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Ocaso de un proyecto fraudulento y miserable

crisis económica

Representan una manera abusiva y desmedida de ejercer el poder en función de una corrupta, fanatizada y pestilente logia


José Rafael López Padrino

Venezuela atraviesa una de las peores crisis de su historia republicana. La gestión bolivariana ha sido un total fracaso cuya dimensión real se conocerá cuando se muestren las costuras del inefable engaño y se descubra toda la verdad de estos últimos 17 años.

Al margen de la propaganda Goebbeliana oficial, el mandato del ya fallecido teniente coronel se caracterizó por la continuidad del proyecto neoliberal más que una ruptura con el pasado como falazmente se publicitó. Desarrolló una versión semejante de lo que por entonces se denominaba social-liberalismo.

Su política económica preservó la hegemonía de los capitales financieros, dictada por el FMI, manteniendo inalterados los rasgos estructurales constitutivos de la excluyente y perversa formación social burguesa del país.

Al mismo tiempo, gracias a la bonanza petrolera, desarrolló programas sociales que si bien no erradicaron la miseria y la exclusión social, le permitió un mayor control de la población. Bonanza financiera que le permitió al encantador de serpientes de Miraflores vender la falsa sensación de haber roto el círculo vicioso de la pobreza, y crear un supuesto blindaje de la economía nacional frente a la crisis económica internacional (Chávez dixit).

«El país ha vivido un engaño colectivo, una ilusión de revolución que en vez de ayudar a los más desposeídos los ha hundido cada vez más en la miseria, frente a una súbita y obscena riqueza de nuevos y poderosos corruptos surgidos a la sombra del poder»

La caída de los precios petroleros dio inicio al desmoronamiento del mito fachochavista de que todo en el país andaba bien y que la pobreza era cosa del pasado. Ante ello el descontento y la protesta social emergieron con diferentes perfiles socioeconómicos y se hicieron presentes en cada uno de los rincones del país. Ya no había más petrodólares para seguir alimentado la fantasía de la prosperidad social y brotaron las realidades del desengaño colectivo.

Las políticas iniciadas por el insepulto comandante y continuadas por el ungido Maduro han fracasado. Han sido un total descalabro evidenciado por una brutal desindustrialización del país, una profundización de la política rentista petrolera, la entrega de nuestra riqueza al capital transnacional, un aumento del desempleo estructural, el debilitamiento y aniquilación de los sindicatos y movimientos sociales, un aumento del trabajo informal (buhonería), la precarización y finalmente la superexplotación de los trabajadores. Ello acompañado de un recrudecimiento de la represión contra todo aquel no afín con el proyecto fachobolivariano.

Las promesas de la superación de la pobreza, y la exclusión social, de disponer de un buen sistema de salud, de abatir la inflación (el impuesto de los pobres), de disfrutar de una seguridad social para todos los trabajadores, de tener una vivienda y trabajos dignos, así como el combate a la corrupción han terminado en el basurero de las desesperanzas; como casi todas, por no decir todas, de las promesas incumplidas por este grupete de militares que en nombre de una supuesta revolución «bonita» han sumido al país en un caos total.

Hoy tenemos más venezolanos en condiciones de pobreza que en 1998, carecemos de un sistema de salud y muchos lamentablemente mueren por falta de medicamentos como ocurrió en el caso del niño Oliver Sánchez.

Sufrimos la inflación más alta de Latinoamérica, las conquistas de los trabajadores han sido conculcadas, los derechos humanos violentados (OLP), al extremo de que la tortura (Christian Manrique), las ejecuciones policiales (José Frías Pinto y Julio García Adonis), las desapariciones forzosas (Alcedo Mora) y la operatividad de los grupos paramilitares han sido institucionalizadas.

El país ha vivido un engaño colectivo, una ilusión de revolución que en vez de ayudar a los más desposeídos los ha hundido cada vez más en la miseria, frente a una súbita y obscena riqueza de nuevos y poderosos corruptos surgidos a la sombra del poder (boliburguesía). En nombre de un desconocido socialismo se consolida un capitalismo de Estado explotador, con un elevado gasto militar, como un «mal necesario» para apaciguar la protesta popular, preservar la paz de la nación y darle continuidad al proyecto hegemónico.

El fachochavismo representa una manera abusiva y desmedida de ejercer el poder en función de una corrupta, fanatizada y pestilente logia cívico-militar.