La “Realpolitick”, sin consideraciones valorativas, éticas, justas, religiosas o ideológicas, de alguna forma fue lo que aconsejó Maquiavelo al Príncipe, y el Cardenal Richelieu (1585- 1642) al rey Luis XIII (el mismo de los Tres Mosqueteros de Dumas).
Juan José Monsant Aristimuño
La semana que concluye sigue siendo tan tenebrosa como la anterior, porque la invasión de Rusia, de Putin, a su país vecino, Ucrania, tan antiguo en existencia como la misma Rusia pero por alguna razón de cultura más refinada y espiritualmente más conformada (y no nos referimos a lo religioso) ha sobrepasado los horrores de las excusas y acciones militares emprendidas por Adolfo Hitler y su partido Nacional Socialista Obrero Alemán para invadir a su vecina Polonia, el primero de septiembre de 1939.
Hitler no tenía excusa alguna para tal despropósito, pero al igual que ahora como lo hizo Putin, alegó que Polonia conspiraba con Francia y Gran Bretaña para desmembrar Alemania. La excusa de Putin fue que Ucrania había decidido: 1) integrase a la Unión Europea y 2) hacerse miembro de la OTAN; todo lo cual constituía un potencial peligro para la integridad territorial y seguridad de su amada Rusia.
Sin ánimo de hacer planteamientos académicos, sino de actuar como simple vulgarizador de ideas, filosofías, estrategias geopolíticas o remontarnos a la historia de la humanidad en su ansia de expansión en búsqueda de seguridad, dos expresiones en políticas se desarrollaron en la comunidad internacional. A lo menos en aquellas sociedades más avanzadas y dominantes del mundo occidental. Una de ellas fue la “Realpolitik”, concepto y término de origen alemán atribuido a Otto Von Bismark, conocido como Canciller o Mariscal Bismark, padre de la unificación alemana (1815-1898).
La “Realpolitick” política práctica, realista, oportuna, en definitiva son las acciones que emprendió para garantizar equilibrio de poderes en Europa sin consideraciones valorativas, éticas, justas, religiosas o ideológicas. Bismark logró hacerlo y le funcionó. De alguna forma fue lo que aconsejó Maquiavelo al Príncipe, y el Cardenal Richelieu al rey Luis XIII (el mismo de los Tres Mosqueteros de Dumas).
A su muerte se inició un proceso de sustitución de la Realpolitik, por la “weltpolitik” o” política mundial”, mediante la cual Alemania consideró necesario el rearme y la expansión territorial, no solo en Europa sino en ultramar. Lo primero fue el rearme y lo segundo, la construcción de una armada que superara a la inglesa en el control de los mares. Como puede constatarse esta nueva geopolítica introducida en Europa condujo a la Primera Guerra Mundial, y luego a la Segunda, cuando el “espacio vital” (Lebensraum) sustentado en las teorías de Frederick Ratzel, Rudolf Kejllen y el mismísimo Darwing justificaron la expansión territorial, para asegurar la grandeza nacional.
Esta caduca, destructiva e inútil teoría ha sido la excusa de Vladimir Putin para invadir a su vecina Ucrania, su participación en guerra de Siria, Chechenia, Georgia, Crimea, Kazajistan, y sus bases militares en Cuba, Venezuela y Nicaragua. Solo hay que pararlo a tiempo, si es que lo hay; sin pensar en la realpolitick ni lo políticamente correcto.
Y tomamos el término “políticamente correcto” para enraizarlo con la realpolitck, aunque hoy en día se ha vulgarizado de tal manera que nada tiene que ver con su origen, y se encuentra más deteriorado que el reguetón.
En la actualidad la expresión “políticamente correcto” se generó a mitad del siglo XX, como un deber ser. Esto es, el comportamiento que se debe adoptar, la palabra que se debe decir o evitar para no menoscabar, herir o vulnerar un derecho; para no menospreciar o disminuir a una persona o una situación debido a la raza, religión, preferencia sexual, política, nacionalidad o minusvalía.
Lamentablemente, con el tiempo, degeneró en un complacer a todos, decir o dejar de decir lo correcto en cuanto a los valores humanos se refiere, para estar de acuerdo con todos, donde la ética, la verdad y el deber ser, es sacrificado para no perder votantes, simpatías o popularidad. Lo que nos ha conducido al relativismo moral, a un dejar hacer y dejar pasar, para no ofender.
Las consecuencias de esto último nos llevan a la aparición y aceptación de un Putin, Ortega o Maduro, hasta la de un actor comediante que se permite hacer un chiste de la enfermedad y estética de una mujer, pero condenar la reacción del esposo ante el despropósito del comediante.
@jjmonsant
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