, ,

Heinz Dieterich | Venezuela: entre la derecha cretina y la izquierda idiota

Nicolás Maduro y Henry Ramos Allup

La MUD y el oficialismo abren, en su ceguera, el camino a la intervención directa de los dos actores que más temen: las masas y las Fuerzas Armadas


Heinz Dieterich

  1. Profundización de la crisis nacional

Pobre de Venezuela. Dios la ha castigado con una clase política, cuya derecha es cretina (tonta) y cuya izquierda es idiota (absorbida por asuntos propios triviales). La evidencia empírica respectiva es abundante. Con tres actos aberrantes y en menos de una semana, la derecha derrochó gran parte del capital político que había ganado electoralmente, a saber: 1. la juramentación de tres diputados imputados legalmente; 2. el mezquino retiro de los retratos de la Asamblea Nacional; 3. las provocadoras ofensas a las Fuerzas Armadas. La izquierda, sin embargo, no se quedó atrás. En lugar de aprovechar esa derrota estratégica auto-infligida de la derecha y arrebatarle el papel de hegemón de la salvación nacional, Maduro desperdició la trascendental oportunidad de “Memoria y Cuenta” para noquearla. Presentó un discurso patéticamente carente de la gran narrativa de salvación que la nación pide —y por la cual votó el 6D— y la sustituyó con el bluff (ardid) político del decreto de “emergencia económica”. De esta manera, en esta primera semana postelectoral, ambos actores políticos actuaron como catalizadores de una crisis nacional, que el mismo Maduro ha calificado (en lo económico) como “catastrófica”. Pese a que el precio de venta del crudo venezolano se acerca preocupantemente a sus costos de producción, y el sistema decisorio nacional paralizado , esta clase política bicéfala —con ambas cabezas vacías, al parecer— se dio el lujo de jugar al “reality show” de las altas investiduras del poder. Para ser más preciso, jugó de manera frívola con la crisis de la nación.

  1. Parálisis del sistema estatal operativo

La estructura operativa misma del Estado burgués venezolano se encuentra inmovilizada, porque su sistema de equilibrio de poderes (checks and balances) se ha quebrado. Toda macroorganización humana requiere de una cadena de mando unificada, para ser operativa. Hoy día, el Estado venezolano ha perdido la propiedad de la “autosimilariedad a toda escala” (de las estructuras fractales), que garantiza el flujo y la implementación de la información y las decisiones, en todos los niveles del sistema. El poder legislativo, “autónomo” según Ramos Allup, confronta al bloque de poder ejecutivo- judicial (TSJ) y la sociedad política (Estado) termina en un estado de estupor.

  1. Parálisis del sistema partidista

Tal parálisis operativa de la estructura del Estado se agrava por la parálisis y fragmentación en los bloques partidistas. El ruidoso choque de los dos bloques parlamentarios, MUD y Oficialismo (PSUV), no debe distraer del hecho, de que ambos están profundamente fragmentados. El partidismo de la MUD se divide por el centrismo, caracterizado por líderes como Henrique Capriles y el ex-chavista Henry Falcón, y los “salidistas”: los enamorados de “la salida”, como Ramos Allup y algunos encarcelados. En el bloque del oficialismo coexisten los Maduroistas o “Chavistas” ineficientes (Salas, Arreaza), los “Chavistas” eficientes (Isturíz, Castro), el capital privado (Pérez Abbad) y los aficionados del apparatchik Cabello. La lucha por la hegemonía en ambos bloques partidistas influye fuertemente la evolución de la contradicción principal partidista entre MUD y PSUV. Y es seguro afirmar, que toda solución pacífica posible de la crisis “catastrófica” pasa inevitablemente por una gran alianza entre el Centro opositor y el Chavismo eficiente; máxime, cuando ambos bloques partidistas cuentan, a grosso modo, con el mismo poder social, es decir, el apoyo de alrededor del 40 por ciento de la sociedad civil.

  1. La Fuerza Armada

El fiel de la balanza en esta situación lo constituyen las Fuerzas Armadas y las masas, en este orden. La fracción dominante de las FANB ha actuado con sabiduría bíblica coyuntural, hasta ahora. Dio al César y a Dios lo que es de cada quién. A la oposición le concedió el triunfo electoral y al oficialismo la autonomía del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). Esa estratagema de “una de cal y una de arena”, le dio a la clase política una breve moratoria frente a la violencia; moratoria que fue reforzada por la precisa instrucción de la necesaria “prudencia”. Aunque la advertencia enfrió momentáneamente a los “salidistas” y su hiperactivo líder parlamentario, no resolvió, como es obvio, el problema de fondo: el empate de poder entre las dos fracciones de la inepta clase política.

  1. Las masas y las amnistías

Es ahí, donde entran las masas en la ecuación del poder nacional. Toda persona pensante entiende, que el decreto de “emergencia económica” no pretende resolver la crisis económica. Es un ardid de mercadotécnia política para liberarse de la responsabilidad gubernamental de la “catástrofe” económica. Es decir, es el intento de una auto-amnistía política del pasado económico para recuperar la imagen de “gobernabilidad” para el futuro. De hecho, es el equivalente funcional gubernamental a la amnistía política-judicial pretendida por la oposición. Si la clase política bicéfala venezolana fuera un zoon politicon —un ente político colectivo pensante— con sentido de responsabilidad nacional, encontraría ahí el campo de negociación para la concordia oppositorum, en beneficio del país. Lamentablemente, las dos cabezas no parecen tener la madurez ni los planes de gobernanza que la superación de esta crisis extrema exige. Ante sus (infructuosos) intentos de acumulación de fuerzas para derrotar al otro, la entropía del sistema aumentará rápidamente y su determinismo caótico lo llevará hacia la crisis final. La MUD y el oficialismo abren, en su ceguera, el camino a la intervención directa de los dos actores que más temen: las masas y las Fuerzas Armadas.