y del espíritu caudillesco, entre grupos o bandas juveniles de la Caracas de la época; que Gallegos pinta con magistral mano.
Y ello sin relación con el carácter hamponil de las bandas actuales; aquellas era meras pandillas de barrio ansiosas de imponer su dominio entre ellas mismas.
Proceso, por cierto, de gran interés e ilustración para el lector.
Y esa rebelión social termina por ser imitativa, reflejándose un grupo en el otro, hasta enfrentarse como contrincantes de un drama social inconsciente, mecánico: autofágico.
Así, Mano Juan, el personaje principal, entre atavismos y procederes heredados, desarrolla su personalidad agresiva, belicosa y retadora; hasta ocupar el sitio dominante de gran jefe de las pandillas de ese sector de la ciudad.
En ello radica el sentido de su limitada existencia.
LA REBELIÓN IDEOLÓGICA. Como pensador de su tiempo, Gallegos está inmerso en las doctrinas deterministas y de riguroso genetismo que prevalecían entonces.
Todo lo cual conduce a ver como fatal la condición primitiva del aguerrido Mano Juan; producto de un micro mundo de ignorancia y elementalidad.
Por ello, adquiere particular significación y proyección simbólica su verdadera rebelión, no como resentido social, sino como propulsor de su elevación personal a un ámbito ideológico y educativo superior.
El mensaje galleguiano es prístino: la verdadera rebelión no es la insurrección por resentimientos sociales ni por causa de oscuros atavismos; la grande y digna rebelión es la que ocurre dentro del propio individuo, al revelársele la indeclinable necesidad de superarse como ser humano y como parte de una sociedad.
Está de más señalar que esta vital rebeldía es la que requiere nuestra realidad nacional, tan asaeteada por mensajes de odio y de resentimiento, dentro del miserable esquema de una sociedad dividida entre pobres y ricos.
Una vez más la lectura literaria ofrece, munífica, sus frutos inapreciables.
VÁLVULA: “Gallegos lo establece: la verdadera rebelión no es la de la violencia inferida a los demás, sino la de revertir atavismos y lograr la superación espiritual”.