La escasa participación del primer simulacro electoral forzó a su actual “presidenta” del CNE, Indira Alfonso, a convocar un segundo evento
Oscar Battaglini
Todo parece indicar que Venezuela está llegando inevitablemente a una encrucijada o a un momento de inflexión que la ha colocado en la difícil situación de tener que decidir, una vez más, el camino a seguir en el proceso de su devenir como país y como sociedad.
Los otros casos en los que esto mismo se le ha planteado en el pasado, son las experiencias vividas por los venezolanos después de lograda la independencia formal, sobre todo en la coyuntura de 1830; después de la muerte de Gómez, período de (1936-1945); y después de la caída de la dictadura militarista de Pérez Jiménez (coyuntura del 1º de enero de 1958).
Si dejar de estimar lo que de positivo arrojan todas esas experiencias, la conclusión fundamental que se impone una vez consideradas en su conjunto, es que ninguna de ellas fue capaz de convertirse en la base o en el punto de partida para que nuestro país emprendiera el largo camino de su construcción como una República independiente al nivel de los procesos civilizatorios de nuestro tiempo.
En lugar de esos valores sociales y ético-políticos, lo que hemos tenido desde 1830 al presente, es una sociedad con el sello de la medianía y la mediocridad»
Es decir, con una economía normal que sea reproductiva (productora de bienes transables, autosuficiente y autosostenible -no artificial–rentística); con un desarrollo científico-tecnológico de nivel internacional; con una población escolarizada a todos los niveles de la educación de calidad; con seguridad social para todos sus ciudadanos; con instituciones autónomas estables y legitimadas; y regida por un orden político democrático igualmente estable, basado en la Constitución y las leyes, en el principio de la alternabilidad en el ejercicio del poder y, por lo tanto, legítimo; en la justicia social.
En lugar de esos valores sociales y ético-políticos, lo que hemos tenido desde 1830 al presente, es una sociedad con el sello de la medianía y la mediocridad, propio del subdesarrollo que por término medio o en mayor o menor medida, ha signado la existencia de todas las sociedades de América Latina en todos los órdenes.
En nuestro caso ese ha sido el marco histórico-social que ha propulsado hacia el poder, desde aquel emblemático año, a los sectores sociales y grupos políticos (civiles y militares) más atrasados, corruptos y reaccionarios de nuestra sociedad. Eso es lo que a nuestro juicio explica la masiva presencia (la mirada de aventureros y arribistas, de demagogos y farsantes, que desde la coyuntura de 1830, han invadido y usurpado el espacio político venezolano.
La actividad política se convirtió en una suerte de ‘profesión’, la cual ha sido utilizada por una autentica fauna de aventureros»
La segunda mitad de nuestro siglo XIX está lleno de este tipo de individuos; hecho que se prolonga hacia el siglo XX con Castro-Gómez, y tendrá continuidad en el marco de la sociedad petrolera con el betancourismo y el perejimenismo; y alcanza las dimensiones de la hipertrofia aberrante bajo el chavezmadurismo, cuando una pandilla de desclasados se hacen del poder en Venezuela.
Fue así como en nuestro país la actividad política se convirtió en una suerte de “profesión”, la cual ha sido utilizada por una autentica fauna de aventureros, oportunistas, demagogos, farsantes, pícaros y advenedizos de toda laya, que la han utilizado como vehículo de ascenso social, para ocupar (usurpar) posiciones en el aparato del Estado, a costa de la ignorancia de quienes dicen representar, y como un medio rápido y eficaz de enriquecimiento personal.
Esta ha sido, a su vez, la vía por la que muchos de estos “personajes” han conseguido ser designados (por una decisión burocrática o por una elección popular) para cargos de concejal, alcalde, gobernador, diputado, ministro, fiscal general, contralor, defensor del pueblo, magistrado del TSJ, rector del CNE, y hasta para presidente de la República.
