Cerca de 23 millones de venezolanos tienen serios problemas para satisfacer sus necesidades con el ingreso que perciben
Oscar Battaglini
Para nadie es un secreto que la sociedad venezolana atraviesa por una crisis sin precedentes. Ni una sola de sus estructuras constitutivas ha permanecido en pie.
En consecuencia, se está ante una situación signada por la desarticulación y el desquiciamiento general de la economía y de la superestructura política y jurídica del país.
En el plano económico se estima una caída (contracción) superior al 11% del PIB, lo cual tiene un efecto directo y contraproducente en el conjunto de las actividades de la economía nacional.
Veamos algunos indicadores:
1.- Una caída de la producción industrial que hace que las empresas de este sector estén operando por debajo del 40% de su capacidad instalada.
2.- Una caída de la actividad comercial superior al 20%.
3.- Una caída de la actividad bancaria del 16%.
4.- Una reducción de las exportaciones por el orden del 50%, sobre todo de insumos para la producción industrial en general.
5.- Un cierre de la inflación este año de entre 1.000 y 1.500%. Como es de suponer, a este respecto no existen cifras oficiales.
6.- Un desabastecimiento y escasez de bienes alimentarios y medicinales de aproximadamente un 90%.
Huelga decir que por los efectos de la inflación se consume menos, pero por los efectos de la escases es mas difícil aún sustituir el consumo, y lo que es más grave, adquirir los medicamentos necesarios.
7.- Una política fiscal desacertada (inversión improductiva de los recursos del Estado). Tras el festín desatado por los altos precios del petróleo, las inversiones realizadas han culminado en un estruendoso fracaso.
De acuerdo con la Memoria y Cuenta del Ministerio de Finanzas, al cierre de 2014 el Fonden había desembolsado 103 mil millones de dólares para financiar 419 proyectos, sin embargo, ninguno de ellos genera un solo dólar en exportaciones; a esto debe agregarse el monto de las importaciones y el pago de las deudas.
8.- Un déficit fiscal de más de 10.000 millones de dólares que previsiblemente el año próximo será mayor.
9.- Una sensible disminución del número de empresas en el país; de más de 12.000 establecidas a nivel nacional, esa cantidad se ha visto dramáticamente reducida a poco menos de 4.000, sin que ello signifique que se haya detenido ese proceso destructivo de la economía interna.
10.- La caída estrepitosa de los precios de la producción petrolera, con el agravante del fracaso en el que ha desembocado la producción de la oferta petrolera acordada recientemente por la OPEP.
11.- La puesta en práctica de una política cambiaria y de control (descontrol) de precios al consumidor que ha obstruido y en general, desalentado poderosamente la capacidad productiva y económica del país.
12.- La brutal caída de las reservas internacionales.
13.- La medida de expropiación de tierras empresas fundos productivos, que ha traído como consecuencia una terrible contracción de las inversiones del sector privado de la economía nacional y extranjero; etcétera.
En el plano social, la situación no difiere de la anterior. Veamos igualmente algunos indicadores.
Sobre los niveles de pobreza. Según la encuesta de Condiciones de vida (ENCOVI) (UCAB-USB-UCV), la pobreza familiar de hogares, pasó de 45% en el año 1998, a 48% en 2014, y a 73% en 2015.
En cifras absolutas, esto significa que los hogares en situación de pobreza aumentaron 53% en un año. La misma encuesta (2015) arroja que para ese año hay un 49,9% de pobreza extrema (lo que significa que en el término un año la pobreza extrema se duplicó).
Los pobres No Extremos del 2014 pasaron a ser pobres extremos en 2015, y la mitad de los No Pobres de 2014 pasaron a ser Pobres en 2015.
Estamos hablando de que cerca de 23 millones de venezolanos tienen serios problemas para satisfacer sus necesidades con el ingreso que perciben.
Más de la mitad no cuenta con suficientes ingresos para satisfacer sus necesidades alimentarias. Por primera vez la pobreza extrema es mayor que la pobreza no extrema.
Como vemos estas son cifras correspondientes al mes de noviembre del año 2015. Todo lo cual quiere decir que nos encontramos ante un brutal proceso masivo de empobrecimiento, como los vividos en el pasado inmediato de nuestro país.
Ha sido la dramática caída del ingreso salarial y familiar en general, lo que ha determinado que casi la mitad de los hogares venezolanos se encuentren hoy en situación de pobreza.
Ese empobrecimiento se pone de manifiesto sobre todo en la imposibilidad en la que se encuentran la mayoría de las familias venezolanas de adquirir los bienes alimenticios de primera necesidad (canasta alimentaria).
De acuerdo con información del Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores, al mes de septiembre de 2016 la canasta alimentaria había alcanzado un valor de 405.452,78 bolívares, mientras que el ingreso integral (salario mínimo, 27.092, más el bono de alimentación, 63.720) se situaba en el mes de octubre en Bs.90.812, lo que indica que este ingreso sólo cubre un 16,74% de la canasta básica familiar.
He aquí, registrada en cifras objetivas, la causa fundamental del empobrecimiento vertiginoso y creciente de la población venezolana, y sobretodo del fenómeno del hambre, que de manera pavorosa se ha apoderado de vastos sectores de la misma, al punto que la reciente flacura exhibida por un gran número de venezolanos es atribuida a la llamada “dieta Maduro”.
Aquí no se trata, como sostiene el Gobierno, de un hecho inventado por sus enemigos políticos para provocar su desestabilización, sino de una calamitosa realidad provocada por su ineptitud, lo que concita el repudio de la inmensa mayoría de los venezolanos.
Si una cosa pone de manifiesto la situación descrita, es que las misiones creadas e implementadas por el oficialismo chavista, no han servido para combatir la pobreza.
En definitiva, fue sobre la base de una política clientelar financiada con la renta petrolera, que el chavismo gubernamental pudo paliar en alguna medida el desarrollo acelerado que la pobreza ha venido experimentando en el tiempo que aquel ha permanecido en el poder.
Pero cuando el ingreso petrolero se redujo abruptamente, se le cayó la máscara a la “política social” del gobierno chavista. Las mejoras se estancaron justo cuando el boom petrolero tocó a su fin.
Las buenas noticias sobre la reducción de la pobreza que durante un tiempo alimentaron la propaganda oficial, cesaron una vez terminado el festín petrolero vivido por el chavismo gubernamental.
Se evidencia así que las misiones no son un instrumento o un plan político social para la superación de la pobreza, sino un mecanismo para la manipulación populista de los sectores más empobrecidos y atrasados de la sociedad venezolana.
En el plano político institucional (superestructural), la situación existente tampoco difiere de lo antes planteado.
En este terreno la crisis se ha expresado como una total desarticulación del aparato del Estado -de los poderes y de las instituciones que lo componen, sin que ello haya dado pie para el surgimiento de un nuevo orden político- institucional, sustitutivo del existente.
En otras palabras puede afirmarse que el chavismo en el poder se ha dedicado, por una parte, a destruir el viejo aparato estatal, sin preocuparse por construir uno nuevo en beneficio de la sociedad; y por otra, a cabalgar lo que ha quedado en pie.
De esto último, el chavismo oficial eligió quedarse con el parasitismo y el rentismo petrolero estatal; con el clientelismo y la demagogia populista; con el autoritarismo y el militarismo tradicionalmente enraizado en la estructura del Estado venezolano, lo cual se ha exacerbado durante la dominación chavista.
Lo dicho demuestra claramente que el chavismo no representa una opción de cambio social y político para la sociedad venezolana.