Imagina Maduro que, escudándose detrás de la Fuerza Armada (FAN), podrá salvarse de la crisis terminal que lo asedia
Oscar Battaglini
El resultado de las elecciones parlamentarias del pasado 6 de diciembre, ha generado en el interior del proyecto chavista un efecto de carácter mortal. Esto es así, no sólo por la contundente derrota infligida por la oposición a dicho proyecto, sino fundamentalmente porque se trata de una decisión electoral consiente y deliberada, tomada por la inmensa mayoría de pueblo venezolano en contra de unos individuos que en el ejercicio del poder han arruinado al país y han desbaratado materialmente la vida de todos los venezolanos.
Al enorme malestar generado por esos hechos, se debe básicamente la decisión popular de votar en avalancha en contra de un gobierno que ha sido capaz de conducir al país y al conjunto de la sociedad venezolana a esa situación. De este modo se ha creado en su interior una nueva realidad que ha modificado radicalmente la dinámica política nacional. Se ha producido sobretodo una inversión en el orden que los actores sociales y políticos ocupaban antes de que fueran conocidos los resultados de las pasadas elecciones parlamentarias del 6D.
Al ganar esas elecciones por una mayoría calificada que le confiere numerosas prerrogativas constitucionales, no sólo se ha situado en una posición política privilegiada de primer plano, sino que se ha colocado en condiciones de tomar autonómicamente un conjunto de medidas que contribuyan efectivamente a la superación de la lamentable situación que hoy afecta gravemente al país.
Lo deseable, dada la nueva situación política planteada, es que el ejecutivo chavista y los demás poderes públicos, se sumen a las medidas que puedan implementarse en ese sentido. Hacer lo contrario es lo que menos le conviene a un gobierno que viene de ser derrotado de la manera más aplastante por la acción y voluntad mayoritaria de los venezolanos. Ese accionar ha golpeado principalmente a la burocracia oficial, pero también ha afectado, y en una gran medida a la fuerza armada chavista. El hecho de que ésta haya nacido articulada al proyecto chavista y su decisión de aparecer públicamente comprometida con la defensa de ese proyecto, explica que ello haya sido así. Desde su creación esta fuerza armada ha funcionado como una verdadera guardia pretoriana al servicio de Chávez y del régimen encarnado por él.
Sin embargo es de gran importancia señalar, que esa no ha sido la única misión que esta fuerza armada haya cumplido a lo largo de su existencia. Desde el momento en el que Chávez toma la decisión de dotarse de una fuerza armada propia, lo hace pensando en que ella, una vez fundada, se convertirá en la verdadera base de su poder. A esa conclusión que está en línea con lo que ha sido el proceso Histórico Nacional, llega Chávez una vez completada la precariedad institucional de la sociedad venezolana que no le garantizaba su permanencia en el poder; premisa esta que se confirmaría ampliamente en lo que fue la experiencia del golpe de Estado del 11 de abril de 2002.
Una vez creada la nueva estructura militar, Chávez y el chavismo pasan a disponer de hecho (no institucional, por cuanto operan generalmente en función de un liderazgo político y al margen de la Constitución) de un aparato armado en el que fundamentalmente se apoya su poder, y que les ha servido además para imponer al país un intenso y extenso proceso de militarización. Es sobre esta base que la jerarquía militar se ha arrogado el derecho de intervenir directa y abiertamente en la vida política nacional. Es también por esta vía, por la que han llegado a ocupar preponderantemente numerosas instancias gubernamentales e institucionales (Asamblea Nacional, ministerios, gobernaciones de estados, alcaldías, institutos autónomos, instituciones financieras, banca pública, empresas del Estado, etc.).
Tales hechos comprometen seriamente la responsabilidad de la institución armada en la acción gubernamental destructiva del país acometida por el chavismo oficial en el tiempo que éste lleva en el ejercicio del poder. Esto es lo que hace que los efectos de la derrota sufrida por el chavismo el pasado 6D, se descargue con una gran fuerza sobre este instrumento armado accidental. De ahí que haya quedado igualmente condenado a desaparecer como parte de la extinción general a la que ha quedado sometido el chavismo a raíz de la contundente y demoledora derrota política por todos conocida.
Quizá haya sido por esta razón que Maduro haya impartido la orden de que, los militares que ocupan cargos dentro de la Administración Pública, regresen a sus cuarteles. No dijo, sin embargo, la razón de tal decisión ni el por qué de ella. Pudiera ser que eso tenga algo o mucho que ver con el planteamiento que también ha venido haciendo sobre la constitución de un tentativo gobierno “cívico-militar”. Esto lo expresó, es bueno recordarlo, en una de las oportunidades en las que consideró la posibilidad de perder las recientes elecciones. Imagina Maduro que, escudándose detrás de la fuerza armada chavista (al mejor estilo de su mentor) podrá salvarse de la crisis terminal que lo asedia, y de la cual no hay forma ni manera alguna de escapar. Se olvida o pierde de vista, que el inmenso repudio que hoy se manifiesta en contra de él y de su gobierno, es el mismo que pesa sobre la fuerza armada chavista, la que por cierto, sigue actuando como si nada hubiese cambiado en el país. Es muy probable que esa actitud se deba, no sólo a la proverbial prepotencia que tradicionalmente ha caracterizado al caudillismo militarista en Venezuela y en general en América Latina, sino a la concepción desarrollada por Chávez e impuesta a su movimiento, de que ellos llegaron al poder para quedarse allí a perpetuidad, y que nada ni nadie puede, o podrá decidir lo contrario. Es lamentable pero el pueblo venezolano mayoritariamente decidió otra cosa.
Lo único que cabe decir frente a esto, es que este reciente resultado electoral del pasado 6D, dejó sin efecto tales pretensiones, que el poder chavista en precaria minusvalía, no podrá modificar o desconocer.