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¿Es el socialismo una creencia mítica o un planteamiento racional? I Letras Al Margen I Gustavo Luis Carrera

Dos corrientes centrales en la ideología socialista: los socialdemócratas, y los marxistas, con un programa radical de estatización en ruta hacia el comunismo, bajo la sombra de Carlos Marx.

Gustavo Luis Carrera I LETRAS AL MARGEN                

    Las doctrinas políticas son concepciones programáticas que deben someterse a la prueba de la práctica para demostrar su validez, su eficacia. Es decir, que todo lo contenido en una propuesta ideológica, en un plan social organizativo, necesita ser corroborado en una praxis que pruebe su capacidad de realización y de conservación. O sea que la ideología es un supuesto, y la verdad empírica lo materializa y determina su duración histórica. Si hay una concepción doctrinaria significativa en nuestro tiempo es la propia del socialismo. Es del caso proceder a una aproximación efectiva a su esencia y su materialización.      

    ORIGEN DEDUCTIVO Y RACIONAL. ¿Cómo nace el pensamiento socialista? Desde nuestro punto de vista, la Revolución Francesa, en 1789, con la incorporación a la sociedad del llamado Tercer Estado (burgueses, artesanos, campesinos, gente del común), además de los otros dos estamentos existentes (la nobleza y el clero), en nombre de dos postulados básicos: libertad e igualdad, puso a flotar en el aire político una «conciencia social» que habría de permanecer. De allí emana la percepción de que hay un sector de la sociedad que es marginado, el de los desposeídos, de los más débiles económicamente, cuyos derechos a la libertad y a la igualdad debían ser reconocidos y cumplidos. La experiencia demostraba esta realidad y la razón imponía la defensa de tales derechos. Por eso, en las primeras décadas del siglo XIX, en tierras americanas, Simón Rodríguez plantea reiteradamente la necesidad de atender la «causa social»; al tiempo que el conde Henri de Saint-Simon, en Francia, difunde las primeras concepciones de necesaria convivencia humana y de justicia social que habrían de originar en Europa el llamado (mal llamado) socialismo utópico. De allí surgen dos corrientes centrales en la ideología socialista: los socialdemócratas y los marxistas. Los primeros con un planteamiento de convivencia con el capitalismo y de resguardo del estatus de la propiedad privada; y los segundos con un programa radical de estatización absoluta de los medios de producción y de consumo, eliminando la propiedad privada, en ruta hacia el comunismo, bajo la sombra de Carlos Marx y de Federico Engels. Luego Lenin, en Rusia, desviará el proceso de convencimiento hacia la toma del poder por la fuerza, dando origen al sistema socialista soviético, sin libertad y sin igualdad. Es decir, que habiendo partido de un origen deductivo y racional, el socialismo derivó hacia la imposición de un Estado omnímodo, todo poderoso, de férreo control de las libertades públicas y de establecimiento de un mediocre nivel de vida para la colectividad.   

El socialismo radical ha fracasado como sistema político al no respetar derechos civiles básicos”

    FRACASO EXPERIMENTAL. En la práctica, el sistema socialista ha fracasado estruendosamente en el ámbito mundial. De manera particular ha sido significativo el representado por la Unión Soviética; aniquilada después de setenta años de ejercicio de un régimen guiado por la eliminación de la propiedad privada y la feroz restricción de la libertades públicas. Situación semejante se advierte actualmente en los gobiernos dictatoriales que se autoproclaman como decididamente socialistas: China, Corea del Norte, Vietnam, Cuba, donde se impone el principio despótico del partido único comunista (ausencia de libertad) y de la aceptación de multimillonarios o de una nomenclatura política de dirigentes privilegiados (ausencia de igualdad). Inclusive una deformación se observa en los partidos políticos europeos (Francia, España, Portugal) autodenominados «socialistas»,  que cuando llegan al poder lo ejercen -y se aferran a conservarlo- manteniendo un régimen que acepta la existencia de gigantescos grandes capitales e inclusive de posesiones coloniales. ¿Dónde quedó la esencia solidaria con el pueblo de la causa social de Simón Rodríguez? ¿Y dónde el sueño de un convenimiento social de Saint.Simon? ¿Y en qué polvoriento museo reposan los postulados de libertad y de igualdad de la Revolución Francesa?     

    ¿UNA DOCTRINA PRETERIDA? Como quiera que sea, sin omitir el fracaso de la aplicación práctica del ideario socialista extremista, fuerza es reconocer que el socialismo, como corriente del pensamiento contemporáneo, cambió señaladamente el enfoque de la organización social. Su proyección ha hecho que en todo programa político, de cualquier tendencia, haya un capítulo sobre el condicionante social. Ha logrado, sencillamente, que el vasto segmento social que se suele llamar el pueblo esté en la primera línea de importancia cuando se aspira a la transformación real de un orden colectivo. Si bien es cierto que el sistema socialista ha fracasado en eliminar la pobreza y la desigualdad, no debe olvidarse que el sistema capitalista tampoco lo ha logrado. Mientras las tendencias agrupadas en la socialdemocracia -que debería ser lo que proclama su denominación: un socialismo democrático- con frecuencia desmerecen de su calificativo y se convierten en retóricos remedos del capitalismo, más preocupados por la politiquería que permite detentar el poder y por los beneficios personales, que por la «causa social». De hecho, parecería que el socialismo liquidó su oportunidad histórica, como evidencia su fracaso en tanto sistema plausible. Pero, no debe olvidarse que justamente la historia es la suma de experiencias, es decir de éxitos y de fracasos, de permanencias y de rupturas. Las rémoras que signan el sistema capitalista exigen un replanteamiento del orden social, y siempre estarán allí dispuestas las ideas básicas del socialismo progresista. A fin de cuentas, la doctrina socialista se presenta preterida, en un camino de revisiones y de transformaciones, en una perspectiva histórica que no se cierra. El futuro impondrá su dictamen. Mientras nosotros adquirimos la convicción de que sin libertad y sin propiedad privada no hay sociedad estable.           

    VÁLVULA: «El socialismo radical ha fracasado como sistema político al no respetar derechos civiles básicos, imponiendo una absoluta estatización de los sistemas de producción y de consumo. Pero, sembró una «conciencia social» que permanece en el pensamiento político contemporáneo. Su futuro dependerá de rectificaciones y procesos evolutivos a los cuales sólo el devenir histórico podrá dar validez y eficacia».                                                                                                                                                                                                                             glcarrerad@gmail.com

EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.

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