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Juegos peligrosos

Nicolás Maduro

Un régimen que pretende controlarlo todo debería saber que lo que se escucha en la calle es más lapidario que la misma derrota


Rubén Osorio Canales

Las patéticas intervenciones de la cúpula que hace vida en el corazón del régimen llevan como primer propósito borrarle la alegría a esos casi ocho millones de votantes por la oposición y con ello tratar de instalar sus amenazas y despropósitos en el imaginario colectivo con la intención de agriar el condumio navideño.

Aun cuando la ciudadanía que votó por el cambio está clara en lo que quiere y por esa razón comienza a ser vista con respeto en el continente y en el mundo por su ejemplar comportamiento democrático, es bueno insistir en algunas reflexiones que puedan ayudar a abrirle los ojos a los venezolanos menos atentos, entre los cuales por supuesto están los que, presionados por las amenazas del régimen, votaron a favor del proceso.

Ellos tendrían que ser los primeros en entender que fueron y siguen siendo víctimas de una abierta manipulación y ocultamiento de la verdad, con solo escuchar y ver la respuesta de la cúpula del régimen privada de cualquier argumentación lógica, ante derrota tan contundente.

«Hablar de profundizar la “revolución” en vez de rectificar modelos y castigar conductas corruptas, forman parte de la soberbia que el pueblo castigó el 6D»

Esgrimir como respuesta y explicación que la culpa por la paliza recibida el 6D fue de la guerra económica, es sencillamente no haber entendido que ese, que fue el nutriente de la campaña del régimen, no fue creído por nadie en pleno uso de razón.

Que el pueblo si vio y asimiló que la única guerra económica que el país presenció fue la que el régimen declaró con las expropiaciones, con el acoso y persecución a la empresa privada, que los controles impuestos fueron causantes entre otras cosas del creciente desempleo, que haber recurrido con el auxilio de los precios del petróleo a las importaciones hirió mortalmente a nuestro aparato productivo dejando a la población en estado crítico.

Decir y repetir con obtusa insensatez, que unos sujetos de la derecha impidieron la llegada de los productos a las manos del pueblo, no pasa de ser una mala y patética fábula por parte de un régimen que se ufana de controlarlo todo.

Pretender que después de semejante derrota el pueblo crea en excusas tan palurdas, cuando desde hace tiempo perdieron todo rasgo de credibilidad, es lo más parecido a la idiotez. Argumentar que en las colas, que según la señora Farías, eran felices, se materializó la conjura de la derecha contra el régimen, es un irrespeto a la inteligencia, sensibilidad y burla a los requerimientos de la gente; amenazar con no construir viviendas por no recibir el apoyo popular, quejarse porque en apartamentos de la misión vivienda se celebró la victoria opositora, pasando por alto el daño que hicieron en muchas comunidades las OLP, son expresiones muy próximas a la ruindad, exigirle ahora a la oposición que acabe con las colas, cuando esa es una tarea exclusiva del régimen habla muy mal de ellos, hablar de profundizar la “revolución” en vez de rectificar modelos y castigar conductas corruptas, forman parte de la soberbia que el pueblo castigó el 6 de D.

«¿Y por qué el régimen le teme tanto a una AN que ha recuperado su derecho a hacer preguntas? ¿Qué es lo que no quieren que se sepa?»

Desde luego que ese arsenal de insensateces que la cúpula fascista dispara a diario desde hace años, explican cabalmente el por qué fueron derrotados.

Las preguntas que el pueblo se está haciendo con insistencia, son: ¿y por qué el régimen le teme tanto a una AN que ha recuperado su derecho a hacer preguntas? ¿Qué es lo que no quieren que se sepa? ¿Será que son ciertas entonces los señalamientos sobre corrupción, narco estado, violaciones de los derechos humanos, y esa enfermada crónica que llamamos impunidad?

La ofuscación de los derrotados del proceso es tan grande que con toda certeza no se han detenido a pensar y reflexionar sobre lo que se dice en la calle, de haberlo hecho su comportamiento no habría sido y tendrían una actitud cónsona con la dignidad y no esta propia de pandilleros acorralados.

Un régimen que pretende controlarlo todo debería saber que lo que se escucha en la calle es más lapidario que la misma derrota, que el descontento se convirtió en rabia, el murmullo se convirtió en voz viva y sin temor, las conjeturas tomaron la fuerza de una pretendida verdad y el malo de todas esas historias es siempre, a no dudarlo, el derrotado.

Los hechos demuestran que toda la cúpula del régimen fue echada sin honores del afecto popular y que con esa actitud de rabioso despecho, no han hecho otra cosa que poner a la gente a escudriñar en el basurero de las verdades ocultas, desde donde salen “historias” que a veces rayan en lo inverosímil.