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Joe Biden no sabe qué hacer con el chavismo I Opinión I Humberto González Briceño

No han pasado 90 días desde que los EEUU sacó a Malpica Flores de su lista de sancionados por narcolavado, cuando se produce esta nueva concesión graciosa al liberar en forma inaudita a los narcosobrinos.

Humberto González Briceño

En los mentideros políticos de Washington republicanos y demócratas se preguntan quién realmente está mandando en los Estados Unidos, porque ciertamente Joe Biden no es. El presidente Biden luce como el portavoz desganado de decisiones que otros han tomado y que el mismo exhibe gran dificultad en explicar optando por evadir las preguntas de los periodistas en sus conferencias de prensa. La administración Biden parece ser un gobierno controlado por un entramado de lobistas y grupos de interés cuyas luchas intestinas van perfilando la política norteamericana dando bandazos en un país cuya economía marcha a la deriva.

En lo internacional la administración de Biden (o los lobistas que la controlan) resolvieron embarcar a los Estados Unidos en financiar a Ucrania en su confrontación con Rusia sin importar los altos costos que esto ha traído para una economía de por sí deprimida. Al mismo tiempo los EEUU sigue mirando con desinterés la geopolítica en su área de influencia inmediata de las américas limitándose a relaciones protocolares sin mayor significación e impacto. El resultado se reduce a desaciertos como el fracaso en definir una política frente al narco estado chavista de Venezuela dirigido por Nicolás Maduro.

Resulta evidente que la administración Biden carece de una política coherente para enfrentar o relacionarse con el Estado chavista. El no saber cómo tratar al régimen chavista ha embarcado a los Estados Unidos en una cadena de decisiones improvisadas que tan solo han servido para fortalecer al chavismo. Es cierto que hay declaraciones retóricas desde Washington y Caracas donde ambos gobiernos se atacan mutuamente. Pero es solo eso, un barniz retórico que trata de ocultar los elementos de la política real que gobiernan las relaciones entre estos dos países que aunque parezcan antagónicas han resultado complementarias.

Durante los años de la administración de Donald Trump no hubo acuerdo dentro del gobierno norteamericano para desplegar una acción precisa y puntual que pusiera fin al régimen chavista. Una de las razones para descartar la intervención directa fue la ambivalencia del propio gobierno interino de Juan Guaidó que prefirió aventurarse con una operación improvisada (Gedeón)  en lugar de coordinar una acción militar con los EEUU profesional como habría sugerido el Pentágono. 

Sin embargo durante el gobierno de Trump se le puso precio a la cabeza de Nicolás Maduro y otros altos jerarcas del régimen chavista al tiempo que se desplegaban una serie de sanciones que buscaban aislar al régimen de Venezuela. Esta línea ha cambiado desde que Joe Biden llegó a Washington de la mano de un partido demócrata controlado por lobistas y por grupos que tienen intereses en ayudar al régimen chavista. Las sanciones contra el régimen chavista y sus jerarcas decretadas por Trump nunca fueron implementadas en su totalidad y ahora ya se da como un hecho cierto su levantamiento.

Pero no solo levantando unas sanciones simbólicas que nunca alcanzaron su plena potencia como el gobierno norteamericano le hace carantoñas al régimen chavista. Ya hace unas semanas la Oficina Anti narcolavado de los EEUU (OFAC) excluyó de su lista de implicados en narcolavado a Carlos Erik Malpica Flores, sobrino de Cilia Flores y figura clave en los manejos financieros del régimen.

Pero los gestos amistosos de Washington hacia el chavismo no terminaron allí. Hace unos días se confirmó oficialmente que como resultado de negociaciones secretas entre los gobiernos de Biden y de Maduro los narcosobrinos (Efraín Antonio Campo Flores, Francisco Flores de Freitas) recibieron perdón presidencial y quedaban eximidos de pagar condena por delitos de narcotráfico. A cambio el gobierno de Maduro liberaba a 7 ciudadanos estadounidenses injustamente detenidos en Venezuela. El canje ha sido defendido por ambas partes como un acuerdo por razones humanitarias, Pero es evidente que este evento se suma a la larga lista de errores y equivocaciones de Washington con el régimen chavista. No se puede equiparar las razones humanitarias para liberar a los siete ciudadanos norteamericanos quienes nunca tuvieron un juicio justo con las razones humanitarias para perdonar a los sobrinos de Cilia Flores que fueron apresados con las manos en la masa.

No han pasado 90 días desde que los EEUU sacó a Carlos Erik Malpica Flores de su lista de sancionados por narcolavado cuando se produce esta nueva concesión graciosa con el chavismo al liberar en forma inaudita a los narcosobrinos. Quizás no lleguemos a los 90 días antes de que Washington anuncie el levantamiento formal de las sanciones contra el régimen chavista y sus más altos operadores incluyendo al propio Nicolás Maduro. Los defensores de estos desaciertos de la política norteamericana argumentan que estas medidas forman parte de la estrategia de incentivos del gobierno de Biden para animar al régimen chavista a celebrar unas elecciones libres en el 2024.

Pero ni el gobierno norteamericano ni la blandengue falsa oposición venezolana han podido definir los parámetros de esas “elecciones libres”. De esta forma cualquier cosa que haga el chavismo refrendada por observadores internacionales de la estatura de José Luis Rodríguez Zapatero podría lograr la categoría de elecciones libres sobre todo si estas, tal como parece, serán avaladas por los Estados Unidos y la falsa oposición venezolana.

Una derrota de los demócratas en las elecciones parlamentarias de noviembre podría desacelerar la política de firmarle cheques en blanco al chavismo, pero solo un cambio de administración que regrese a la línea dura de los tiempos de Trump produciría cambios drásticos en la política norteamericana frente a Venezuela. Mientras tanto seguiremos viendo más este tipo de maromas improvisadas que terminan sosteniendo al régimen chavista.

@humbertotweets

EL AUTOR es abogado y analista político, con especialización en Negociación y Conflicto en California State University.

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