No hay duda de que la crisis nacional condiciona el aire vivificante de los universitarios y que el régimen se ha decantado por una política contraria a las universidades libres y autónomas
Ángel Rafael Lombardi Boscán
“La casa que vence a las sombras” hoy vive dentro de una gigantesca catacumba. Las razones que explican este caos son muchas y complejas. No hay duda que la crisis nacional condiciona el aire vivificante de los universitarios, y que el régimen se ha decantado por una política contraria a las universidades libres y autónomas.
La relación Universidad-Estado está rota y es conflictiva. La intervención gubernamental sobre los fueros universitarios es real y grosera, allanando sus prerrogativas de auto-gobierno y cuestionando su razón de ser, a ello hay que agregarle el amotinamiento de los gremios alentando prácticas caníbales y corsarias de dudoso espíritu universitario.
Por otro lado, internamente, los universitarios tampoco hemos sabido sobrevivir a tantas amenazas recurriendo a nuestros talentos, por el contrario, se nos ha instalado el síndrome de la desidia y la explotación indebida de la universidad para otros fines ajenos a su meta académica.
Hoy para muchos la universidad es una plácida zona de confort: horarios ridículamente simbólicos que nadie procura una supervisión mínima sobre ellos invitando al incumplimiento laboral, procesos académicos precarios y sin continuidad alejados de una planificación seria, crecimiento de una burocracia parasitaria que termina comiéndose el presupuesto universitario por el pago de los salarios y otros beneficios sociales.
«Hoy solo se publican 300 artículos científicos en comparación con los 1.000 de hace 15 años atrás»
Agréguele a esto una sempiterna incapacidad para el ahorro y el gasto frugal, junto al crecimiento del delito puertas adentro, pues nos encontramos con una universidad a media máquina, y herida.
Este dato por sí sólo dibuja la crisis universitaria actual: 17 libros fueron los que pudo publicar la Universidad del Zulia en el año 2014. Y de acuerdo al CONDES, máximo representante de la investigación, hoy solo se publican 300 artículos científicos en comparación con los 1000 de hace 15 años atrás. Las deserciones escolares de estudiantes, junto a las de los docentes mal remunerados tampoco contribuyen al ejercicio virtuoso y pleno de nuestras atribuciones académicas.
¿Qué hacer? Las agujas del reloj de la historia, caprichosas de por sí, no sabemos lo que nos puedan deparar. Si la crisis nacional empieza a recomponerse la alicaída dinámica interna de las universidades tendrá la oportunidad de rehacerse, aunque para ello hay que renovar el liderazgo democrático de las casas de estudio superiores y depurar tantos vicios que hoy se nos han instalado.
Dos ideas considero esenciales para acometer de inmediato. La primera es la restitución de la meta académica por encima de cualquier otra consideración y para ello hay que atacar el clientelismo interno y destrancar los procesos, reivindicando el estricto cumplimiento de nuestras normas, reglamentos y leyes, nada de subterfugios o la tan manida “excepción a la norma”.
Y segundo, recuperar el clima de comunidad universitaria hoy fracturado por una especie de guerra civil contra las jerarquías y los roles estrictamente académicos. Para ambos casos, y los otros muchos problemas que nos aquejan, es fundamental tratarlos desde una visión institucional alrededor del dialogo, la negociación y el acuerdo. Sumando a la inmensa mayoría de los universitarios de bien.
El autor es director del Centro de Estudios Históricos de LUZ