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Realidad contra fiesta electoral I Opinión I Humberto González Briceño

No es casual que en la primera línea de las protestas y movilizaciones veamos a quienes aún son o hasta hace muy poco se autodefinían como chavistas.

Humberto González Briceño

Es una verdadera tragedia para Venezuela que lo que, de otra forma, podría ser el momento de mayor debilidad del régimen precisamente ocurra cuando no hay una verdadera oposición y, lo que es peor, ni siquiera un movimiento sindical y gremial mínimamente organizado.  

La realidad del colapso económico sigue arrinconando al régimen chavista que se ha declarado incapaz para recuperar la economía que él mismo enterró.  La revolución bolivariana destruyó el bolívar como signo monetario y con él los salarios condenando a millones de venezolanos a vivir en la más absoluta pobreza.

El mentado milagro económico chavista disfrazado de Bodegones, restaurantes, y espectáculos públicos queda al desnudo cuando el venezolano que aún puede tener un empleo o una jubilación solo dispone de 5 dólares o menos para comprar la comida del mes. Según analistas la canasta básica estaría alrededor de los 400 dólares.

El diferencial de 5 dólares a 400 solo puede ser resuelto por la vía de la mendicidad, el mercado negro y las transferencias de dólares de familiares que viven en el exterior. Para quienes no pueden acceder a esas opciones solo queda escarbar comida en la basura, escena que por lo frecuente ya no impresiona a nadie en Venezuela.

Se salvan de este destino quienes trabajan para los partidos políticos, pero ni las furibundas, fanáticas y recalcitrantes bases chavistas están protegidas de la masificada y democratizada por su propio régimen.

El deterioro del salario se ha convertido en la epifanía de muchos chavistas que ahora están experimentando un despertar de su delirio bolivariano para súbitamente caer en cuenta que con el chavismo no es posible, ni lo será jamás, llegar a la tierra prometida.

No es casual que en la primera línea de las protestas y movilizaciones veamos a quienes aún son o hasta hace muy poco se autodefinían como chavistas. Haciendo un rápido paneo por las radios y la prensa regional vemos como ahora con más frecuencia aparecen venezolanos que identificándose como chavistas le exigen al gobierno de Nicolás Maduro en nombre de la revolución que indexe los salarios y dolarizar la economía.

Los operadores del régimen saben que sin industria petrolera operativa y sin otras industrias operando es imposible recuperar la economía. Y si el régimen emprendiera una rectificación tratando de enmendarse a sí mismo podría tomar hasta 30 años para ver algunos resultados según analistas.

El régimen ha logrado hasta ahora imponerse sobre el resto de los venezolanos apoyándose en sus fuerzas militares y sus bandas de colectivos. El problema es que la situación económica es tan grave que cada día es más difícil calmar el malestar y la impaciencia de sus propias clientelas civiles y militares cuyos ingresos cada día valen menos.

Si la fidelidad militar se resquebraja y la militancia chavista se lanza contra su propio régimen podríamos estar en la antesala de una versión inédita del 27 de febrero de 1989. Inédita, porque a diferencia de aquel, este podría marcar el derrumbe del régimen en cuestión de horas.

Este escenario probable y plausible puede llevar a un diferimiento indefinido de las elecciones, aunque para guardar las formas el régimen tendrá que encontrar alguna justificación más épica como un intento de golpe de Estado o de magnicidio. 

Lo cierto es que de aquí en adelante la terca realidad, que de alguna forma expresan las propias bases chavistas, es el peor enemigo del régimen.-

Humberto González Briceño

Es una verdadera tragedia para Venezuela que lo que, de otra forma, podría ser el momento de mayor debilidad del régimen precisamente ocurra cuando no hay una verdadera oposición y, lo que es peor, ni siquiera un movimiento sindical y gremial mínimamente organizado.  

La realidad del colapso económico sigue arrinconando al régimen chavista que se ha declarado incapaz para recuperar la economía que él mismo enterró.  La revolución bolivariana destruyó el bolívar como signo monetario y con él los salarios condenando a millones de venezolanos a vivir en la más absoluta pobreza.

El mentado milagro económico chavista disfrazado de Bodegones, restaurantes, y espectáculos públicos queda al desnudo cuando el venezolano que aún puede tener un empleo o una jubilación solo dispone de 5 dólares o menos para comprar la comida del mes. Según analistas la canasta básica estaría alrededor de los 400 dólares.

La realidad del colapso económico sigue arrinconando al régimen chavista»

El diferencial de 5 dólares a 400 solo puede ser resuelto por la vía de la mendicidad, el mercado negro y las transferencias de dólares de familiares que viven en el exterior. Para quienes no pueden acceder a esas opciones solo queda escarbar comida en la basura, escena que por lo frecuente ya no impresiona a nadie en Venezuela.

Se salvan de este destino quienes trabajan para los partidos políticos, pero ni las furibundas, fanáticas y recalcitrantes bases chavistas están protegidas de la masificada y democratizada por su propio régimen.

El deterioro del salario se ha convertido en la epifanía de muchos chavistas que ahora están experimentando un despertar de su delirio bolivariano para súbitamente caer en cuenta que con el chavismo no es posible, ni lo será jamás, llegar a la tierra prometida.

No es casual que en la primera línea de las protestas y movilizaciones veamos a quienes aún son o hasta hace muy poco se autodefinían como chavistas. Haciendo un rápido paneo por las radios y la prensa regional vemos como ahora con más frecuencia aparecen venezolanos que identificándose como chavistas le exigen al gobierno de Nicolás Maduro en nombre de la revolución que indexe los salarios y dolarizar la economía.

Los operadores del régimen saben que sin industria petrolera operativa y sin otras industrias operando es imposible recuperar la economía. Y si el régimen emprendiera una rectificación tratando de enmendarse a sí mismo podría tomar hasta 30 años para ver algunos resultados según analistas.

El régimen ha logrado hasta ahora imponerse sobre el resto de los venezolanos apoyándose en sus fuerzas militares y sus bandas de colectivos. El problema es que la situación económica es tan grave que cada día es más difícil calmar el malestar y la impaciencia de sus propias clientelas civiles y militares cuyos ingresos cada día valen menos.

Si la fidelidad militar se resquebraja y la militancia chavista se lanza contra su propio régimen podríamos estar en la antesala de una versión inédita del 27 de febrero de 1989. Inédita, porque a diferencia de aquel, este podría marcar el derrumbe del régimen en cuestión de horas.

Este escenario probable y plausible puede llevar a un diferimiento indefinido de las elecciones, aunque para guardar las formas el régimen tendrá que encontrar alguna justificación más épica como un intento de golpe de Estado o de magnicidio. 

Lo cierto es que de aquí en adelante la terca realidad, que de alguna forma expresan las propias bases chavistas, es el peor enemigo del régimen.

@humbertotweets  

EL AUTOR es abogado y analista político, con especialización en Negociación y Conflicto en California State University.

https://www.larazon.net/category/humberto-gonzalez-briceno