Las cuentas no les dan aunque apliquen todo el conocimiento que deben enseñar a sus alumnos. Un alto porcentaje de maestros cobra menos de 6.746 Bs, sueldo mínimo vigente desde el 1ro de mayo, así que tienen que recurrir a otros oficios para tener una remuneración acorde a la realidad económica del país
Gabriela Rojas
Matar tigres: 1. (venez. uso coloquial): dícese de aquella actividad laboral informal, no fija, que se realiza para recibir un ingreso extra. La definición puede conseguirse en los diccionarios de venezolanismos. Pero un maestro no necesita buscarla ni escribirla en la pizarra.
Basta con usar su ejemplo o el de cualquiera de sus compañeros de labores para entenderlo: de las seis categorías que conforman el escalafón de la carrera docente, cuatro están por debajo de los 6.746 Bs que representa el salario mínimo y las otras dos categorías lo superan por 700 Bs o 900 Bs.
En el gremio docente la idea de “matar tigres” se está convirtiendo en la norma en lugar de la excepción.
Ginger Gomes, maestra de primaria, especialista en Artes Plásticas.
Docente III, titular, 10 años de experiencia en aula.
Sueldo: 5.500 Bs (sin restar las deducciones de ley)
Quincena promedio: 3.100 Bs.
Su otro oficio: Manicurista
[quote_center]»Sigo siendo maestra por puro amor al arte pero es imposible vivir de mi profesión»[/quote_center]
Ginger Gomes es la maestra de artística. Su sensibilidad personal por el arte la llevó a la carrera de educación. Tiene una jornada de 33 horas semanales y atiende aproximadamente a 35 niños por aula, es decir que todos los días trabaja con un mínimo de 90 a 115 niños, entre 6 y 12 años de edad.
Como es la docente especialista del área cultural tiene que organizar las actividades complementarias de toda la institución. “Pero a veces no tenemos ni siquiera material para algún evento, ni para hacer las manualidades y me toca comprar las cosas de mi bolsillo”.
Pero ese bolsillo sobrevive con otro ingreso. Al salir de la escuela, Gomes utiliza sus habilidades artísticas para algo más práctico y rentable: es manicurista y monta sistemas de uñas acrílicas.
Su jornada comienza antes de las 7:00 de la mañana porque debe estar en la escuela antes de que lleguen los niños. En las tardes se dedica a hacer manicure, oficio que también la ocupa el sábado y algunos domingos cuando le solicitan servicio de uñas a domicilio. “Me vivo durmiendo en los carritos (por puesto) pero tengo que mantener una casa”.
Entre la planificación y la preparación de las actividades de la escuela, Gomes organiza su tiempo para hacer manualidades por encargo como bisutería y decoraciones para fiestas. “Siempre he tenido dos y tres trabajos porque con este sueldo es imposible mantener a una familia”.
“Tengo que pagar un seguro aparte porque el HCM del ministerio (de Educación) tiene problemas con la mayoría de las clínicas y la cobertura es muy baja. Aparte a nosotros nos descuentan tanto por Ipasme como por Seguro Social, pero ambos funcionan malísimo y no puedo arriesgarme a estar sin servicio de salud”.
A los docentes les restan de su salario la deducción por concepto de Seguro Social pero el empleador (el Ministerio de Educación) no los registra automáticamente ante el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (Ivss), sino que cada trabajador debe hacer el trámite por sí mismo.
[quote_center]“Mucha gente no lo hace por lo engorroso de los trámites, así que probablemente ni siquiera tengamos las cotizaciones de ley para jubilarnos”.[/quote_center]
Los créditos personales que otorga el Ipasme se mantienen en montos aproximados de 9.000 Bs. “Con eso ni siquiera hago mercado. Los beneficios están desfasados de la realidad. Al principio daba clases en dos escuelas para seguir en la docencia pero hacer doble turno es reventarse para recibir igualmente dos sueldos miserables”.
Gregorio Suárez, profesor de bachillerato, especialista en Matemáticas.
Docente IV, titular, 30 años de experiencia en aula.
Sueldo base: 7.100 Bs.
Quincena promedio: 3.000 Bs
Su otro oficio: fabrica helados artesanales
[quote_center]»Estoy desesperado por jubilarme»[/quote_center]
Gregorio Suárez tiene 53 años de edad y 30 de ellos los ha pasado en un aula. Ha dado clase en casi todas las instituciones privadas y públicas de Mérida, la ciudad donde vive y en la que ha formado a varias generaciones de estudiantes.
Es “el profe de matemáticas”, el que ha lidiado durante tres décadas con el tradicional hastío hacia esta materia que demuestran los 35 o 40 adolescentes que lo reciben a diario en cada salón en el que ha dictado clase.
Tiene una jornada de 36 horas, distribuidas entre la mañana, la tarde y las que da en instituciones de horario nocturno. A las 8 pm de un día cualquiera, Suárez aún está dando clases.
“Andamos con una depresión de vida. Todo el entusiasmo y la pasión con la que uno empieza se debilita porque el trato que recibimos nos demuestra que no se reconoce lo que significa ser un maestro”.
Suárez mantiene un hogar de cuatro personas y, mes tras mes, sus quincenas desaparecen integras ante sus ojos a los pocos minutos de recibirla. “Tengo que pagar un crédito al banco y también pago alquiler. Ahí se me va el salario”.
Así que como buen profesor de matemáticas tuvo que reformular su ecuación del presupuesto familiar: Suárez y su esposa aprendieron a hacer helados artesanales para comercializarlos.
