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“El chavismo oficial se desdibuja”

Venezolanos hacen cola

La burocracia chavista trabaja afanosamente para imponernos de nuevo un resultado electoral de carácter fraudulento


 

Oscar Battaglini

¿En verdad existe o ha existido el proyecto chavista? Por lo pronto debemos expresar que son muchas las dudas que nos asaltan a la hora de intentar una respuesta afirmativa con respecto a esta interrogante, lo que hace que más bien nos inclinemos a dar una respuesta de signo contrario. Cimentamos esta posición en dos razones esenciales. En primer lugar porque todo proyecto político requiere de una fundamentación en la que aparezcan articulados orgánicamente lo correspondiente a la parte teórica con la parte propiamente política. Es decir, en el proyecto debe aparecer sintéticamente expresado lo que se piensa de la sociedad venezolana actual, lo relacionado con los cambios a operar en su seno para mejorarla y la manera de realizarlos políticamente en el plano de lo real-concreto.

Recordemos que en la génesis de la conformación de aquella indescifrable ideología entraron desde el árbol de las tres raíces (Rodríguez, Bolívar y Zamora) pasando por el oráculo del guerrero, hasta el simbolismo en desuso de la izquierda sesentosa para lo cual Chávez exhumó las viejas consignas de la lucha guerrillera, al punto que el filósofo Fernando Rodríguez concluyó: “Hugo Chávez es una monstruosidad ideológica porque ahí hay de todo y de la manera más contradictoria: militarismo, arcaísmo ideológico y un punto de mitología izquierdista, plagado de retórica, de vaciedades”.

De manera que eso, que podríamos significar como claridad ideológica, definida por la suma de principios doctrinales y programáticos, evidentemente no está, ni estuvo contenida ni en los “racionamientos”, ni en las actuaciones que el chavismo oficial ha venido haciendo y ejecutando desde el poder. A lo más que se ha llegado en este terreno es a la elaboración de un listado de cosas por lo general inconexas que en un momento determinado se pensó podían llevarse a cabo con un propósito específico. Esa es la conclusión a la que inevitablemente se llega después de “Las Líneas Generales del Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación, 2007-2013” y del “Plan de la Patria”. Del “Socialismo del Siglo XXI”, ni hablar se puede porque hasta ahora sus proponentes no han sido capaces de hacer una mínima definición al respecto. A lo sumo lo que se ha dicho de él es que posee un “carácter humanista y bolivariano”, que no es un socialismo del pasado, sino un socialismo que hay que inventar… “un socialismo consustanciado con los tiempos de la historia, que se va escribiendo a ritmos acelerados”; y finalmente, “que se irá construyendo colectivamente, con el Estado y la sociedad, a lo largo del proceso histórico”, etcétera. (ver Alfredo Serrano Mancilla, El Pensamiento Económico de Hugo Chávez”, Vadell Hermanos, Caracas, PP. 357.). Como puede verse no es mucho lo que se deriva como definición de tales formulaciones.

Y en segundo lugar, porque esos planes en ningún momento llegaron a constituirse en una guía de la política general desarrollada por el chavismo oficial desde el poder; porque no existe ningún resultado positivo (fáctico), que el chavismo gubernamental pueda exhibir como parte de la realización efectiva de esos planes; y porque estos dejaron de ser tenidos en cuenta por el chavismo oficial desde hace ya bastante tiempo. Lo que quiere decir que el gobierno ha marchado desde un principio al margen de esos planes, y que lo que ha orientado su actividad político-administrativa ha sido el voluntarismo espontaneísta de quienes han tenido el control del aparato estatal. Así fue con Chávez y así es ahora con sus herederos en el poder. Eso es lo que en gran medida explica el “despelote” y la improvisación que permanentemente han regido dicha actividad. Eso es también lo que en buena medida explica que los problemas de nuestra sociedad vayan por un lado y los capitostes del gobierno vayan por otro muy distinto, como si tales problemas no fueran de su entera responsabilidad.

