Monseñor Baltazar Porras, arzobispo de Mérida y expresidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, asegura que la crisis actual es producto de políticas erradas
Patricia Marcano
Entre los arzobispos y obispos venezolanos existe una gran preocupación. Quedó plasmada hace un mes en la Exhortación Pastoral del Episcopado, tras la reunión de la CIV asamblea ordinaria, y aunque la inquietud pueda parecer circunscrita al clero, el monseñor Baltazar Porras, arzobispo de Mérida, hace una aclaratoria: “La preocupación no es solo de los obispos, nosotros recogemos el sentir de la gente y hablamos por ellos”.
Falta de medicamentos, atención hospitalaria y escasez de alimentos. Violencia, impunidad, “devaluación diaria de la moneda con las terribles consecuencias en el costo de bienes y servicios”, “el gravísimo problema de las mal llamadas zonas de paz”. “Urge tomar medidas económicas sensatas en el marco de la Constitución y las leyes, que impidan ese absurdo y nocivo mecanismo de una política económica equivocada que enriquece a unos pocos y empobrece a la mayoría”, se lee en la declaración de julio.
Cuando se le pregunta a Porras cómo ve la situación del país, hace referencia a la Pastoral, que califica de gravísima y dura a la realidad actual y cuyas consecuencias lamenta el también expresidente de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), pues ha llevado a los venezolanos a una lucha primitiva por sobrevivir.
“Hay una serie de factores que están incidiendo en la convivencia fraterna, tranquila y serena. No son un secreto para nadie las dificultades actuales por la situación económica del país: las colas interminables, los altos precios. Hay una realidad completamente difícil y que se vuelve extrema en algunos lugares porque el desespero genera los saqueos y una situación que es totalmente indeseable”.
¿Por qué se ha llegado a este extremo?
Toda esta situación es producto de una política errada, como señalan todos los especialistas en la materia. Cada día se vive la angustia de no encontrar lo que se necesita, y cuando se encuentra entonces no tienes el dinero suficiente porque todo cambia de precio de un día para otro. A esto se suma que hay pocas empresas productivas en el país.
No se ve que las medidas que se tomen vayan por buen camino. Lo que hay es una acusación, se dice que hay que luchar contra una serie de guerras que, aparentemente, están allí, como si el Estado no tuviera ninguna responsabilidad en lo que ocurre. Si fuera cierto que esas guerras se estuvieran dando pues entonces lo que queda claro es la incapacidad del gobierno de ponerle coto a esa situación.
Además el dinero se está despilfarrando en lugar de ser invertido en trabajo para que la gente no tuviera que estar mendigando ni la comida ni ningún otro beneficio, sino que sea producto de su propio trabajo y tenga la posibilidad de escoger.
[quote_right]“Es necesario crear una auténtica equidad e igualdad en el país”[/quote_right]¿Esta situación está afectando a también a la iglesia?
Como a todos, nos afecta a todos por igual. En nuestro seminario, donde estudian más de 120 muchachos de diversas regiones del occidente del país, también tenemos dificultad para conseguir el alimento de cada día. Uno de los jóvenes que fue a Caracas nos comentó que le traía a su mamá unas cositas pero no se las dejaron traer porque eso era irregular. Imagínate, que sea irregular tener tres o cuatro paquetes de comida o de una cosa básica en la maleta.
Esta situación te pone ante una realidad que es lacerante, que no puede reconocerse como la presenta el sector oficial, que quiere achacar una culpabilidad en el mal comportamiento de los ciudadanos. La realidad te lleva a estas situaciones nada deseables ni nada buenas, nos convierte a todos en seres que quieren sobrevivir a costilla de lo que sea, como explotadores los unos de los otros, que crispa los ánimos. Ante esto no podemos perder la esperanza, tenemos que ser creativos y buscar en medio de estas situaciones las muchas posibilidades que hay de vivir en paz, respetándonos los unos a los otros.
¿Usted ha tenido que hacer cola por comprar alimentos?
Aquí en Mérida hay que hacer cola hasta para la gasolina. Estas cosas, como muchas otras que padecemos a diario, deberían ser la preocupación mayor de todos los que nos dirigen, porque la felicidad se consigue cuando es para todos, no solamente para algunos, para unos privilegiados o para algunos que son mas vivos que otros. Es necesario crear una auténtica equidad e igualdad en el país.
¿Las diócesis reciben algún subsidio del Estado para mantenerse?
No, eso ya no existe
¿Y cómo hacen para subsistir?
De la generosidad de la gente. La gente sencilla y humilde es realmente la que hace el milagro de la multiplicación de los panes y peces de cada día. Es así para el seminario, para los ancianatos y para las distintas obras sociales que tenemos. De todos los sitios donde se producen verduras y hortalizas la enorme generosidad de la gente nos permite tener esos alimentos. Hay otros que son mas difíciles de conseguir como las carnes, pero la generosidad de la gente es mucho mayor de lo que muchas veces pensamos y creemos. Unas veces se manifiesta en especies, otras en dinero, trabajo, en capacidad o en ideas que permiten superar esos momentos de crisis.