En 2010, ante la dificultad económica que lo apremiaba, se puso creativo. Comenzó a ensayar recetas en la cocina de su casa y poco a poco, entre pruebas de sabores y técnicas de elaboración aprendió a hacer helados tipo paleta de frutas, chocolate y mantecado.
[quote_center]“Mi familia y yo nos tuvimos que ingeniar una para tener un ingreso rentable porque como maestro no podía mantener la casa”[/quote_center]
Fabrica y empaqueta sus helados en un espacio que habilitó en su casa y hasta el año pasado, los helados se convirtieron en su principal ingreso familiar.
Pero no contaban con la escasez de su materia prima “se me ha dificultado cada vez más mantener la producción de los helados porque necesito de 4 a 6 kilos de leche diarios para trabajar”. Aun así la intención de Suárez es poder jubilarse pronto como docente para dedicarse a impulsar su propio negocio porque considera que ha dejado su vida en las aulas.
“Yo no sé qué ocurrió porque pensamos que iba a haber un cambio, un crecimiento pero la verdad es que el país se estancó, se empobreció y ahora lo que estamos haciendo muchos docentes es ingeniarnos algo para sobrevivir”.
Rainier Mendoza, profesor de bachillerato, especialista en dibujo técnico.
Docente II, 9 años de experiencia en aula.
Sueldo base: 5.100 Bs.
Quincena promedio: 2.000 Bs.
Su otro oficio: repara equipos electrónicos
[quote_center]»Nuestras quincenas son insólitas»[/quote_center]
Rainier Mendoza comienza el año escolar preguntando a sus alumnos de bachillerato cómo está la situación económica en sus hogares para saber qué materiales les puede pedir. Su consideración se fundamenta en la realidad de sus propios ingresos.
“El sueldo está desfasado igual que los beneficios. Por ejemplo, la cobertura del HCM es de 50 mil Bs y 40 mil Bs. para el beneficiario; el otro problema es que en todas las clínicas tenemos problemas para que nos reciban porque el Ministerio no está al día. Uno vive rogando para no enfermarse”.
Mendoza está a cargo de cuatro secciones de bachillerato. Todas las semanas planifica, prepara, dicta clase y evalúa los trabajos de 120 muchachos.
Después de terminar su horario en la institución, Mendoza aplica su precisión técnica para otros fines: repara computadoras y teléfonos móviles. Trabaja durante las tardes de la semana y el sábado.
[quote_center]“Tengo un hijo que mantener y si viviera de mi sueldo ni siquiera pudiera pagar los servicios. ¿Cuánto le dura a una persona común y corriente 2.000 Bs? ¿Qué puede pagar con eso? Bueno, esa es mi quincena”.[/quote_center]
El año próximo cumplirá una década como profesor pero está reevaluando su carrera profesional. “Es agotador. Son muchas cosas con las que uno lidia porque el trabajo de maestro no termina cuando sales de clase, todo lo que uno hace antes, durante y después pareciera que no cuenta y la cantidad de tiempo y esfuerzo que invertimos obviamente no es reconocido”.
Edward Valencia, profesor de bachillerato, especialista en Castellano y Literatura y francés.
Docente V. 15 años de experiencia en aula.
Sueldo base: 7.260 Bs
Quincena promedio: 3.500 Bs
Su otro oficio: músico en una agrupación que toca en locales nocturnos
[quote_center]»El arte de nosotros es sobrevivir al salario»[/quote_center]
Edward Valencia se confiesa como un optimista irremediable. Cada vez que culmina un año escolar se repite a sí mismo que debe renunciar a la docencia pero al segundo pensamiento decide quedarse un año más. Se formó como docente paralelamente a sus estudios de música.
“Siempre he sido un ratón de biblioteca. Estudié idiomas, tengo formación musical y soy un apasionado de la lectura, lo natural es que fuese un educador. Pero no sabía que ni siquiera iba a poder vivir de esto”.
Valencia habla francés y durante un tiempo dictó esta materia para la mención de humanidades. Pero a la par tenía varias secciones de castellano en diferentes liceos y un promedio de 40 a 50 alumnos por aula. “En una semana podía corregir más de 100 evaluaciones. Quedas prácticamente seco”.
Seguía en contacto con el entorno de la música pero la docencia ocupaba el 70% de su tiempo así que no lo consideraba una alternativa. Hasta hace dos años.
“Se me puso cada vez más difícil cuando mis hijas fueron a la universidad. Mi esposa también trabaja pero mi ingreso no alcanzaba ni para cubrir los gastos básicos así que decidí tomarle la palabra a un amigo que tenía un grupo de música bailable. Trabajamos viernes, sábado y domingo en locales nocturnos. Imagínate lo que significa para alguien que tenía que dar clases a las 7:00 de la mañana”. La estrategia fue reducir sus horas para atender menos secciones. Ya no da más francés.
[quote_center]“Lo ideal es que el maestro se dedique 100% a sus labores para fajarse y preparar la mejor clase posible. Pero eso no es realista».[/quote_center]
«Uno tiene que agarrar otros caminos aunque no quiera. Poco a poco dejaré de ser profesor para dedicarme a otra cosa porque nos gastamos las fuerzas con dos y tres trabajos. Y lo más triste es que de viejo menos te lo reconocen porque hay maestros que se han muerto esperando cobrar sus prestaciones sociales”.
Si quieres contactar al autor de esta historia, escribe a: gabriela@larazon.net