De una buena vez y para siempre los venezolanos debemos dejar atrás las prácticas sectarias vividas en la AN, gane quien gane
EDE
Por el bien de la Venezuela decente, lo hecho por la Asamblea Nacional en su período 2011-2016 no debe repetirse. Nunca más en la historia el país tiene que presenciar tamaño despropósito. Apostamos a que con la renovación de este poder los nuevos parlamentarios, sean del bando que sea, tomen conciencia del rol que ejercen para con toda una nación y no con parcialidades. El sectarismo que desde el primer día mostró la actual AN es deplorable, porque no representa el espíritu amplio y democrático que un parlamento debe enarbolar, en donde el debate es fundamental, en donde la representación de toda la sociedad, incluidas sus minorías, debe tener cabida. Nunca más se puede repetir el maltrato a la prensa que bajo la actual directiva parlamentaria no tiene acceso a las sesiones. La AN tiene que abrir sus puertas, ser transparente, promover ideales puros. Es deber de los nuevos diputados legislar de cara al país y no delegar sus funciones de forma automática en otros poderes. Es fundamental que los representantes del pueblo asistan a los encuentros, que justifiquen su decisión de pertenecer al cuerpo legislativo. El deseo es que la Asamblea cumpla con su rol contralor, que pida rendición de cuentas y no se convierta en una comparsa de aduladores, tampoco en una pandilla de conspiradores. Esperamos presenciar a partir de enero debates de altura, que hagan reflexionar a la sociedad, Necesitamos que todos los actores políticos estén representados en la directiva, en las distintas comisiones, que los presupuestos de la nación sean aprobados a conciencia, entendiendo que al planificar no se puede improvisar, mucho menos en tiempos en los que cada recurso económico será valioso. Requerimos parlamentarios honestos, que puedan hablar de frente y explicar la dura situación a la que nos enfrentaremos en lo económico, mucho peor de lo que ya vivimos. Sobre todo la nueva Asamblea Nacional debe ser la última que se elija bajo parámetros excluyentes, que premian excesivamente a las mayorías y aplastan hasta desaparecer a otros sectores. Ya es hora de que prive la madurez, que el sentimiento de patria sea lo que impulse las decisiones que están por tomarse, sin revanchas, sin aplastar al otro. La reconstrucción debe comenzar desde la Asamblea Nacional, el espacio idóneo para entendernos como ciudadanos con derechos y deberes. Que sea el pueblo el que se manifieste en las urnas y que los dirigentes acaten el mandato popular, palabra sagrada. Los venezolanos han esperado con paciencia este momento, que a nadie se le ocurra dañarlo.