¿De qué viven los sacerdotes en Venezuela, cómo hacen?
Viven de su trabajo, de la cercanía con la gente, de la ayuda espiritual para armarse interiormente y poder afrontar con mayor serenidad todas las circunstancias, no para huir de la realidad. Y esto se ve día a día. En lugar de disminuir, crece ese sentido de participación, esa necesidad de armarse de valores éticos, de principios, de virtudes que todos tenemos, en nosotros y en la población. Es necesario que entendamos cuál es el rol que debemos jugar cada uno como persona y que es estar siempre al servicio de los demás, el servicio al otro y sobre todo al servicio de los más pobres.
“Hay ventajismo y falta de equidad”
Así como la Pastoral del Episcopado Venezolano se refiere a la crisis actual, también plantea caminos para superarla: “Todo el pueblo debe participar con responsabilidad en el proceso electoral de diciembre próximo. En las actuales circunstancias resultan de muy significativas e importantes. Es un deber que no podemos eludir. Es la oportunidad de la recomposición política y social del país (…) Trabajar por un proceso limpio, participar con valentía pero con respeto, denunciar con verdad, es obligación ciudadana y cristiana. Los responsables de garantizar el orden público y la pulcritud del proceso electoral, deben asumir la misión que les asigna la Constitución para que los comicios se desarrollen en igualdad, en paz y en libertad”.
Pero este exhorto se realiza en medio de un ventajismo que monseñor Porras rechaza y por el cual pide a los venezolanos participar activamente y ser protagonistas para generar un cambio, en lugar de esperar que otros resuelvan los problemas.
¿Cómo interpreta las inhabilitaciones de opositores?
Las inhabilitaciones lo que demuestran es un ventajismo y la falta de equidad en los Poderes Públicos. Estos deben estar al servicio de los ciudadanos y no al servicio de quienes están en el poder. No se puede estar solamente al servicio de los míos, hay que estar al servicio de todos y solo conversando, solo con transparencia y poniendo los problemas sobre la mesa, es como entre todos debemos buscarle solución a ellos. Por eso la insistencia en el diálogo es el reconocer la existencia del otro.
[quote_center]“Hay una realidad completamente difícil y que se vuelve extrema en algunos lugares porque el desespero genera los saqueos y una situación que es totalmente indeseable”[/quote_center]
¿Y las limitaciones sobre la presencia de observadores internacionales?
Creo que eso pone en evidencia el miedo o el ocultamiento de un gobierno que se jacta de tener el mejor sistema electoral del mundo y el más transparente. Cuando las cosas son transparentes uno no tiene ningún miedo de que alguien venga, vea y observe. El no hacerlo lo que hace es que tanto la comunidad internacional como la interna se ponga más alerta. Ahora, esto no quiere decir que no hay nada que hacer. No, sí hay mucho que hacer. Nosotros mismos debemos ser veedores de un proceso electoral a pesar de todas las irregularidades que están a la vista, porque debe respetarse la voluntad de la gente y no la voluntad de un sector, ni mucho menos la voluntad de quienes tienen el poder en sus manos.
Pero hay quienes dudan que pueda hacerse algo
La desesperanza no debe crecer por esto. Todos estos problemas han surgido producto de malas políticas, no solo del gobierno sino también de la propia sociedad. No podemos ser ajenos a ellos y pensar que otros van a venir a resolvernos los problemas. Hay que ser protagonistas, debemos ser conscientes de qué es lo que queremos y a qué nos debe llevar este momento de elecciones del 6 de diciembre. Esa elección no se puede plantear como una especie de lucha o muerte porque todos nos necesitamos. Solo con sensatez, mente fría y serena es como podemos encontrar la felicidad para todos los venezolanos.
¿Le preocupan los presos políticos?
Esa es una de las preocupaciones permanentes de la Conferencia Episcopal y más del departamento Pastoral Social, Cáritas y de Justicia y Paz, pues están en una situación realmente grave e inhumana. Y no son solo los presos políticos, esa es la generalidad de todos los reclusos del país. En esas condiciones no se puede pensar en la recuperación de una persona así sea delincuente.
Si hay algo que nos debe llamar a todos, desde la moral, es que la condición de pensar distinto al gobierno no puede ser considerado un delito, ni puede generar el ser tratado en unas condiciones que pongan en peligro la integridad de la vida y la calidad de vida de algunos de ellos. Si fuera cierto que aquí se respetan los derechos humanos, ¿por qué cualquier persona, nacional o extranjera, no puede verlos con sus propios ojos, para que diera testimonio de cómo están?
¿Ha visitado a algún preso político?
