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El último recurso: los Santos Inocentes #LetrasAlMargen #GustavoLuisCarrera

Más vale el pueblo que “cae” por inocente, que el gobernante que mata la inocencia

Gustavo Luis Carrera

La invocación de fuerzas superiores es acción propia de estos días de fin de año. La trágica crisis económica, política y ética que padecemos, sin perspectiva de claridad entre tantos nubarrones, obliga a hacer un llamado a defensas míticas y a protecciones religiosas como poderes de salvación. Es la natural proyección de la angustia desesperada.

RESPONSABLES EVIDENTES. Vivimos tiempos aciagos, regidos por las carencias y las privaciones; todo reflejado en el cruel desajuste económico familiar y las restricciones de los derechos democráticos. Los responsables son más que evidentes: la administración pública, el despropósito político, la hiperinflación, la especulación, la discriminación política, la fuerza bruta, la pérdida de los valores. El cuadro es tan fatídico como gigantesco.

POSIBLES RECURSOS ¿Adónde acudir en solicitud de una salida valedera, o al menos de una protección salvadora? ¿A un gobierno sordo ante los reclamos y mudo ante los compromisos que debería asumir? ¿A una oposición fracturada, en medio de pretensiones personalistas, que sólo dividen, sin perspectivas de éxito materializadas? No. Nadie se engaña tras ilusiones anuladas por la práctica. Solamente nos han quedado los recursos trascendentes, eidéticos. Las rogativas a los Santos, a la Virgen, al propio Jesús, y las jaculatorias al mismo Dios, ya se han consumado ¿A qué instancia comparecer, entonces?

LOS SANTOS INOCENTES. A estas alturas finales del año, en situación económica agónica, bajo la fatídica amenaza de la pandemia, queda un último recurso invocable: los Santos Inocentes.

“Los Santos Inocentes son los mártires infantiles que hizo degollar un gobernante sangriento y paranoico, llamado Herodes, en su obsesión por eliminar a Jesús Niño; a quien atribuía la culpa de estar destinado a cometer un magnicidio en su contra, o a destronarlo, de alguna manera, de su reinado de los judíos”.

Así podría resumirse el hecho en una Historia Sagrada Pragmática, revisada y actualizada al vocabulario de nuestros días. Ahora bien, este acontecimiento trascendente, recogido por el evangelista San Mateo, es el de la monstruosa degollina de infantes, ordenada por el orate convertido en Soberano local; con el propósito de liquidar al niño que, según las profecías –corroboradas por los Reyes Magos–, habría de ser el nuevo Rey de los Judíos.

Esta veneración religiosa, poderosísima y conmovedora, se mantiene con tanta fuerza que ha hecho del 28 de diciembre el Día de los Santos Inocentes. Pero, al sentido luctuoso ortodoxo de la fecha, se agrega la proyección pagana, burlona y mamadora de gallo, de hacer mofa de los “inocentes”; es decir, de los fácilmente crédulos o inadvertidos.

Es otra dimensión semántica del vocablo, que por cierto, tiene varias acepciones: es inocente el niño, lo es quien no es culpable, lo es quien no está enterado de algo, lo es quien cree demasiado en la buena fe ajena, lo es el distraído que no ve por donde le viene el golpe o el chiste.

En fin, todo un abanico de posibilidades denominativas. Pero, los humoristas a costa ajena prefieren apostar a que se burlan de los ingenuos. Y el uso sardónico y tramposo se ha extendido por buena parte del mundo. Resulta que, una vez más, la tradición de inspiración religiosa ha hecho simbiosis con una tradición pagana; mestizaje que refuerza exponencialmente la costumbre.

En efecto, en este caso la aproximación del culto bíblico se realiza con las Saturnales romanas, festividades paganas en tributo a la tierra, a la cosecha propia de esta temporada. De otra parte, parece evidente la relación con la abigarrada y escandalosa Fiesta de los Locos de la Edad Media.

En tierra venezolana las festividades de inspiración religiosa del Día de los Inocentes son particularmente llamativas y coloridas. Las más extendidas son las Locainas o Fiesta de los Locos, donde el factor religioso está atenuado; mientras se acentúa el sentido simbólico de “el mundo al revés”: los hombres se visten de mujer y viceversa, las autoridades civiles y eclesiásticas son sustituidas por miembros de la cofradía de la Locaina. ¿Una imagen develadora de la realidad del país?

Pero, más que dar respuestas obvias, importa acudir, honestamente, al acto sacro de invocar a los Santos Inocentes en defensa de la supervivencia y la dignidad de lo que queda de este país en ruinas. ¡Gloria a los Santos Inocentes si logran algún benéfico alivio de esta cruel destrucción obsedida!

Inclusive se establece el Gobierno de las Mujeres (Estado Vargas). De otra parte, están las festividades organizadas en esta fecha, con despliegue de imaginación, colorido y música: vistosos trajes de “mojiganga”, máscaras, cintas, y figuras peculiares, como El Mono (Caicara de Maturín), vistosas como los Giros de San Benito (Timotes, Mucuchíes, Estado Mérida)), de gran difusión y participación de propios y visitantes como Los Zaragozas (sobre todo en Sanare, Estado Lara), los Boleros (Estado Miranda). Locainas particularmente conocidas y organizadas son la de Agua Blanca (Estado Portuguesa) y la de La Vela (Estado Falcón).

En todo caso, no dejan de ser las Locainas las más características y extendidas por todo el país. Tanto como las trampas y burlas a los “inocentes”; entre las cuales sobresalen las noticias falsas y las hallacas rellenas de huesos y algodón

Válvula: “Más vale el pueblo que “cae” por inocente, que el gobernante que mata la inocencia”

glcarrera@yahoo.com

EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.

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