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 Sin libertad y sin propiedad privada no hay sociedad estable y justa I Letras Al Margen I Gustavo Luis Carrera 

Artículo 115, de nuestra Constitución: «Se garantiza el derecho de propiedad. Toda persona tiene derecho al uso, goce, disfrute y disposición de sus bienes.

Gustavo Luis Carrera  I  LETRAS AL MARGEN                      

      Si a ver bien vamos, los aspectos definitorios de la democracia y del socialismo-comunismo se refieren a la posición asumida frente a dos categorías político-sociales fundamentales: la libertad pública y el resguardo de la propiedad privada. Según la concepción adoptada y la praxis ejecutada al respecto, se definen basamentos conceptuales y ejercicios de gobierno. Sí, son piedras angulares de los edificios ideológicos de nuestro tiempo.

      LA LIBERTAD. Parecería inútil discutir la validez de la libertad como principio básico de las aspiraciones democráticas contemporáneas. No en vano ya en 1789 figuraba como la primera reivindicación de la Revolución Francesa y del nacimiento de la República. En efecto, la democracia enarbola la libertad pública de todos los ciudadanos como su bandera principista estelar. Libertad significa libertad de pensamiento, de expresión, de asociación, de movimiento, de manifestación, de difusión pública. O sea, toda una estructura defensora de los derechos inherentes a la liberalidad de la persona. Al margen de esta posición, surge, a partir del siglo XIX, y sobre todo en lo práctico, en las primeras décadas del XX, una concepción transformadora del fundamento liberal, proponiendo un sistema que posterga la libertad, anulándola en el presente y remitiéndola a un futuro incierto. «Dame tu libertad hoy y la recibirás mañana con creces»: así puede resumirse el planteamiento. Pero, ese mañana no llegó nunca. De hecho, el ensayo de tal política ilusoria y engañosa lo hizo el socialismo-comunismo con un resonante estandarte: la URSS; para terminar en un estruendoso fracaso de consecuencias internacionales. Inclusive se llegó al extremo insólito de convencer a sus más fieles adeptos, en diversas latitudes mundiales, de la validez de una «dictadura del proletariado» como una forma de «democracia» revolucionaria. Exabrupto -contradictorio en sí mismo- que no resiste el más somero análisis lógico. Por encima de todo, resalta la certidumbre de que la libertad es el fundamento de la vida auspiciosa y creativa de un pueblo. ¿Y qué dice nuestra Constitución al respecto? Veamos: Artículo 1: «…derecho irrenunciable de la Nación […] es la libertad». Artículo 2: «Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia que propugna […] la libertad».     

En el fracaso del socialismo-comunismo pueden señalarse diversas razones, inclusive geopolíticas y de índole económica”

      LA PROPIEDAD PRIVADA. La tendencia humana natural es a considerar de su dominio lo que siente como propio. Sin embargo, fue necesario un largo proceso histórico para que se impusiera la validez del principio de la propiedad privada. Más allá de las monarquías y de los señorazgos, surgió el derecho a la posesión de la propiedad manejada como tal. Una vez que se aceptó que cada quien era propietario de lo que le pertenecía: sus haberes, su casa, su terreno, se fundó un sistema social y económico que pervive hasta la actualidad. Hay escasas excepciones, referidas a países de partido único, sin renovación de mandatario, que no respetan este principio esencial de equilibrio social. En efecto, de manera inusitada, se manifiesta la concepción socialista-comunista, como un movimiento de opinión orientado por la idea de que el Estado sería el dueño absoluto de toda propiedad existente; es decir: se creaba un Estado omnipoderoso, a cargo de todos los sistemas de producción y de distribución, y proclamando la «propiedad social» en lugar de la propiedad privada. Fue la consigna ideológica y la práctica ejecutada del socialismo-comunismo. La utopía radicaba en suponer que el Estado garantizaba mayor honestidad administrativa, derivándose un mayor crecimiento económico; y que la eliminación de la propiedad privada conduciría a una «socialización» de la colectividad. En la práctica, resultó cierto el dicho popular de que lo que es de todos no es de nadie, y no tiene ni responsables ni dolientes; mientras disfrutaba de alto nivel de vida la nomenclatura del partido de gobierno. En tanto cada quien, al no sentirse dueño de lo suyo, no echaba raíces en ninguna parte y vivía en permanente inseguridad. El fracaso de esta experiencia no ha impedido, sin embargo, que unos pocos países, empecinados en conservar un poder político autocrático, se aferren a una eliminación de la propiedad privada que no sólo es aberrante, sino anti-histórica. ¿Y qué dice nuestra Constitución de la propiedad privada? Artículo 115: «Se garantiza el derecho de propiedad. Toda persona tiene derecho al uso, goce, disfrute y disposición de sus bienes. La propiedad estará sometida a a las contribuciones, restricciones y obligaciones que establezca la ley con fines de utilidad pública o interés general. Sólo por causa de utilidad pública o interés social, mediante sentencia firme y pago oportuno de justa indemnización, podrá ser declarada la expropiación de cualquier clase de bienes».      

Solamente la salvaguarda de la libertad como bien esencial y el respeto a la propiedad privada, pueden dar vida estable a una sociedad»

      ADVERTENCIA SUBJETIVA. En un balance personal, es del caso referir una anécdota subjetiva. Mi padre, que era de profesión comerciante, y gran lector que escribía poemas y cuentos, con la experiencia de sus largos años, me decía que sin libertad y sin propiedad privada, fracasaría el socialismo. Yo, en plena efervescencia ilusoria juvenil, le discutía, alegando que al menos valía la pena realizar el experimento socialista. Inclusive hasta llegué a decirle que sus ideas eran propias de otro tiempo, que el pensamiento nuevo era más avanzado y renovador. Ahora lo reconozco: ¡cuánta razón tenía mi padre! No puedo decírselo, porque ya no está. Pero, ¡cómo estaba en lo cierto! Y ahora tomo su planteamiento como fundamento de estas líneas, en homenaje a su penetrante aserto. En el fracaso del socialismo-comunismo pueden señalarse diversas razones, inclusive geopolíticas y de índole económica; pero, en la base, en su proyección social y humana, sobresalen como causas decisivas la carencia de libertad y de propiedad privada. Son las piedras de toque para la identificación de un sistema democrático, diferenciándolo de un proceso socialista extremista. En resumidas cuentas, salta a la vista la veracidad irrefutable de nuestro aserto: sin libertad y sin propiedad privada no hay sociedad estable y justa. Lección del presente hacia el futuro.  

      VÁLVULA: «Solamente la salvaguarda de la libertad como bien esencial y el respeto a la propiedad privada pueden dar vida estable a una sociedad, guiándola hacia la justicia y la equidad. Es un paradigma que la experiencia corrobora indefectiblemente y que debe asentarse en todo espíritu amante de su pueblo y en sintonía con su tiempo».

 glcarrerad@gmail.com

EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.

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