El cuerpo de seguridad de la institución presenta graves deficiencias en vehículos, equipos y recursos, además de un déficit de 120 vigilantes, carencias que son conocidas por los malhechores que pululan el campus universitario
Jacobo Villalobos
De las 11 facultades que integran a la Universidad Central de Venezuela (UCV), solo una retomó clases de manera normal: la facultad de Humanidades y Educación, que, a pesar de estar en funcionamiento, tiene poca actividad profesoral y estudiantil. Lo que se ha traducido en un incremento de la incertidumbre e inseguridad dentro de la institución.
Reinaldo Carrillo, presidente del Centro de Estudiantes de la Escuela de Comunicación Social, señala que la cantidad de profesores que han acogido el paro ronda el 70%, lo que, aunado a los paros administrativos y obreros, ha dejado desierta a la universidad. “Los pasillos están poco poblados (…) Eso deja un margen de acción mucho mayor a los delincuentes”, comenta Carrillo y asegura que en menos de 10 días se han producido más de cinco “atracos con armas letales” en los alrededores de la facultad.
El representante estudiantil recuerda el caso de Luis José Marcano, estudiante de administración en la UCV, que hace menos de un mes perdió la movilidad de sus piernas, tras ser herido dentro del campus universitario con un arma de fuego durante un robo.
Carrillo destaca que no es la primera vez que se ve una situación similar, sino que hay evidencia histórica del aumento de la violencia y la inseguridad universitaria, cada vez que se reduce el flujo de personas que transitan en la institución. “No es casualidad, el hampa sabe que la universidad está sola (…) La contención es el público”, asegura.
El cuerpo de seguridad
“LOS DELINCUENTES CONOCEN ESTAS DEBILIDADES, SABEN QUE NO TENEMOS RADIOS, NI ARMAS, NI BUENOS VEHÍCULOS”
Luis Navas, subdirector en transición del cuerpo de seguridad de la UCV y su próximo supervisor, concuerda con que la inseguridad dentro de la casa de estudios ha “aumentado bastante”, gracias a su estado despoblado, motivado por los paros profesionales, administrativos y obreros.
El subdirector recuerda una denuncia hecha hace dos días, en la que se señalaba un robo cometido contra tres personas que caminaban por los pasillos de la facultad de Humanidades.
En ese sentido, Navas asegura que cuando hay más personas en la universidad, existen más vías de alerta y de protección, mientras que en la situación actual son los malhechores quienes andan por los pasillos.
Acusa a la falta de recursos y déficit de materiales en la seguridad universitaria. Cita el caso de las motos, que son del 2008 y a las que cuesta conseguir y comprar repuestos, y de los radiotransmisores. En el mismo sentido, destaca que el cuerpo de vigilancia de la UCV tiene actualmente una deficiencia de 120 vigilantes. Recuerda que antes tenían grupos que recorrían y monitoreaban la institución, además de vigilancia fija, de lo cual adolecen hoy día.
En ese sentido, Navas subraya que el cuerpo al que representa es de seguridad preventiva, que no posee armas ni otro medio de represión. “No tenemos ni corta uñas, solo los pitos y nuestra palabra (…) ¿Cómo hacemos nosotros para actuar contra un arma de fuego?”, comenta, destacando que la mayoría de los malhechores poseen este tipo de armamento.
“Los delincuentes conocen estas debilidades, saben que no tenemos radios, ni armas, ni buenos vehículos”, dice el licenciado con preocupación.
Explica que en este contexto el procedimiento para aprehender a los delincuentes es el de interceptarlos en grupo para coartarle la posibilidad de acción. Posteriormente a su captura, el antisocial es entregado al Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC).
De cara a esta situación, la recomendación a los estudiantes es la de estar siempre en grupos, pues los criminales buscan a aquellos que se hallen solos, y, en caso de haberse cometido algún hecho delictivo, dirigirse con prontitud al personal de vigilancia más cercano.
De igual forma, Navas indica que en la actualidad las zonas más inseguras del campus universitario son Tierra de Nadie y el edificio de Trasbordo, que se encuentran sin vigilancia y sin alumbrado.
Asegura que el cuerpo de vigilancia que se encarga de la custodia de la institución no se acoge a los paros, sino que se mantienen en trabajo constante, a diferencia de los vigilantes de estacionamientos que sí se ausentan de la casa de estudios. En ese sentido, el subdirector señala que trabajan con otros miembros de seguridad interna de cada facultad, que han servido para amortiguar la deficiencia de vigilantes.
Estudiantes expuestos
“Es una oferta engañosa el decirle a un estudiante que vaya a ver clases cuando no es posible que las reciba en situaciones óptimas”
“¿Qué se puede hacer?”, es la pregunta que con más frecuencia le hacen a Reinaldo, como presidente de un Centro de Estudiantes. Él recibe reclamos continuos, especialmente por parte de los estudiantes del turno de la noche, en los que se evidencia la preocupación y angustia que comparten los universitarios. “El estudiante busca la menor incertidumbre posible”, afirma.
Por tal razón, el dirigente pide que las autoridades universitarias se sinceren y acepten que no hay recursos humanos o materiales para dar clases. “Es una oferta engañosa el decirle a un estudiante que vaya a ver clases cuando no es posible que las reciba en situaciones óptimas”, comenta y puntualiza que de lo contrario se atenta contra la integridad física y psicológica del estudiante.
Hasler Iglesias tiene una opinión similar. El presidente de la Federación de Centros de Estudiantes (FCU) afirma que la petición ha sido la de declarar la suspensión de actividades hasta que las condiciones estén dadas para ver clases, pero que hasta el momento no han visto una acción oficial por parte de las autoridades universitarias.
“Responsablemente digo que los estudiantes deben persuadir a los profesores de que, mientras no haya una decisión oficial (por parte de las autoridades), no hay las condiciones para dar clases y que se está exponiendo la vida”, complementa Carrillo.
El presidente de la FCU, en la misma línea, indica que la falta de insumos y un cuerpo de seguridad desprovisto, pone al estudiantado en una situación de riesgo que podría llegar a tener la peor de las consecuencias: un asesinato.
Ante la pregunta sobre la diferencia entre este conflicto universitario y los anteriores, Carrillo responde que en los casos anteriores había esperanza por parte de los estudiantes. En esta oportunidad ocurre lo contrario: hay mayor desesperanza y búsqueda de certidumbre y sinceridad. “O suspenden y planifico entorno a eso, o hay clases y me termino de graduar”, esa es la duda del universitario.
La suspensión de clases
La coyuntura de la UCV se debe a una decisión tomada por la Federación de Asociaciones de Profesores Universitarios de Venezuela (Fapuv), tras la aprobación de la cláusula 83 de la Contratación Colectiva de los Trabajadores Universitarios, durante la madrugada del 3 de septiembre. La cláusula presentaba la nueva tabla salarial para los profesores universitarios, que consideraron insuficiente el ajuste, lo que, junto a la falta de recursos, motivó el conflicto universitario actual y la paralización de las actividades.
En este contexto, Carrillo afirma que una suspensión de actividades no es la solución al problema pero sí es un primer paso para una salida. Asegura que es una medida que ayuda a reconocer la realidad universitaria, aunque a nadie le guste. Compara la situación con una operación, que no es placentera para nadie, pero que es necesaria y que de no hacerla el resultado puede ser peor.
El representante estudiantil no duda en decir que la resolución óptima es la entrega de insumos y recursos por parte del gobierno. También cree que la universidad debe repensar su modelo económico con miras en ser autosuficiente financieramente.