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Carlos Andrés Pérez, el demócrata

¿Exceso de autoestima? ¿de celo por el sacrosanto principio de la separación de poderes?

Hay quienes aseguran que la democracia de Venezuela murió por sobredosis democrática -valga el oxímoron- y que el artífice de tal exceso fue Carlos Andrés Pérez. La reflexión recobra vigencia, esta semana en la que se ha conmemorado el centenario del natalicio del hombre de Rubio.

“Un transeúnte insulta, a la rauda comitiva que acompaña a Carlos Andrés. Éste, da la orden de detener, hacer retroceder la caravana y en mitad de la misma calle, juramenta al ofensor, como su ministro”. El hipotético relato, autoría del siempre mordaz, Gonzalo Barrios, reflejaba ¿el exceso de autoestima? ¿de celo por el sacrosanto principio de la separación de poderes? ¿la sobredosis de democracia y pluralismo? de quien por dos veces fue presidente constitucional de Venezuela. 

CAP, en su segundo mandato, de manera suicida, se negó a impedir el nombramiento de Fiscal General, de quien le había jurado venganza; se abstuvo de imponer su peso político en la lucha interna por el control de Acción Democrática; hizo de su Consejo de Ministros una colcha de retazos, con parches, de la izquierda nostálgica, de la ¡jai! caraqueña y de ciertos exenemigos, para cerrar el círculo, con la desarticulación, por el propio Pérez, de la exigua mayoría con la que contaba en la Corte Suprema de Justicia. Todo fue a parar en la confabulación del Fiscal vengador, de la ya desarticulada Corte Suprema y de la fracción parlamentaria de AD, carente de la perspectiva histórica indispensable para autorizar el enjuiciamiento y separación de CAP del cargo de Presidente.

 Y de allí, directo a la actual tragedia de Venezuela y directo, también, a una oposición -nos referimos a la sincera no a la colaboracionista- que debe tomar consciencia que el exceso democrático, también mata.