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Proyecto cuartelario

Militarismo en Venezuela

Despilfarran los recursos del Estado para la compra de conciencias y voluntades


José Rafael López Padrino

Desde la llegada al poder del fallecido teniente coronel se puso en marcha la ejecución de un proyecto altamente personalizado, militarista y autoritario encauzado al control total de la sociedad mediante la imposición de la bota militar.

Un proyecto político de derecha orientado a instaurar un corporativismo estatal totalitario con una base intelectual basada en la sumisión de la razón a la voluntad y la acción de un líder mesiánico. Bajo un supuesto “socialismo” se ha construido un capitalismo de Estado explotador sustentado en una maquinaria armada que sirve para intimidar y controlar cualquier descontento social y conculcar los derechos de los trabajadores.

El carácter militarista de este régimen hoy es indiscutible. Por donde se vea se nota el intento por uniformar al mundo civil, por homogeneizar la forma de pensar de los venezolanos, por convertir a nuestra Venezuela en un gran cuartel.

El militarismo ha sido la base-fundamento, para la conformación, mantenimiento y consolidación de esta bufonada facha referida como “socialismo del siglo XXI, entiéndase socialfascismo bolivariano”. Y no se trata sólo de la cantidad de uniformados incluidos en posiciones claves de mando-gobierno, sino del concepto-noción, pensamiento-doctrina e intereses que se ponen en juego en la sociedad venezolana y que son portadores del perverso mensaje militar. En proyecto con un marcado corte patriotero y chauvinista.

El aparato militar de la nación busca dominar cada vez más la cultura, la educación, la ciencia, los medios de comunicación, la religión, la política y la economía nacional

El socialfascismo bolivariano significa mucho más que el contagio de la vida civil por la organización militar, implica la militarización de la manera de pensar (enemigo a aniquilar), de hablar (batallón, patrulla), de sentir (odio por la diversidad) y de actuar del ciudadano (violencia como medio para dirimir diferencias). Un modelo de sociedad regida por la obediencia y la sumisión, sujeta a los desvaríos en vida, de un difunto eterno.

Con las falsas banderas del “desarrollo socialista de la sociedad” y de la lucha “contra del capitalismo”, el socialfascismo se ha construido una armazón jurídico-legal que ha permitido darle continuidad al modelo de dominación capitalista (capitalismo de Estado) en nombre del socialismo para disimular su esencia gorila-reaccionaria.

Es la constitución de un «Estado Guarnición» que implica el uso del aparato militar de la Nación (la FAN, los grupos paramilitares, y los servicios de seguridad de Estado) en el control del comportamiento de los ciudadanos, a través de los valores militares (centralización de la autoridad, jerarquización, disciplina, obediencia ciega), a fin de dominar cada vez más la cultura, la educación, la ciencia, los medios de comunicación, la religión, la política y la economía nacional.

Obviamente, para llevar adelante éstas y otras muchas fechorías, el régimen se ha apoyado en los sectores más abyectos de la Fuerza Armada, los cuales a pesar de su reducida cuantía numérica, disponen de un enorme poder jerárquico-represivo dentro de la institución armada.

Ello explica el tratamiento preferencial que le dio el ya fallecido comandante galáctico y continuado por el iletrado Maduro para quienes tienen las bayonetas y el poder de fuego en sus manos. Favoritismos que se traducen en compras compulsivas y faraónicas de material de guerra, a pesar de la crisis económica que afronta el país.

La mentira, manipulación, represión y militarización de la sociedad han convertido a la supuesta revolución bonita en una pesadilla

Crisis que se evidencia en una caída del PIB cercana al 10% y una inflación anualizada que se estima ronde el 180% según fuente de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe). Cifras económicas que indican la peor evolución de toda Latinoamérica y una de las peores del mundo, superando solo al Yemen, en pleno conflicto bélico y a Sierra Leona, golpeada por el ébola.

Ante este apocalíptico panorama el régimen decreta un pírrico aumento del salario mínimo en un 30%, el cual lejos de incrementar el poder adquisitivo del venezolano tiene tufo electorero.

Mientras el régimen prosigue con su política de compras delirantes de material militar a China y Rusia, nuestros hospitales carecen de recursos, las universidades están colapsadas por insuficiencia presupuestaria, se agudiza la escasez de alimentos y medicamentos, la pobreza siguen en aumento, la precarización laboral se institucionaliza y el desempleo es el pan de cada día. Ello sin obviar la sistemática represión impuesta por la bota militar en contra de la disidencia política.

Nos enfrentamos a un proyecto cuartelario fundado por un anodino militar tropero y dirigido por un “autócrata iletrado” que despilfarra los recursos del Estado para la compra de conciencias y voluntades y recurre a las bayonetas para asegurarse el poder para siempre.

La mentira, la manipulación, la represión, y la militarización de la sociedad han convertido la supuesta revolución bonita en una penosa pesadilla para los venezolanos.