Hay una trama urdida por el régimen madurista con un sector de los diputados llamados “diputados alacranes”
Algunos de los hechos en que esa situación se muestra muy claramente son, por ejemplo: 1.- La forma como la Asamblea Nacional (del Psuv) presidida por Diosdado Cabello, hizo la designación de los magistrados del actual TSJ; 2.- La trama urdida por el régimen madurista con un sector de los diputados llamados “diputados alacranes” para constituir una “asamblea nacional” espuria y paralela a la legítima presidida por el diputado y presidente encargado de la República Juan Guaidó; 3.- La composición social y política de los listados de candidatos a diputados del oficialismo madurista, y de los partidos de maletín de la “mesita”, y de los “alacranes” para las elecciones del próximo 6 de diciembre.
Unas elecciones promovidas por lo peor del mundo político venezolano actual y, por lo tanto, sin fines virtuosos de ninguna naturaleza; es decir, sin que ese acto sea demostrativo de un ejercicio libre, del voto de la soberanía popular, y del funcionamiento normal y auténticamente democrático de las instituciones.
Contrariamente al sentido de estos valores políticos, sus fines, en el caso del régimen dictatorial imperante, están dirigidos a hacerse mediante el ventajismo oficial y el fraude descarado de un “resultado electoral que puede exhibir como demostración de su “legalidad” y “legitimidad” políticas.
La situación está agravada por la crisis sanitaria provocada por el Covid-19, el ventajismo fraudulento más escandaloso, y campañas electorales signadas por el cinismo»
En el caso de la “mesita” y los “alacranes”, sus propósitos tienen el estigma de la traición y la ruindad: usurpar, por un lado, el espacio del lugar político que legítimamente ocupan el G-4 y el diputado Juan Guaidó, y por otro, alcanzar, en compensación por su papel de comparsa electoral de la dictadura madurista, una minúscula representación en una “asamblea nacional” que tendrá la misma significación política que ha tenido la que el autoritarismo le montó a Luis Parra; no sólo por su carácter espurio, sino porque carecerá del reconocimiento ético-político de la inmensa mayoría de los venezolanos y de la comunidad internacional.
La escasa participación observada en el simulacro electoral organizado inicialmente por el CNE –hecho que forzó a su actual “presidenta” Indira Alfonso, a convocar un segundo simulacro y a ponerse en campaña para llamar a votar en el simulacro del 6/12/20- es un claro indicio de lo que pasará finalmente en este evento que habrá de realizarse, a menos que ocurra un imponderable en medio de la catástrofe que padece el país.
Agravada esta por la crisis sanitaria provocada por el Covid-19, el ventajismo fraudulento más escandaloso, y el desarrollo de unas campañas electorales signadas por el cinismo ilimitado del régimen político.
No existen ninguna razón que autorice a pensar que la dictadura madurista saldrá bien librada de esta»
También por la conducta complaciente de una “oposición” que en su afán de constituirse en la “oposición oficial” del régimen, se muestra incapaz de asumir abiertamente y en profundidad, su crítica. Y de colocarse al lado de la oposición democrática mayoritaria del pueblo venezolano en el desarrollo de la lucha política por ponerle término al nefasto régimen chavezmadurista que tanto daño le ha hecho a este país.
Después del simulacro del próximo 6 de diciembre, la crisis nacional en desarrollo entrará en una fase de mayor conflictividad social y política, con respecto a la cual, por todo lo que se conoce (la situación económico-social del país, la crisis de legitimidad, el aislamiento internacional, la crisis de gobernabilidad, etc) no existen ninguna razón que autorice a pensar que la dictadura madurista saldrá bien librada de esta.
EL AUTOR es historiador, profesor de la Universidad Central de Venezuela, co-fundador del partido Liga Socialista y exrector del Consejo Nacional Electoral. Autor de los libros “Legitimación de Poder y lucha política en Venezuela” y “El medinismo, modernización, crisis política y golpe de estado”.