Venezuela está enferma por culpa de un régimen que no quiere reconocerlo
Rubén Osorio Canales
Dicen que la mejor manera de combatir una dolencia es reconocer su existencia. Que un alcohólico, por ejemplo, puede intentar su curación si reconoce ser un alcohólico, lo mismo pasa con todas las otras dolencias que puede padecer un ser humano. También con las dolencias de las naciones. A no dudarlo Venezuela está enferma y su enfermedad es múltiple y grave.
Su economía anda muy mal y a punto de ser desahuciada si no recibe los correctivos necesarios y eso se debió hacer con urgencia desde el momento en que el modelo escogido comenzó a mostrar malos síntomas.
Una autocracia ignorante, engreída y arbitraria con marcado signo castro comunista no hizo caso y allí están los resultados. No hay una sola cifra que esté en positivo y lo peor es que el régimen no lo quiere ver y menos aún reconocer.
Su tejido social está gravemente enfermo y envuelto en una corriente múltiple, una especie de metástasis que agrede, no solamente sus instituciones, sino la vida ciudadana en sus manifestaciones más simples. La inseguridad, la corrupción, el desempleo, el insoportable costo de la vida, el desabastecimiento, esa nueva manera de vivir, agresiva, perversa y casi siempre delictual impuesta por la supervivencia a la que se ha llevado al venezolano gracias a la carestía y a los controles.
Todos males que aquejan a uno que como el nuestro estaba llamado a ser guía y ejemplo de un continente, reducido a esta frustración decepcionante que es hoy, en nombre de una revolución que nunca fue.
Venezuela está enferma por culpa de un régimen que no quiere reconocerlo, por eso cada día que pase, y todos los días, los demócratas debemos denunciarlo, resistir y vencer
No le han bastado ni la derrota sufrida a manos de un pueblo cansado de tanta mentira, no han sido suficientes los mensajes que esa derrota les envió, tampoco la decencia con la que una oposición absolutamente victoriosa les tiende la mano para salvar a Venezuela, sino que ahora pretenden desconocer a la nueva AN cuando la amenazan de no complacer sus despropósitos y en acritud de soberbia irracional se niegan a ser interpelados los autores materiales e intelectuales de este desastre y este derrumbe.
Y uno, ya sin perplejidad ante actitudes propias del terrorismo de estado, se pregunta qué hacer ante un régimen que se niega a rendir cuentas de los diecisiete años malamente en el poder, que pretende sacudirse su responsabilidad en la catástrofe y dispuesto a no efectuar cambios de modelo, ni rectificar porque sencillamente sigue las instrucciones del castro comunismo que llegan desde La Habana y uno no encuentra una respuesta mejor que la de resistir y para ello será menester decir y divulgar lo que una gerencia irresponsable se niega a responder a la nueva AN.
Dedicarse a explicar con pasión y certero lenguaje, qué fue lo que nos trajo hasta las puertas de este barranco, cuándo comenzó la verdadera guerra económica de un estado comunista contra el aparato productivo de la nación, cómo fue el despilfarro de la mayor renta petrolera que el país ha conocido en toda su historia, cómo fue la entrega de nuestra soberanía y cuales las artimañas que preparan para impedir la transición que el pueblo decretó con su voto castigo el 6D.
Allí está la batalla que hay que dar sin desmayo y fortaleciendo, hasta hacerla indestructible, la unidad de los demócratas de Venezuela que somos la inmensísima mayoría. Una batalla decisiva para rescatar a Venezuela de las garras del castro comunismo y darle el gran y mejor futuro que se merece.
Podríamos decir que sigilo, pasión y certeza en los argumentos son ahora nuestras primeras necesidades. Ahora más que nunca hay que hacerlo, ahora como nunca antes la unidad demostrada con la votación del 6D tiene que robustecerse y ahora, más que nunca antes, esa ciudadanía que le dio lecciones de democracia a esta decadente y corrupta autocracia cívico militar, tiene que hacer suya aquella vieja aspiración de una democracia verdaderamente protagónica, repetida tantas veces de la boca para afuera por la farsa revolucionaria que todavía se sostiene con abusos de poder y terrorismo de estado en eso que ellos llaman poder, que en ningún caso es gobernar.
Venezuela está enferma por culpa de un régimen que no quiere reconocerlo, por eso cada día que pase, y todos los días, los demócratas debemos denunciarlo, resistir y vencer.