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El decreto sobre la emergencia económica

¿Quién en su sano juicio puede creer en un gobierno que ha hecho de la recurrencia a la mentira y la incuria algunos de sus principales mecanismos?


Oscar Battaglini

Son numerosas las observaciones críticas que se pueden hacer de entrada a ese decreto. Resumiremos cinco.

En primer lugar, que llega con por lo menos tres (3) lustros de retraso, puesto que la recesión que afecta severamente a la economía venezolana ya había comenzado a manifestarse desde hace aproximadamente ese tiempo, sin que el gobierno chavista tomara ningún tipo de medidas para contrarrestarla. Eso explica en definitiva, el grado al que han llegado en el país la caída de la producción agrícola e industrial, la inflación, el desabastecimiento y la escasez que hoy padecemos. Contrariamente lo que se hizo fue, perseverar en las políticas y en las decisiones que, sin ninguna duda, fueron las causantes de la pavorosa crisis económica y social que hemos vivido desde entonces.

En segundo lugar, mediante ese decreto se reconoce a medias, aunque no de manera explícita, la existencia de la crisis económica que afecta gravemente la vida de los venezolanos, pero se insiste en el cuento de la “guerra económica” como la causante de la misma es muy probable que los maquinadores de esa patraña sea la burocracia cubana, especialista en eso de echarle la culpa a otro por fallas que son de su estricta responsabilidad. Cabe recordar que todavía –en medio de su capitulación ante el imperio norteamericano- siguen culpando al bloqueo por todas las desgracias que su acción gubernamental de más de 50 años, ha arrojado sobre el martirizado pueblo cubano. Aquí la burocracia gubernamental chavista, emulando a sus congéneres cubanos, sigue repitiendo la consigna de la “guerra económica”, para eludir su responsabilidad en la catástrofe provocada por ellos mismos, aunque ya casi nadie les cree. La demostración más contundente de que esto es así, son los contundentes resultados de las elecciones parlamentarias del 6D, y la nueva correlación de fuerzas políticas que se ha constituido en el país .

En tercer lugar, al decreto se le ven las costuras, puesto que está redactado en un lenguaje deliberadamente ambiguo, a fin de que, además de lo que expresamente señala su contenido, sirva para cualquier otra ocurrencia propia del interés de la burocracia chavista. El hecho de que con este decreto se establezca en el país un estado de excepción, da pie para eso y mucho más.

En cuarto lugar, que para hacer las cosas que se plantean en ese decreto, no hacía falta imponer un estado de excepción en ningún sentido; lo que confirma que la intencionalidad con la que fue concebido es realmente otra que su redacción no logra ocultar.

En quinto lugar, que -en última instancia-, lo que se busca con ese decreto es imponernos, como se ha dicho, un estado de excepción para gobernar dictatorialmente, y para terminar de hacer con el país lo que les venga en gana.

En suma, con ese decreto no se está pensando centrar la atención del gobierno en la solución de los más graves y urgentes problemas planteados hoy por hoy a los venezolanos. El país entero es testigo de cómo este gobierno permitió que la situación llegara al estado de desesperación en el que nos encontramos para ahora salirnos con un decreto elaborado de manera intempestiva, a la carrera e improvisadamente.

Quién en su sano juicio puede creer en un gobierno que ha hecho de la recurrencia a la mentira y la incuria algunos de sus principales mecanismos; que intenta esconder su ineptitud y su incapacidad detrás de una fantasmagoría (“guerra económica”) en la que, como ha quedado demostrado, nadie cree, y que a nadie convence. Quién con un mínimo de seriedad, puede prestar atención a un gobierno caído, que fue despojado por la inmensa mayoría del pueblo venezolano, de toda legitimidad en las pasadas elecciones parlamentarias. Y finalmente, quién puede confiar en un gobierno que antes que convocar en privado al legítimo empresariado venezolano para dialogar y definir lo que hay que hacer para de una vez comenzar a revertir los aspectos más graves y urgentes de la crisis económica, lo que hizo fue recurrir a un grupo de “empresarios” de segundo o tercer plano en un mitin en el Teatro Teresa Carreño, con los cuales se formó una suerte de comisión o “consejo para la economía productiva” con 45 de sus miembros. Como es fácil deducir, este nuevo mamotreto chavista, pasado algún tiempo, también será abandonado como un trasto inútil e inservible. Ese es el destino que le espera a un organismo formado como se ha dicho, por gente improvisada y que no posee un conocimiento cabal de la problemática económica por la que atraviesa el país, ni dispone de planes (de presupuestos) capaces de canalizarla de manera exitosa. Además, qué es lo que puede hacer en ese sentido un gobierno caído y que ha quedado reducido a las nóminas del aparato burocrático del Estado, y a las de los grupos de la población que todavía se mantienen incorporados a las misiones, programas y consejos comunales bajo su control.

Una vez improbado el decreto por la Asamblea Nacional, el gobierno se ha dedicado a promover algunas reuniones con otros empresarios privados, que seguramente terminarán disolviéndose sin haber alcanzado ningún resultado efectivo. Todo indica que el característico signo de lo fallido tenderá a acentuarse en la conducta gubernamental. Esto, para ser realistas, hará todavía más difícil y gravosa a situación general, pero esa será también la condición que inevitablemente forzará a la sociedad venezolana a poner cierre definitivo al nefasto e inoperante régimen que todavía nos desgobierna.

Esta es una situación que es necesario tener suficientemente clara. Ese será el curso que las cosas tomen en lo sucesivo. Para esa eventualidad y su desenlace final es preciso comenzar a prepararse política y anímicamente desde ya.