Gustavo Luis Carrera
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Dicen que las situaciones extremas ponen de relieve las características más notorias de los hechos, de las cosas y de las personas.
Y seguramente es cierto. Ante las exigencias absolutas de las circunstancias, en medio de carencias y de requerimientos, es indudable que afloran las necesidades, y con ellas las debilidades y las limitaciones. La experiencia así lo enseña poderosamente.
LA NECESIDAD EXIGE. El estado de excepción que provoca la pandemia que en estos tiempos acosa al mundo entero, da lugar a exigencias pronunciadas en cuanto a alimentación, medicinas y elementos de prevención y salvaguarda. Los requerimientos son ostensibles, como también lo es el soporte económico que su cumplimiento exige. Se trata de prever y valorar lo necesario para lograr un aislamiento impuesto oficialmente y señalado por los profesionales de la salud. Es difundida la recomendación de hacer acopio de lo indispensable para no tener que salir a la calle con frecuencia. ¿Pero, cómo lo hace quien vive a diario, de lo que produce cada día, y a su vez quien carece de recursos?
LIMITACIONES Y DESAJUSTES. Ante las necesidades que la prudencia recomienda cubrir, se yergue la limitación de recursos que obstaculiza tal propósito. Es un hecho más que evidente: en la estrechez económica representada por salarios de hambre crónica (así se ve a nivel mundial), por la hiperinflación desatada, la especulación exorbitante y cruel, el alto costo de los alimentos y de las medicinas, la falta de gasolina, los cortes de electricidad, la carencia de agua, ¿cómo enfrentar ninguna previsión de salud?
ESTATUS DE DESIGUALDAD. Ha de ser sincerada la situación. Una cosa es el desiderátum sanitario: cumplir el aislamiento, salir poco a la calle, tener reservas de alimentos y medicinas en la casa, usar tapabocas, lavarse con frecuencia las manos con jabón; y otra es confrontar la carencia de recursos económicos y las limitaciones funcionales (la edad, la soledad, o lo contrario: un gran grupo de necesitados familiares). En el terreno de los hechos, la pandemia ha destacado el estatus de desigualdad que marca su sello. Inclusive, ¿cómo lavarse las manos si el jabón cuesta demasiado y el agua está ausente en millones de hogares? Todo reafirma la gran verdad: el aparente orden social es sólo un convenimiento con lo habitual, con lo establecido tradicionalmente. Resulta irónico pedir a los sectores desasistidos de recursos, cuidados y prevenciones que exigen soporte económico del cual carecen. Los voceros oficiales pretenden ignorar este estado de cosas y actúan en función de improvisar una apariencia pública; pero no logran ocultar la realidad alarmante. Existe un deslinde social marcado por el rigor de un desajuste entre los poderosos y los carenciales, siendo estos últimos la gran mayoría en nuestro país; mientras la pandemia no hace sino reafirmar tal desproporción.
VÁLVULA: «El riesgo absoluto representado por la pandemia que recorre el mundo actualmente acentúa la realidad del estatus social que predomina en todas las dimensiones; es el riguroso desajuste de los estamentos colectivos: los ricos son más ricos, por contraste, y los pobres más pobres, por carencias». (glcarrera@yahoo.com)