Debo primero decir, en forma contundente, que a diferencia de quienes dirigen y apoyan a la entidad sionista que llaman Israel, que practican el odio y la violencia asesina contra sus vecinos palestinos, y desprecian y agreden a quienes en cualquier parte del mundo osen enfrentarlos, nunca he estado enfermo de odio y mis creencias no me hacen calumniar a nadie, ni amenazarlo, ni despojarlo de su derecho a opinar, como sí han hecho conmigo ciertos medios periodísticos y portales electrónicos que responden a los intereses sionistas.
Debo también señalar enfáticamente que una cosa es el pueblo judío y otra muy distinta son los líderes sionistas nacionales y mundiales. En Venezuela hay libertad de opinión, y quienes la quieren acallar violan flagrantemente los DDHH. Y al utilizar calumnias y cayapas mercenarias amenazantes, a través de todos los medios existentes (Twitter, Facebook, correo electrónico, páginas web), aprovechando la impunidad generada por Internet, se introducen en el campo de la delincuencia organizada. He enfrentado las acciones del gobierno contra las libertades de información y de opinión y contra los comunicadores sociales, pero no lo hago como quienes hipócrita y acomodaticiamente dicen defender estos derechos, aunque no están dispuestos a garantizárselos a los demás.
Mientras esta libertad de opinión exista, la ejerceré ampliamente como una forma de defenderla, y enfrentaré a quienes traten de anularla o impedirla, estén en la trinchera que sea y operen desde cualquier parte del mundo. Por ello, rechazo y condeno todas las presiones indebidas que he recibido, individuales o de grupos, anónimas o descaradas, grotescas o refinadas, nacionales o extranjeras, que se han basado en mentiras, medias verdades y calumnias en relación a mis supuestas opiniones sobre el Holocausto judío.
Como investigador científico sé que sólo existen muy pocas verdades absolutas, todas ellas en el campo de la física. Y mucho menos existen en las disciplinas históricas, donde generalmente quien domina acomoda los hechos en función de sus intereses, mientras los subyugados no tienen la suficiente fuerza para oponerse a las distorsiones. Todo está en discusión en ésta y en otras materias, sin prejuicios, sin prohibiciones, sin hostigamientos, sin tabúes ni persecuciones ni castigos, como parecieran no creer algunos pseudoacadémicos, muy buenos en exigirle libertades y respeto al gobierno de Maduro, pero muy perversos a la hora de juzgar y agredir a quienes disienten de alguna de sus posiciones.
En Venezuela, no existe el delito de opinión, como sí existe en Alemania en relación con temas, que les generan un complejo de culpa que no han podido superar. Aquí, pese a todas las prohibiciones, ciertas o inventadas, se puede diferir de la historia oficial y de las posiciones que tengan altos personeros del gobierno de turno. Es más, realmente no existe una historia oficial que no pueda ser cuestionada, ni siquiera en el caso de la gesta independentista y de nuestros libertadores. Hay corrientes historiográficas y nada está exento de ser puesto en duda. No estamos afortunadamente en Alemania y sus leyes no rigen en nuestro territorio, algo que debería entender su embajada en nuestro país.
Quizás cuando Netanyahu u otro gobernante sionista israelí domine el mundo, o cuando las amenazas y presiones como las que he sufrido sean amparadas por las leyes de la República, se establecerán como verdades absolutas sus creencias y estaremos obligados a inclinarnos ante ellas so pena de ser vilmente castigados. Pero mientras tanto, no es así, aunque les disguste a quienes están acostumbrados a imponerse a través de la calumnia, la descalificación, la cayapa y la amenaza.
Para que dejen su paranoia, y para que gente desprevenida no caiga en sus manipulaciones, puntualizaré algunas cosas. No soy racista, no discrimino a nadie por su origen étnico o geográfico, ni por el color de su piel o rasgos físicos, ni por sus lenguajes o costumbres culturales. Aprecio a todas las naciones del mundo, a todos los pueblos, sin considerar a ninguno por encima de los otros. No soy creyente, pero respeto las creencias religiosas de la gente por igual sin aceptar supremacías de ningún tipo. Quienes hayan enfrentado a los nazis no pueden hablar de supremacías nacionales ningunas.
No puedo por lo tanto ser anti semita y rechazo tajantemente esos señalamientos. Antisemitismo y judeofobia son las palabras preferidas que tiene el sionismo internacional para descalificar a quienes los desenmascaran, pues carecen de argumentos que respalden sus actuaciones genocidas contra el pueblo palestino. Con estas dos calumnias pretenden terminar cualquier discusión sobre sus perversas acciones. De ser víctimas pasaron a victimarios, algo que está claro para la mayoría del mundo y para muchos de sus nacionales. No en vano, Israel ha sido condenada en más de 420 ocasiones por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Por último, me referiré al portal “Radio JAI”, un instrumento del sionismo mundial, que ha desatado la más vil campaña en mi contra desde hace año y medio. Siguiendo las prácticas de Goebbels, ministro nazi de propaganda, repite mil veces mentiras y calumnias para hacerlas verdades incuestionables. Con un tal Alberto Jabiles, quien se dice periodista, llegó a afirmar recientemente que soy simpatizante del terrorismo islámico y que apoyo a Hamás y Hezbolláh, para luego amenazarme con una demanda por instigación al odio, ante la Corte Interamericana de DDHH, una vez caiga “la dictadura”. Así proceden ellos y quienes se hacen eco de sus canalladas.