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¿Por qué escribo en La Razón? I Letras Al Margen I Gustavo Luis Carrera

Jerónimo Carrera (1922-2013), el mayor de mis hermanos, camarada de toda la vida y presidente del Partido Comunista de Venezuela, había sido colaborador de La Razón durante muchos años, en temas internacionales.

Gustavo Luis Carrera                     

            Escribir para difundir ideas es un acto volitivo, muy personal, que conlleva una señalada responsabilidad ante un público lector. Responde a una doble esencia: la subjetiva, que está determinada por una vocación íntima; y la colectiva, que se corresponde con un compromiso social. Allí encaja lo que se suele llamar periodismo de opinión; y ello en razón de su condición de aparición periódica, así como de su propósito difusor de planteamientos y de ideas, es decir de una interpretación de los hechos, más allá de lo meramente informativo. Antiguamente los diarios tenían una página reservada para este tipo de escritos temáticos. Pero, desde hace 28 años contamos con un semanario que dedica todo su espacio al periodismo de opinión: La Razón.  ¿Por qué escribo para sus páginas? Veamos un intento de respuesta.  

            COMIENZO.  ¿Cómo comencé a escribir en La Razón? La explicación es muy precisa. El mayor de mis hermanos, Jerónimo Carrera, camarada de toda la vida, y en su último tiempo Presidente del Partido Comunista de Venezuela, había sido colaborador del periódico durante muchos años, en temas internacionales (él era egresado de la Escuela de Estudios Internacionales de la UCV). A su fallecimiento, la distinguida amiga Alejandra Hurtado me pidió que escribiera un esbozo sobre la personalidad de mi hermano, pues él era muy estimado en el semanario. Mi texto fue publicado, y ella me propuso que yo tomara el relevo, continuando con la responsabilidad de un espacio fijo semanalmente. Argumenté que aceptaba, con la condición de una absoluta libertad temática, no sólo de opinión, sino del asunto mismo a tratar. Se me contestó que esa era la política del periódico: opinión y temas en absoluta libertad. Insistí en que de pronto yo me iría de los tópicos habituales y llegaría a la literatura y las artes, y que mi columna se llamaría, por tal libertad, LETRAS AL MARGEN. Todo se aceptó de la manera más digna y propicia; y pasé a formar parte del destacado equipo de colaboradores habituales del periódico. Al comienzo sentí las proporciones comprometidas del reto: producir un texto cada semana. Pero, esto fue en beneficio del escritor que soy. La periodicidad y la dimensión -escritura semanal y espacio determinado- fueron pruebas de fuego para quien escribía en la más absoluta libertad de tiempo y extensión. Tal disciplina ha resultado uno de los grandes entrenamientos creativos para el escritor.   

            DESARROLLO. El 19 de mayo de 2023 cumplí 10 años colaborando  semanalmente en el mantenimiento de la esforzada estructura del edificio ideológico levantado en honor de la libertad del pensamiento y que lleva el nombre de La Razón. Mi primer texto fue: «Conciencia nacional». He escrito sobre libros, temas de humanismo universal, de literatura, de cultura general, de historia, de política, de tradiciones populares, de arte, de lenguaje, de espiritualidad; en fin, todo un mundo temático, de orden pragmático y de proyección simbólica. He tenido siempre conciencia de que en un periódico donde predominan los temas de actualidad, ha sido un hecho de particular significación el haber aceptado una columna atemporal como LETRAS AL MARGEN, en su significación como apertura hacia el pasado histórico y el futuro previsible. Y ha resultado para mí un estímulo de alto rango: escribir para lectores pensantes. Puede que mis criterios no sean plenamente compartidos por todos; pero, lo que registro y manejo en mis crónicas de opinión está debidamente investigado y comprobado, aplicando los criterios de la crítica universitaria: fundamento documental y explicitación conclusiva. Si algo coloco en primer lugar, siguiendo la pauta del semanario, es el respeto a la inteligencia y la sagacidad del lector. 

            CONCLUSIONES. He sido escritor, «en la sombra», desde los catorce años; profesor de literatura, «pane lucrando», ahora jubilado, en la UCV, a los veinticinco años; colaborador en periódicos desde 1958, en el Suplemento Literario de El Nacional, por invitación de Juan Liscano; y cronista habitual en La Razón desde 2013, donde ya sumo más de cuatrocientas setenta crónicas. Escribo para La Razón porque su principio deontológico está expresado en sus propias líneas de presentación: «La Razón es un periódico independiente, de circulación nacional, de información general, con una clara vocación latinoamericana, defensor de la democracia pluralista y participativa» Y agrega un principio esencial: «Acoge en sus páginas todas las tendencias del pensamiento». Para culminar con la decidida advertencia de que el periódico rechaza presiones y censuras, por respeto a los autores y en particular a los lectores. El cumplimiento efectivo de estos principios básicos ha sido una norma privilegiada por La Razón, ya con 28 años de digna y encomiable existencia. Para complementar su declaración de fe democrática, el periódico ha anexado, como estandarte, el aserto de Evelyn Beatrice Hall (1868-1956), escritora inglesa, autora de una biografía de Voltaire y responsable de una famosa frase que ella incorpora para ilustrar el pensamiento volteriano, y que se ha difundido ampliamente como si perteneciera al propio Voltaire: «Estoy en desacuerdo con lo que dices; pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo». Una apertura ideológica de esta magnitud es excepcional en un medio que se ha ido caracterizando por una polarización reductiva, contraria a la esencia unitaria, tolerante, de una nación. Escribo para La Razón porque sé que me dirijo a mentes lúcidas que de algún modo procesan lo leído de manera inteligente y provechosa. Escribo para espíritus limpios de prejuicios y de discriminaciones, que se abren al conocimiento propicio y a la reflexión analítica. Escribo en La Razón porque llevo en la sangre y en el alma la condición venezolana de la angustia por un país que se debate en la confusión dubitante y la perniciosa desorientación producidas por la frustración ante promesas públicas incumplidas. Escribo en La Razón, finalmente, aplicando el sagaz principio de «escribe, que algo queda»; en este caso con el avenimiento de la experiencia aleccionadora para un escritor de la colaboración periódica, y el cumplimiento del deber histórico para un intelectual venezolano ubicado en la encrucijada que indica el compromiso solidario con el presente y el porvenir de su país, de su pueblo. 

           VÁLVULA: «Así como me enorgullece escribir en La Razón para lectores mentalmente bien apercibidos, que son nuestro objetivo primordial, debo hacer dos declaraciones procedentes. Escribo en La Razón haciendo equipo con destacados autores, conscientes en su sentir solidario con su país y con las causas nobles. Escribo en La Razón disfrutando del privilegio de un periódico manejado por mentes de clara honestidad pensante y progresista, así como de sincera y sostenida apertura ideológica. Singulares razones para formar parte de tan excepcional experimento de libre cultura dialéctica».    

glcarrerad@gmail.com

EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.

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