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Revoluciones y absolutismos #Análisis #JuanJosé MonsantAristimuño

        La Revolución Cultural China entre 1966 y 1976,  dejó un saldo de 15 millones de muertos, exiliados, encarcelados, humillados, torturados, destrucción de obras de artes, monumentos,  saqueos y profanación de tumbas.

Juan José Monsant Aristimuño

Por fortuna, a la muerte de Mao Zedong en 1976, se dio en el seno del Partido Comunista la esperada reacción frente al culto de la personalidad de Mao Tse Tzung, y los abusos de la Banda de los Cuatro dirigida por Jian Quing, esposa del líder fallecido; dándose así, por terminada la Gran Revolución Cultural del Proletariado Chino. Cuatro personajillos que parecieren haber sido extraídos de una novela de Stephan King, posteriormente fueron sometidos a juicio y condenados a cadena perpetua.

       el origen de esas expresiones, esa condición psíquica o espiritual se ha materializado y se observa actualmente en variadas manifestaciones individuales y colectivas. La aparición del llamado Califato islámico, sus horrorosos crímenes grabados y colocados en redes sociales, ha sido una de ellas, el atentado contra las Torres Gemelas, la matanza silenciosa de la comunidad kurda por parte de turcos e iraníes; la aparición del Socialismo del Siglo XXI y los estragos causados a la humanidad otra, quizá por los estragos causados, que han ido desde España, Nueva york, Mozambique, Argentina, Palestina Centroamérica.

El origen de la revolución cultural china se sustentó en una personalidad obsesionada por el control, seguida por una ausencia de criterio colectivo para elegir entre el bien y el mal que condujo a la condición de amoralidad absoluta que no  valoriza la vida, el dolor o el daño ajeno. En el fondo subyace el ejercicio del poder, esa condición que pareciere convertirnos en dioses, el de estar más allá del bien del mal, quien vive y quien muere.

La revolución cultural china, no solo causó la muerte física de seres humanos, sino la persecución de intelectuales, escritores, artistas, actores, académicos, religiosos y la destrucción de monumentos, edificios, estatuas y libros. Todo ello, para reiniciar la historia, como si fuera el disco duro de una computadora.

Ahora, observamos como a partir del cobarde asesinato de George Floyd, luego de las colectivas expresiones de indignación, se pasó a la fase de destruir, quemar, decapitar  estatuas asentadas plazas públicas, desde las de Cristóbal Colón hasta la de Ponce de León.

Es evidente que el anacronismo del absolutismo representa un peligro para las libertades individuales y valores democráticos, expresada en múltiples manifestaciones, desde haber profanado la tumba de Bolívar, hacer desaparecer una nación, hasta la existencia de un Tribunal Supremo de Justicia como instrumento de perversión institucional y represión.

                                               jjmonsant@gmail.com

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EL AUTOR es abogado egresado de la Universidad Central de Venezuela, especializado en asuntos y relaciones internacionales. Exembajador de Venezuela en El Salvador.