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La política: ¿servir o ser servido? I Letras Al Margen I Gustavo Luis Carrera

Al general Charles de Gaulle (1890-1970) se le atribuye esta frase: «La política es algo demasiado serio para dejarla sólo en manos de los políticos”.

Gustavo Luis Carrera      

           ¿Qué es la política? No es una pregunta fácil de responder. Pasa lo mismo que con la libertad, la justicia, la democracia; son palabras-idea, que todos creemos tener muy claras, pero que en el momento de explicarlas, terminamos señalando sólo uno de sus aspectos o aquello que nos parece más resaltante. Sobre todo, se pensará, que correspondería a los políticos contestar con más derecho. Pero, no olvidemos la verdad de una frase que anda por ahí, y que se atribuye al General De Gaulle: «La política es algo demasiado serio para dejarla sólo en manos de los políticos». Y pasemos a entrar en materia.                

            POLÍTICA. Si vamos a la etimología de la palabra, descubrimos que proviene del griego polis, que significa ciudad. Entonces diríamos, por extensión, que de lo que se trata es de los ciudadanos, de quienes viven en una ciudad. Y en efecto, la famosa aseveración de Aristóteles de que «el hombre es un animal político», hace referencia a que los humanos estamos condenados a vivir en sociedad, en una agrupación llamada ciudad (polis). Y las aglomeraciones humanas se rigen por sistemas administrativos y de gobierno, que terminaron por representar «la política». Los diccionarios resuelven el asunto de manera pragmática: «Ciencia que trata del gobierno de un Estado o de una sociedad» (es evidente que aquí «ciencia» se usa en el sentido de conjunto de conocimientos, y no de disciplina experimental); o: «Arte de gobernar y conservar el orden» (también es oportuno aclarar que «arte» se utiliza en su significado de «reglas propias de una profesión»; y cabría agregar que en vez de «conservar el orden», los políticos gobernantes se ocupan más de «conservar el poder»). Se ha dicho que la política es la única profesión que no exige saber ningún oficio ni requiere de un determinado nivel cultural. Y debe ser cierto, porque presidentes latinoamericanos reelectos son prácticamente iletrados, como el caso del boliviano Morales, que reconoció que de los libros sólo había visto las carátulas; del brasileño Lula, que confesó que únicamente había leído un libro en toda su vida, sin precisar si había sido el libro de lectura de educación primaria; del nicaragüense Ortega, que, en ignorante gesto demencial, decide despojar de su nacionalidad a compatriotas opositores, cosa que cualquier mente racional sabe que es imposible. Y la lista podría seguir. Demostrando que la política es una práctica donde el aparente éxito esconde el fracaso mental y ético.    

La degradación del término, no puede hacer olvidar que existe una concepción positiva y honesta de la función política, que se rige por el principio ético de servir”

            SERVIR A LA CAUSA SOCIAL. Simón Rodríguez, el Maestro Caminante de América, de quien nunca terminaremos de extraer enseñanzas, decía que los políticos y los responsables de los gobiernos estaban obligados a cumplir su deber: defender y propiciar «la causa social». Y así lo entendemos. Quien asume la responsabilidad del ejercicio de la política ha de tener la convicción de que, por esencia, su compromiso es con toda la sociedad, con todo un pueblo, con «la causa social» rodriguiana. O sea que de lo que se trata es del manejo de la cosa pública en favor de la colectividad a la cual se pertenece. Es lo racional y lógico, como una obligación ética. Ahora bien, las visiones sustentadas sobre la política son de la más diversa índole. Andrés Bello alertaba sobre el peligro de ver las ciencias y las artes desde un punto de vista político. Mientras el escritor francés Beaumarchais advertía que la política consiste en fingir ignorar lo que se sabe, y fingir que se sabe lo que se ignora. (¡Y cuántas veces no hemos visto ejemplos al respecto!). De cualquier modo, nada modifica nuestra convicción de que la política ha de corresponderse, naturalmente, con la voluntad de servicio público; y quien no tiene tal vocación, debe buscar emprender otro camino. Es cuestión de respeto y honestidad con «la causa social».    

            SERVIRSE A SÍ MISMO.  Lamentablemente, son tantos los casos de políticos profesionales y sobre todo de gobernantes -por elección o por imposición- que se dedican al  usufructo de los dineros públicos en su beneficio -así como de sus familiares, acólitos y paniaguados-, que el espíritu de servicio social queda deshecho por la corrupción imperante. Esta poderosa vertiente deformadora de la verdadera función política, ha conducido a la decepción generalizada de la población y a la condena de tan oprobioso vicio enriquecedor de castas políticas, militares, civiles, empresariales, sindicales; y pare usted de contar. Es una cadena que parte del primer eslabón: el máximo poder político. Esto ha llevado a conclusiones tan contundentes como la del escritor peruano Eric Frattini: «La política es el arte de obtener el dinero de los ricos y el voto de los pobres, con el pretexto de proteger a los unos de los otros«. Y a la más directa e innegable, del periodista suizo Louis Dumur; «La política es el arte de servirse de las personas, haciéndoles creer que se les sirve a ellas». Y ya que de citas se trata, nosotros traemos a colación la que está implícita en el título de nuestra reflexión de esta oportunidad, y que se encuentra en la Biblia, donde se establece que la esencia de la solidaridad humana es «servir, no ser servido» (Mateo 20:28). Y se agrega; «A eso vino el Hijo del Hombre». Diremos, entonces, que a eso debe orientarse la verdadera y sana política, regida por la palabra mágica: honestidad.        

            VÁLVULA: «La política, dimensión social deformada por la tergiversación de sus fines de parte de vivianes y corruptos, ha terminado por convertirse en un sinónimo de intereses oscuros y prácticas deshonestas. Esta degradación del término, que se explica por la mala experiencia pública, no puede hacer olvidar que existe una concepción positiva y honesta de la función política, que se rige por el principio ético de servir y no de ser servido».  

glcarrerad@gmail.com

EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.

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