, ,

La distracción

La estrategia de la distracción permite al más arrecho hacer catarsis, al más blando soltar la brújula y mirar para otro lado


Rubén Osorio Canales

Nadie debería asombrarse por la continua aparición de personajes, propuestas, decisiones, noticias, que incendian a diario la distracción y activan la charlatanería nacional hasta el día siguiente en el que aparece una nueva ocurrencia que cambia el curso de la atención ciudadana.

En verdad es un fenómeno recurrente sobre todo cuando las cosas de la política no andan bien, como es el caso de la nuestra. Si de algo saben los regímenes autocráticos, con vocación totalitaria, es usar la distracción como método permanente para escurrir el bulto de sus responsabilidades y embaucar a la más perspicaz de las intuiciones ciudadanas.

Lecciones completas sobre el particular nos han deparado el fascismo italiano, el nazismo alemán, el comunismo ruso, y en nuestra órbita latinoamericana, el castro comunismo, método este copiado al calco por el régimen que arrea hacia el desastre a nuestro país.

En un país como el nuestro donde nada, absolutamente nada, anda bien y en el que la única brújula con que cuenta el ciudadano es la incertidumbre, es lógico suponer que bastaría con “el ruido de las hojas al caer”, para que se encienda el motor de la conversación y el boca a boca haga mucho más que mil campañas de propaganda política.

«Sobre la distracción como arma política existe abundante literatura desde la China más imperial hasta nuestros días, pasando por griegos, romanos, Shakespeare, Maquiavelo, Goebbels, y los descritos con gran economía de palabras por Noam Chomsky»

Imagine usted por un momento como será el desvarío de la palabra en un país donde los destinos cotidianos más cierto son la inseguridad, el desabastecimiento, la falta de medicinas, las colas para la supervivencia, la falta de agua y la falta de luz, con una olla de presión a punto de estallar por no ver claridad al final de la larga noche.

Claro que nadie se puede sorprender ante el incendio que a diario se produce en las redes sociales, ni la subida de tono en las conversaciones de la gente, si al menú del día le añadimos  los disparos de la guerra sucia, las guerras del rumor, todo cuanto se dice en las cadenas presidenciales, las decisiones del TSJ, los pronunciamientos de Padrino, los gritos y amenazas de Cabello, las discusiones y propuestas sobre las rutas a seguir, y la aparición en la escena del proyecto de Escarrá presentado con la deliberada intención de distraer.

Una sociedad sometida a una distracción continuada como la que se lleva a cabo en este país, aplicada con criterio político, termina por no encontrar la salida y que el toro lo embista.

En los últimos diez días hemos puesto nuestra atención entre otros temas, en los desaparecidos de Tumeremo; en el llamado a un diálogo propuesto tanto por la señora Mccoy, como por el Papa Francisco y firmado de manera extraña por ambos bandos en la AN, sin que se hablara más del asunto, de allí se pasó al Guri, luego a los asuetos presidenciales para ahorrar, según sus palabras, energía eléctrica, luego a la falta de agua, luego a la ley de Amnistía, cuando pensábamos que nos estábamos quedando sin temas, aparecieron los reclamos de la oposición a Tibisay por seguir los pasos del maestro psiquiatra en eso de impedir el revocatorio a tiempo, de nuevo brincamos al TSJ, entonces fue el turno de la mamá de Almagro puesta en escena por la canciller, los desafíos para debatir con Rajoy, “dónde y cuando quiera”, por parte de Maduro, los de Ramos Allup a Padrino, hasta llegar a el choque de las enmiendas propuestas por Escarrá en esa lucha suya por ser aceptado otra vez en la cobija del régimen.

Desde luego todas esas incursiones por temas que despertaron nuestros mejores instintos de conservación y hasta nuestra capacidad oratoria fueron ráfagas de brisas muy cortas y veloces que si acaso han logrado hacernos descubrir que a pesar de hablar mucho y muy seguido sobre los mismos temas, estos siguen allí sin ser ni remotamente resueltos.

Sobre la distracción como arma política existe abundante literatura desde la China más imperial hasta nuestros días, pasando por griegos, romanos, Shakespeare, Maquiavelo, Goebbels, y los descritos con gran economía de palabras por Noam Chomsky.

La estrategia de la distracción permite al más arrecho hacer catarsis, al más blando soltar la brújula y mirar para otro lado y mientras esto ocurre, el régimen actúa a sus anchas llevándose en los cachos lo que tenga a bien llevarse. Para tal estrategia no hay vacuna mejor que tener los ojos abiertos y saber distinguir entre el camino real y la trocha.