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Amenaza: el acostumbramiento #LetrasalMargen

El proceso de producción de respuestas prácticas ante los requerimientos extremos de una situación crítica, como hemos señalado en anterior oportunidad, parte de la necesaria adaptación al esfuerzo indispensable para enfrentar las deprimidas condiciones de vida que nos rodean. Tal es el estado de cosas en la actualidad. ¿Qué puede venir después?

Gustavo Luis Carrera

LA REITERACIÓN. La crisis se afianza y agudiza sus exigencias de respuestas económicas y anímicas, cada día, cada mes. El camino está obstruido por las carencias llevadas al límite de la pobreza y de la inercia destructiva. Hasta ese punto hemos llegado. Es una erosión sistemática de la voluntad y del espíritu de protesta y rebelión. El sistema oficial sabe que llevando al extremo (e inclusive sobrepasándolo) el absoluto deterioro del nivel de vida, lo que se impone es la adaptación, para sobrevivir. Así, la reiteración de las necesidades paraliza el ánimo rebelde y obliga a limitarse sólo a sobrellevar la situación.   

ESENCIA DE LA COSTUMBRE. En la identidad de un pueblo se destacan las costumbres como los usos establecidos por tradición. Así, la costumbre no es una imposición o una norma oficial. Es el uso propio, voluntario, que se adopta libremente. Es lo que se llama la etopeya. De hecho, los usos y costumbres dan el perfil de las naciones, de las culturas, de las etnias. Se consolidan como las tradiciones conservadas y sublimadas por una colectividad. Pero, otra cosa es el hábito impuesto, obligado, avasallante.

AMENAZANTE ACOSTUMBRAMIENTO. En realidad, el peligro a la vista es aceptar la imposición como algo natural, y en consecuencia, someterse a sus reglas humillantes. En los países dominados, sometidos, por décadas, por gobiernos despóticos, dictatoriales, es una regla visible este exceso limitante convertido en costumbre. Un cercano ejemplo lo tenemos en el caso de Cuba, ya aherrojada como antidemocracia, donde se ha producido el fenómeno aberrante de una sociedad acostumbrada al despotismo. Una generación tras otra ha padecido el trabajo de laboratorio demoledor de parte de un gobierno orientado por el cruento ejercicio del poder, en medio de estrecheces y carencias. Y ello hasta el punto dramático de que se considere este estatus aberrante como «normal» y «acostumbrado». Esa es la realidad que muestra cualquier examen atento que se haga al respecto. Ya no es cuestión de fabricar el sistema impositivo, ya no es necesario organizar el aparato represor, ya todo está allí, en las propias personas, que han hecho costumbre su padecimiento. Nada puede ser equiparable a esta señal de decadencia social, que carcome el espíritu de un pueblo, que oprime al extremo a una sociedad, hasta producir el fenómeno aberrante de aceptar como cosa propia lo que no es sino el anillo de hierro de un sistema autárquico. Esta es la gran amenaza que se cierne sobre nosotros: aceptar lo anormal y aberrante, y acostumbrarnos a su despotismo.

VÁLVULA: «Después del proceso de adaptación a lo indispensable para sobrevivir,  sobreviene la amenaza del acostumbramiento, de la habituación,  que  equivale a considerar normal y usual la crisis, hasta hacerla costumbre. Ese es el riesgo actual».                                                                                                                                                                                                                    (glcarrera@yahoo.com)

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(Cumaná, 1933) es Doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre.