Por no usar todas las formas de lucha, comenzando por la calle, sino maniatar al pueblo con el electoralismo a ultranza, el pacifismo bobo y el juego palaciego
Jesús Antonio Petit Da Costa
Para decirlo en lenguaje de manual: están dadas todas las condiciones objetivas para la insurrección popular.Ellas son:
1) Colapso del país: sin dinero porque se robaron el que dejaba Cuba a la cual mantenemos a costa de nuestro sufrimiento, sin alimentos porque acabaron con la producción agropecuaria y agroindustrial, sin medicinas porque acabaron con laboratorios, sin servicios sanitarios porque no construyeron nuevos hospitales ni mantuvieron y dotaron los existentes, sin electricidad (racionada por ahora como “alumbrones” hasta que llegue el apagón general) porque se robaron el dinero para comprar nuevas plantas y dejaron sin mantenimiento las que había, sin agua porque no construyeron nuevos embalses y descuidaron los heredados, sin moneda porque la volvieron basura y, en fin, un país destruido y arruinado.
2) Empobrecimiento general: cada día más pobres, aproximándonos a la hambruna, y ya en crisis humanitaria, morimos si enfermamos porque no hay medicinas ni instrumental médico; en fin, condenados a la muerte por mengua.
3) Inseguridad general: asaltos, atracos, secuestros, asesinatos, salir a la calle es exponer la vida y quedarnos en la casa también. No hay sitio seguro por la delincuencia desatada y sin control, protegida por la impunidad.
Está dada una sola condición subjetiva pero la más importante: la gente está desesperada y quiere salir de Maduro ya, cualquiera sea la forma en que se haga. Lo demuestra la votación del 6D, que debe interpretarse como mandato imperativo a los electos.
No fueron elegidos para aprobar leyes, porque el pueblo sabía que Maduro no las dejaría pasar. Fueron elegidos para salir de Maduro y sólo después que lo hagan, tendrá sentido aprobar todas las leyes que hagan falta. Pero los elegidos no han cumplido con el mandato imperativo. Entonces ha sucedido lo que tenía que suceder: Maduro los tiene maniatados mientras sigue haciendo lo que le da la gana.
El juego está trancado, pero a favor de Maduro. Ha ganado la primera mano. Al colapso del país y la insostenible situación económico-social de la población, se le ha unido ahora la crisis política sin solución institucional. En este momento somos un país paralítico, sin silla de ruedas, que pierde el tiempo miserablemente tirado en el piso.
Todo se debe a un error estratégico que se origina en el peor error que puede cometer un político, el cual lo lleva a la derrota si no lo corrige a tiempo. Consiste en no identificar correctamente al enemigo, presupuesto indispensable para acertar en la estrategia.
¿Quién es el enemigo? Es Cuba, de la cual Maduro es un títere. A Maduro lo escogió y lo puso Cuba. Maduro preside un gobierno títere. Y todo gobierno títere es necesariamente una tiranía. En este caso, una tiranía comunista, encargada de implantar en Venezuela un modelo político-económico copiado de Cuba.
La causa principal de que no tengamos dinero es que sostenemos a Cuba. Y todas las desgracias nos han caído encima por haber trasplantado el modelo económico cubano, agregándole macro-corrupción y narcotráfico. En definitiva, Venezuela ha sido convertida en Cubazuela bajo una narcotiranía. He aquí la explicación de todo.
Al definir así la naturaleza del enemigo, se crea conciencia en el pueblo sobre el objetivo: la liberación nacional (de Cuba, de sus títeres, del comunismo y de la narcotiranía). Al faltar esta condición subjetiva, se le ha regalado al enemigo el patriotismo, una motivación fundamental para la lucha. Ellos, traidores a la patria, son la patria, nosotros los patriotas somos los apátridas. Esta no es una tiranía igual a las otras. Es la tiranía de Cuba sobre los venezolanos valiéndose de traidores a la patria que les sirven de títeres. A quienes además no se los llama comunistas ni narcotiranos.
Por no identificar correctamente al enemigo surge la estrategia equivocada: el electoralismo a ultranza, el pacifismo bobo y el juego palaciego. Es pelear en el terreno del enemigo, que cuando te deja avanzar es para emboscarte como lo prueba lo sucedido después del 6D.
No sacar al pueblo a la calle en 2013, traicionar a los jóvenes que salieron a la calle como se hizo en 2014 y para colmo inculcarle cobardía al pueblo con el miedo a que lo maten si se rebela, ha sido el mayor regalo al enemigo. Un pueblo cobarde no merece ser libre. De este gravísimo error estratégico se deriva que el títere comunista de Cuba, sin pueblo, aún se sostenga. Y esté ganando la partida.
Frente a un enemigo así hay que usar todas las formas de lucha, comenzando por la calle. ¿Cómo hacerlo? De eso hablaré la próxima semana.