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Burro no come tigre #Crónicas #EduardoLópezSandoval

El compadre solidario también abrió los brazos y dobló las rodillas como para ayudar al amigo a sostener el indescifrable mundo

Eduardo López Sandoval

Atravesarse en esta calle del centro del barrio por cincuenta años cuando solo un poco más de eso es la edad de ambos compadres en una tarde de un lunes no lluvioso de octubre es la hazaña del florecer cotidiano del azul del cielo llanero.

El compadre que camina desde el Este hacia el centro del mundo, que es la ventanita donde venden la lotería de los animalitos desde hace tres años, ha visto que camina hacia él su coetáneo compadre portando la información cumbre: ¡¿Qué animalito salió?!

El compadre no levanta la cara para informarlo con su sonrisa o negación, su rostro pensativo hacia el suelo de petróleo fracturado no gesticula nada claro acerca del sexto sorteo de la lotería de los animalitos. Los compadres, desde que apareció esta lotería se han cruzado en la calle, en estos tres cortos años, más que en la media centuria anterior.

Los compadres deshacen la habitual calle del barrio sin descuidar los huecos y baches, pronto se encontrarán, uno tiene la información de cuál animal ganó en el sorteo de las cinco, el otro va en busca de tan preciada noticia. Bien podría caminar ocho metros más y preguntar personalmente por la ventanita, pero esos segundos demás son vitales en esta premura de saberse ganador, ¿o perdedor?

O bien esperar a que el compadre se lo diga, pero no, ¡es urgente, es de vida o muerte!, necesita concluirlo a lo lejos con el lenguaje gestual espontáneo que hable el cuerpo de su apreciado compadre. El amigo, al que le urge la información, como más que ese último latir de su acelerado corazón siente la necesidad de leer el hablar instintivo del cuerpo del compadre, que es el no celoso poseedor de la venerable noticia, antes de que lo vea y se lo diga con el hablar de su boca.

El compadre no levanta aún la mirada, están a dos pasos del encuentro feliz cuando levanta la visual, se detienen ambos, extiende los brazos el compa informado con un ligero doblar de sus rodillas, como si con supremo esfuerzo sostuviera abrazado el globo terráqueo, tal Atlas sostiene a la esfera del mundo sobre sus hombros, el compadre lo hace delante de su barriga: el mundo lo muestra al compadre sin mesura…

-¡Compadre!

No se detiene en su hablar. Con su expresión ha comenzado un discurso que por la gravedad de la voz parece que el mundo ha sufrido un grande accidente cardiovascular, que la vida de todos sus nietos depende de la corta oración que ha comenzado con la palabra compadre, no hay duda de que la vida en el planeta tierra se juega en la frase que de seguidas concluirá. Por el volumen y la clarísima dicción con que el compadre ha hablado se puede oír su astronómico mensaje en todo el barrio, no obstante los vecinos no prestan el más mínimo de las atenciones a tan importante recado.

Ellos también tienen concentrado y aislado su mundo que se divide en los 38 animalitos de la vital lotería. El barrio por los siete días de la semana, en los ocho sorteos diarios, por las múltiples loterías, se ha dividido en 38 toletes irreconciliables, que divididos entre los días en que este juego de azar existe, ha partido en añicos la psicología  social del barrio: así como congela la estabilidad funesta del país.

La expresión desgarradora del compadre fue redonda, como el mundo que parecía sostener entre sus manos, que sin reservas mostraba como consuelo al compadre querido de su alma, no se detuvo después de nombrar al amigo con el apelativo que denotaba que alguno de sus hijos era ahijado del otro.

Patético no paró:

-¡Compadre, salió el tigre!

El compadre detuvo de inmediato su caminar, por una fracción de tarde quedaron inmóviles, como un par de estatuas enfrentadas, haciendo dos mil preguntas sin una respuesta. El compadre solidario también abrió los brazos y dobló las rodillas como para ayudar al amigo a sostener el indescifrable mundo. Si se hubieran mantenido tres segundos más en esta posición como de teatro, hubiera sido posible poner entre ellos un globo del tamaño de sus contrariedades…

-¡Noooo!

