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La hora de la oposición radical #Opinión #HumbertoGonzálezBriceño

            Desde 1999 la “oposición” al régimen chavista ha estado monopolizada por los partidos políticos, los viejos (AD, COPEI, Proyecto Venezuela, Convergencia) que venían de usufructuar los privilegios del estado de partidos por cuarenta años y los nuevos (PJ, Voluntad Popular, UNT) que con caras más jóvenes básicamente aspiraban su turno en la piñata de la fiesta democrática.

Humberto González Briceño

Aún con fuerza en sindicatos, gremios y órganos de la llamada “sociedad civil”, estos partidos fracasaron en caracterizar correctamente al régimen chavista como un entramado criminal con definidas aspiraciones totalitarias. Por el contrario, al naciente estado chavista se le trató como cualquier otro gobierno del cual se podría salir por vías democráticas. Al chavismo se le cedieron, sin pelear, espacios institucionales y, lo más grave, se le permitió imponer una nueva constitución en fraude a la anterior vigente.

Los representantes de esos partidos políticos, que en buena medida siguen siendo los actores de hoy, renunciaron a defender al estado venezolano y sus instituciones. Una a una se fueron desplomando las instituciones que en algún momento pudieron ponerle un freno a la turba chavista simplemente por atender a una política errónea que siempre partió de una premisa equivocada: Es posible sacar al chavismo del poder por vías políticas y jurídicas.

Los operadores de esta “oposición” quizás no se daban cuenta que, a la par de procesos y mecanismos de hecho para consolidar el poder del estado chavista, ya en 1999 se había tolerado cambiar todo el régimen constitucional y jurídico de la nación venezolana que ahora, con una nueva constitución, dotaba al chavismo de un marco legal hecho exactamente a su medida.

Resulta incomprensible y hasta ofensiva la fidelidad perruna que estos “opositores” juraron a la constitución chavista de 1999. De allí en adelante todos los procesos políticos y electorales serían regulados por la legalidad del estado chavista. Sin embargo, a pesar de esto la “oposición” encarnada en estos partidos políticos ensayó diferentes formas para coaligarse y enfrentar electoralmente al chavismo.

Elección tras elección el chavismo siempre se imponía, aunque a la final los números nunca cuadraban. Y no podían cuadrar porque los chavistas desde 1999, cuando inventaron el kino electoral, descubrieron que para ganar elecciones no hacen falta votos sino manejar el software que da los resultados. Y este ha sido un sofisticado mecanismo de fraude electoral perfeccionado al nivel de una ciencia. Aunque sus adversarios manejen las mesas electorales y hagan auditorías, si el aparato electoral es manejado por el régimen este seguirá manufacturando los mismos votos y resultados.

Haciendo a un lado los escarceos  militares de la “oposición” en Abril de 2002 y Abril de 2019 estos veintidós años han sido marcados por una larga historia de traiciones y negociaciones.  Esa práctica de ir a elecciones para reconocer la estafa electoral del régimen chavista y luego sentarse a negociar las condiciones electorales de las elecciones siguientes ha sido un proceso recurrente que emerge ante los ojos de millones de venezolanos como la prueba irrefutable de la cohabitación entre el chavismo y la “oposición”. No es gratuito que hayan sido los propios venezolanos quienes hayan acuñado la expresión “falsa oposición” para dársela a esos partidos que dicen oponerse al régimen pero que siempre, sin excepción, terminan negociando. Una oposición que no es tal sólo puede ser reconocida como una falsa oposición.

La definición fundamental para articular una política de confrontación contra el régimen chavista debe comenzar por establecer si estamos o no con la constitución chavista de 1999. Y de allí se derivan todas la demás definiciones. Apoyar la constitución fraudulenta de 1999 lleva a reconocer la legalidad del estado chavista con sus elecciones y sus negociaciones.

El rechazo a la constitución chavista de 1999 y su régimen político con sus fórmulas negociadores y electorales es lo que ha definido dos espacios, irreversibles e irreconciliables, dentro del universo de la llamada oposición, en el sentido amplísimo de la palabra. Por un lado están quienes apuestan por sostener al régimen político chavista proponiendo la transición con un mero cambio de gobierno (fuera Maduro) que dejaría intacto al estado chavista y por el otro lado estamos quienes proponemos la ruptura para derrocar ese régimen por vías de hecho (abajo el estado chavista).

Más allá de lo que acuerden el chavismo y la falsa oposición en México estamos frente a una nueva traición y un acto de claudicación vergonzosa por parte de quienes se autodenominan como “oposición”. Millones de venezolanos rechazan estos negociados porque saben que son parte de la estafa política y no habrá cambios, pero la ausencia de un referente político de la verdadera oposición que organice a los ciudadanos, coordine esfuerzos y articule la insurrección cívico-militar crea incertidumbre, desánimo y desesperanza.

Este es el momento de sumar fuerzas con otros sectores civiles y militares que coincidimos en la necesidad de derrocar al régimen, aunque no compartamos el mismo modelo que debería sustituir al estado chavista. Esta es la hora de una oposición radical y militante que asuma sin complejos su papel de vanguardia para ser el referente de millones de venezolanos en la lucha insurreccional por la liberación de Venezuela.

 @humbertotweets

EL AUTOR es abogado y analista político,
con especialización en Negociación y Conflicto en California State University.

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