Directamente no porque desde hace bastante tiempo no me permiten entrar a la cárcel de San Juan de Lagunillas. Hace falta permiso directo desde Caracas para que podamos entrar. Antes era costumbre ir a ofrecerles una misa, llevarles algún detalle, algún grupo musical o teatral para que pasaran un rato distinto. Eso se ha dificultado enormemente. El voluntariado de nuestros organismos es el que está llevando un mensaje de esperanza y fraternidad a quienes están en esas condiciones.
[quote_center]“Toda esta situación es producto de una política errada. Cada día se vive la angustia de no encontrar lo que se necesita”[/quote_center]
¿Qué se puede hacer para restituir el Estado de derecho y recuperar el respeto de los derechos humanos?
El llamado permanente es a la independencia de poderes, en primer lugar, para que pueda haber un equilibrio. Si todo está de una sola parte pues se convierte en una situación casi angustiosa donde solo quien tiene la sartén por el mango es quien tiene derecho a decir, opinar y decidir, y eso nunca genera igualdad, nunca genera respeto y nunca genera felicidad sino todo lo contrario.
¿Y en el caso de la impunidad?
Una de las cosas que permite que la violencia crezca mucho más es la impunidad. Desde hace mucho tiempo el padre Alejandro Moreno, que es especialista en psicología social y en el tema de la violencia, lo ha señalado en sus escritos y estudios, y es que esta creciente violencia si bien no se puede decir con exactitud que sea una política de Estado, es como una política permisiva. Muchas de las cosas que estamos viendo del hampa quieren decir que no hay voluntad real de buscar la tranquilidad de la población.
Quienes han tenido la oportunidad de tener armas en sus manos, o quienes saben que gozan de cierta vista gorda, nos hacen sufrir lo que vemos. Hay un miedo que cunde socialmente y eso no es sano, eso no ayuda.
¿Es posible que el papa Francisco pueda hacer alguna mediación por la paz del país, por los presos políticos y por la garantía de los derechos humanos?
Lo que está claro es que el Papa nos ha puesto a los obispos y nosotros tenemos a los sacerdotes, para nosotros seamos los que directamente busquemos resolución a las cosas que suceden en los países. Si no el pobre Papa estaría abrumado con todas las situaciones. Pero él sí está muy consciente y muy bien informado no solamente de la situación venezolana, sino también de la de otros países.
¿Es posible la reconciliación nacional?
Sí, claro. El Papa nos está llamando a eso, sin perdón ni reconciliación no hay posibilidad de superar nada a ningún orden. Y perdonar no significa olvidar ni significa ser débil. En el país hay unos hechos que son reales, que nos pusieron en una situación conflictiva que tenemos que superar, y eso no se puede hacer con otros conflictos sino con una actitud de aceptación del otro y con la búsqueda de un camino común que permita transitar juntos.
¿Hay esperanzas de que la situación mejore?
Si se pierde la esperanza estamos destinados a morir.
Enseñanzas de aquel abril de 2002
Monseñor Baltazar Porras, arzobispo de Mérida, fue presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) entre 1999 y 2006. Su cargo lo llevó a ser testigo, como pocos, de lo que ocurrió el 12 de abril de 2002 en Miraflores y los días siguientes. Tanto que escribió y publicó tiempo después Memorias de un Obispo. Los primeros meses de 2002. “Nunca se ha desmentido ninguna de las cosas que están escritas allí”, acota, y de esos hechos de abril, Monseñor hace una reflexión. “Cuando se quiere achacar al otro la culpa de las cosas que pasan, no se logra la reconciliación. Los acontecimientos de 2002 vienen a marcar una ruptura muy grande porque los únicos culpables han sido los de una parte; los otros son unos angelitos y nunca reconocieron nada. Aún más, cuando el propio presidente difunto nos visitó 10 días después, en la Conferencia Episcopal, en abril de 2002, lo primero que hizo a puerta cerrada con los obispos fue reconocer y agradecer lo que el Cardenal Velasco y mi persona habíamos hecho por él. Y cuando le preguntamos por qué no lo decía afuera, pues nos contestó que una cosa es decirlo así, en petit comité, y otra es decirlo públicamente. Afuera siempre fue achacando lo que realmente no era verdad”.
Frente a esto, el arzobispo insiste en que el reencuentro es necesario, pero para concretarlo hace falta aceptar “que uno también tiene parte de culpa, parte de responsabilidad. Compartiendo las cosas es como se pueden superar”. Lo ocurrido en Puente Llaguno se suma a las enseñanzas de lo que no debe pasar. “Están tras las rejas algunos a los que difícilmente se les puede comprobar que tengan una responsabilidad en las muertes de ese día. De los que hubo testimonio y se vieron disparando, quedaron libres muy pronto. Eso no es justicia sino amparar la impunidad”.
Si quieres contactar a la autora de este texto, escribe a patricia@larazon.net