En honor a la verdad, lo único que se ha cumplido de esos planes ha sido lo referente al pago de la deuda social que la burocracia chavista convirtió en el centro de su actividad gubernamental. Esta política que ha estado dirigida fundamentalmente a establecer y consolidar un vínculo clientelar con los pobres –con inocultables propósitos político electorales (proselitismo)-, ha sido presentada por esa burocracia como una “acción humanista”, interesada en la satisfacción de las necesidades básicas de esos sectores de nuestra población. El hecho mismo de que esa política haya girado alrededor de la distribución de la renta petrolera (de la distribución clientelar rentística) demuestra el verdadero carácter y la intencionalidad de la misma. Sobre todo pone de manifiesto la enorme inmoralidad con la que actúa esa gente en el ejercicio del poder, al hacer uso de un ingreso que tendría que ser invertido principalmente para generar en el país una economía productiva que impida que siga siendo gastado de una manera improductiva y demagógica. La comprobación de que eso es así viene dada por el hecho de que ese gasto que se calcula en más de 600 mil millones de dólares, no ha tenido ninguna incidencia en el desarrollo económico del país, ni en la modificación real y permanente de las condiciones de vida de los grupos sociales que inicialmente se beneficiaron de dicho gasto a través de los Consejos Comunales y las Misiones, etcétera. En este sentido puede afirmarse que se cumplieron las estimaciones hechas por algunos analistas, entre ellos el doctor Maza Zavala, cuando advirtieron sobre el carácter artificial y efímero de los planes impulsados por ese gasto gubernamental, y que lo que se pudiera lograr con él, quedaría sin efecto una vez que se agotara la fuente de financiamiento del mismo. Pues bien, a esa situación se ha llegado con las consecuencias nefastas que ello acarrea. Pero no sólo eso, sino que también se ven seriamente afectados los vínculos populistas que el chavismo oficial ha establecido con los sectores de nuestra población más excluidos y empobrecidos en procura de su apoyo social y político. Esto que ya tiene múltiples manifestaciones, ha comenzado a hacerse ostensible sobre todo en las manifestaciones públicas que el chavismo ha escenificado últimamente, en las que se nota una disminución significativa de la presencia de esos sectores en tales actos. Otra muestra de esto mismo son los resultados que arrojan las encuestas de opinión político—electorales que se realizan en el país, donde se muestra claramente una marcada tendencia mayoritaria en contra del chavismo que hasta hace poco no se registraba.

Aunque el chavismo oficial mantiene su perfil populista, cada vez se desdibuja más por efecto de la decadencia y el proceso de descomposición al que se encuentra sometido en la actualidad. Esto quiere decir que ya vio pasar sus días aurorales de cuando desbordaba la avenida Bolívar con multitudinarias concentraciones y ganaba todas las elecciones. Ahora para “ganar” alguno de estos eventos, debe recurrir a toda una serie de trácalas inimaginables. Para eso tiene a su CNE, a su Plan República, al G2 cubano, a su contraloría, a su sistema judicial con sus jueces provisorios y sus decisiones “express”, al Tribunal Supremo, a la Fiscalía, a la Defensoría del Pueblo, etcétera.

Hoy cuando en Venezuela se adelanta un proceso eleccionario cuya importancia va más allá de la simple reordenación de la composición política de la Asamblea Nacional, se percibe muy claramente que la burocracia chavista trabaja afanosamente para imponernos de nuevo un resultado electoral de carácter fraudulento que tiene todos los signos de una gran provocación en contra de la conciencia democrática del país. Esto obliga a los distintos sectores de la oposición a poner toda su atención en la denuncia sistemática de tales manejos, y sobre todo en la implementación de las medidas políticas y de masas, que permitan contrarrestar esas acciones de manera efectiva. Esta es una cuestión de carácter imperioso, de la cual depende lo que finalmente ocurra el próximo 6 de diciembre.