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¿Vivimos en la anomia? #LetrasAlMargen #GustavoLuisCarrera

Los elevados precios se imponen despiadadamente sin control alguno; la hiperinflación devora los míseros salarios, mientras la administración pública permanece indiferente. Entonces, surge la pregunta: ¿dónde quedó el racional orden social?

Gustavo Luis Carrera

El orden personal se proyecta en el orden familiar, y éste se expande y se adapta al orden social. Es una relación progresiva y a la vez evolutiva: de lo subjetivo se va a lo colectivo, siendo indispensable un proceso de adecuación. En todo caso, se impone el equilibrio que el conjunto ordenado implica.

ORDEN SOCIAL. El ser humano tiende a la organización grupal. Su instinto le dice que al unirse a sus semejantes desarrolla mecanismos de defensa y de manutención. Y experimenta que al agruparse, debe establecer un ordenamiento funcional; convivir es acordar reglas de coexistencia. En el siglo XVII el filósofo inglés Thomas Hobbes, y en el XVIII el pensador suizo Juan Jacobo (o Santiago) Rousseau, señalan la necesidad de un contrato social, entre ciudadanos y gobernantes, para lograr un equilibrio fundacional. Y ese contrato se traduce en reglas, órdenes y leyes acatadas y cumplidas por todas las partes actuantes; y muy concretamente entre gobernantes y ciudadanos.

AUSENCIA DE LÓGICA Y DE RACIONALIDAD. La experiencia cotidiana nos presenta una realidad desorbitada. Nos encontramos inmersos en un agudo desequilibrio en el funcionamiento de los parámetros de existencia y de convivencia como sociedad. Se perdió la lógica: los semejantes no se apoyan, compiten en quien se aprovecha del otro; las reglas están ausentes y la fuerza bruta impera, ejercida por quienes detentan el poder; la especulación está desatada: los elevados precios se imponen despiadadamente sin control alguno; la hiperinflación devora los míseros salarios, mientras la administración pública permanece indiferente; los productos escasean o están a tan alto nivel de costo que son inaccesibles. Entonces, surge la pregunta: ¿dónde quedó el racional orden social?

LA DESTRUCTIVA ANOMIA. La ausencia de lógica y de racionalidad en el estatuto social de un país conduce a la anomia. Categoría que el diccionario caracteriza de manera directa: «Estado de desorganización social que resulta de la desaparición total o parcial de las normas y los valores comunes a sus miembros». En realidad, es un término introducido por el sociólogo francés Émile Durkheim, en 1893, en su texto «La división del trabajo en la sociedad», en el sentido del distanciamiento que se produce entre los supuestos teóricos y la práctica decepcionante; ello en una sociedad en la cual se desintegran las normas sociales que aseguran el orden.

¿Y no es una ruptura del equilibrio social el proceso de deterioro de nuestra moneda legal, el bolívar, que sucumbe ante el invasor dólar; y ello ante la indiferencia o el beneplácito oficial?

¿No lo es, igualmente, el descontrol general que se observa en el manejo de la hiperinflación y de la inseguridad pública? ¿No lo es, por igual, el irrespeto a normas constitucionales en aplicación de medidas represivas y en el gobierno sistemático a través de decretos? Y seguiría la lista que configura la anomia.

VÁLVULA: «El contrato funcional representado por el orden social es requisito indispensable para la vida colectiva en sana lógica y respeto mutuo. El estado de cosas actual se caracteriza por la ruptura de las normas de convivencia y de las leyes esenciales. Sumido en la anomia, el país fenece como democracia y como república. Es el reto histórico ineludible».

glcarrera@yahoo.com

EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.

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