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El Hombre más Sucio del Mundo I Crónicas I Omar Estacio

Se jactaba de alimentarse de animales muertos y beber de los sumideros. Vivió saludable, por casi un siglo gracias a la inmunidad, que le proveyó su desaseo.

Omar Estacio Z.

Los apestosos morales, por esta noche, pueden dormir tranquilos. Sus escalafones en el ranking de la indecencia universal, seguirán siendo plato fuerte de la presente columna. No obstante, por hoy y de manera muy excepcional, su lugar, lo tomará el insólito caso de, “El Hombre más sucio del Mundo”, hasta el día su lamentable fallecimiento, el  pasado, 25 de octubre, en Deshgah, distrito de Dirham, República Islámica de Irán.

Informa la agencia de noticias IRNA, a través de la Associated Press, que 60 años antes de marcharse al otro mundo, Amou Hají, juró, voto perpetuo de asquerosidad. Después de pensarlo bien, una mañana cualquiera, muy solemne, Hají se declaró enemigo acérrimo del agua y el jabón. Del desodorante. Del aseo bucal y axilar. Del cuidado del cuero cabelludo y no cabelludo. Pero sobre todo, del empleo de toda  forma de papel para higienizarse cualquier oquedad corporal y aquí, comienzan a profundizarse las diferencias entre la gente como el “Tío Hají”, apodo cariñoso que le dedicaron sus vecinos y los apestosos morales referidos al comienzo. Imposible para éstos el calificativo de “señor”. Menos aún ser apodados de manera “cariñosa” por más del asco absoluto que producen, lo que tampoco es óbice, para que el gentío se les arrime, no se les despeguen, porque el  humano, es un ser mal construido por fuera, por dentro y más vale apestoso moral, plata en mano, que cientos Diógenes de Sinope, con una voladora de honestidad desde un tonel de advertencias.

Su apariencia desaliñada, sobre todo su agresión contra olfato ajeno, desentonaban  el medioambiente y quizás con algún precepto de fe»

 En la República Islámica de Irán, si no te mueres de hambre, eres víctima de un atentado dinamitero o de un ayatollah que te condene a ser lapidado sin derecho a pataleo. Explicable, ante tales asechanzas, que las expectativas de vida de los iraníes, estén por debajo de los 70 años.

 Pese a su calidad, de objetor y anacoreta; de negacionista radical de la medicina tradicional y no tradicional; negacionista del COVID; de la sarna y de la comezón; de los hongos, sabañones, la caspa, la seborrea y de toda clase de enfermedades cutáneas y subcutáneas, incluidas las digestivas; del escherichia coli porque el señor Hají se jactaba de alimentarse de animales muertos y beber de los sumideros, el “Hombre más Sucio del Mundo”, vivió saludable, por casi un siglo gracias a la inmunidad, que le proveyó su desaseo.

 Días apenas antes de su deceso, una delegación de notables, a prudencial  distancia, pues nadie osaba acercársele, el señor Halí, fue “convencido” ¡si o  si! de darse su buena ducha. Su apariencia desaliñada, sobre todo su agresión contra olfato ajeno, desentonaban  el medioambiente y quizás con algún precepto de fe. Seis décadas pecaminosas, era tiempo suficiente antes de tomar cartas en el asunto.

 Hasta ahí llegó el campeonato absoluto del señor Hají. El solo contacto directo con el jabón y el H2O, fue fulminante. Aunque sobran candidatos con condiciones para sucederlo, ninguno ha formalizado la aspiración de ocupar su vacante. 

 El fanatismo religioso, es más asesino que cualquier conflicto armado y hay temor justificado por llenar plaza en tan digna posición.

@omarestacio 

El autor es abogado y periodista. Presidente emérito de la Federación de Colegios de Abogados de Venezuela y vicedecano del Colegio Nacional de Periodistas de Cuba, en el exilio.

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