Solo alcanzó a decir el incrédulo compadre que recién recibía la noticia producida veinte segundos antes.

-No. –Esta vez lo afirmó de forma más sosegada, pero sin moverse aún de la posición de no permitir que el globo terráqueo cayera al sucio suelo, y lento negó con la cabeza como hace el ondular de una hoja de mango que cae sin brisa tras el choque de un incomprensivo cristofué, como quizás buscando que del cielo cayera una gota de explicación y milagrosamente entrara a su cabeza por cualquiera de sus oídos…

-Me lo dijiste, compadre,… tú tabas clariiito…

-Sí compadre, te lo dije. Yo estaba claro… después del burro tenía que vení el tigre… porque el tigre come burro, pero…

Y siguieron las científicas disquisiciones, tan enjundiosas como nos imaginamos la pudo hacer el sabio Humboldt con el científico Carlos del Pozo en estas mismas tierras; el barrio está a escasas cuadras del lugar donde este científico de estos Llanos  del siglo XIX había construido los primeros pararrayos que se habían instalado en esta América, del cual el sabio alemán escribió: “Encontramos en Calabozo, en el corazón de los llanos, una máquina eléctrica de grandes discos, electróforos, baterías, electrómeros, un material casi tan completo como el que poseen nuestros físicos en Europa.

No habían sido comprados en los Estados Unidos todos estos objetos; eran la obra de un hombre que nunca había visto instrumento alguno, que a nadie podía consultar, que no conocía los fenómenos de la electricidad más que por la lectura del Tratado de Sigaud de la Font, y de las Memorias de Franklin. El Sr. Carlos del Pozo, que así se llamaba aquel estimable e ingenioso sujeto, había comenzado a hacer máquinas eléctricas…”

Imaginemos la disertación de este par de Sabios, hecha hace 221 años, acerca del material con que se construyeron los pararrayos instalados y su efectividad, y dependiendo de estos resultados, ¿cómo deben ser los pararrayos que se instalen en los cerros de Caracas? ¿Distancia entre ellos y los centros poblados?

¿Ya, te imaginaste?

Ahora traslademos y comparemos con la sesuda conversación que sostuvieron los compadres hace 221 horas en esta misma Mesa de Calabozo…

Parece que la secuencia de cinco repúblicas ha carcomido de forma irreversible la inteligencia de estas gentes, cuando se encontraron Humboldt y Del Pozo éramos una colonia española, cero repúblicas; ha pasado el país por el progresivo deterioro de cinco repúblicas, todas con la cada vez más deshilvanada bandera de la libertad. Hoy no tenemos la libertad de comprar un kilo de harina de un maíz sembrado, cosechado y molido en nuestro país… Hoy dependemos de una islita enferma de hambre.

Un desconocido amigo de Maracay, el poeta Harry Almela, recién ido de estas tierras de mortales, que por poeta nunca pudo escribir este burdo título, Burro no come tigre, pero es el autor de esta razón con la que finalizamos, que le oímos a través de una tercera persona, pues nunca tuvimos la dicha de conocerle…

Conversaba el poeta entre amigos, cuando la mayoría estaba con el Poseso, como era el país de entonces, cuando hubieron de argumentar las razones para no ser bolivariano, que es la explicación de la desdicha del país actual, y el Poeta remató: “Hay que corregir la equivocación forjada por Simón Bolívar y esa cuerda de hijos de papá, que antojadizos se empeñaron en hacer la guerra a España por esta vacía libertad. De no seguirlos, ahora seríamos los más felices, seríamos una colonia de ultramar de España, como las Islas Canarias, tendríamos Rey, y seríamos de la Comunidad Europea…

Deberíamos crear otra Junta Protectora de los Derechos de Fernando Séptimo, como la del 19 de abril, que tenga como tarea anular esa Acta de Independencia…” y preguntó con tono de poeta inspirado, ¿quién de ustedes está dispuesto a conformar esta Junta que luche por la dependencia… de España?

La pregunta hoy es contigo, mi pana lector…

eduardolopezsandoval@yahoo.es