El Estado colombiano es el heredero histórico de aquellos estamentos terratenientes, pecuarios, comerciales y militares
Tamer Sarkis Fernández
Desde el Comitè Antiimperialista (Catalunya) deseamos expresar nuestra solidaridad de Principio y nuestra disposición práctica de colaboración con la campaña denunciante de la represión política (carcelaria y asesina a fuego y plomo) implementada por el Estado colombiano. Se trata de una campaña que, durante años y a fortiori en estos últimos, ha venido traduciéndose en una multiplicidad de actividades de concienciación y de búsqueda de internacionalismo.
En su identidad de gestor semi-colonial, es decir, en su doble identidad de organización política de la oligarquía “interior” tanto como de maquinaria al servicio de la Lógica “exterior” estadounidense, el Estado colombiano aplica la brutal represión lacayuna contra los luchadores anticapitalistas a fin de garantizar y de reproducir la opresión imperialista de la nación colombiana. Esta opresión se concreta en:
- La cosificación de Colombia como gran despensa extractiva;
- La subsunción productiva a la Lógica hegemonista de División Internacional del Trabajo;
- La funcionalización militar de Colombia a modo de Estado-tapón reaccionario bombero de los procesos progresivos latinoamericanos;
- El encorsetamiento mercantil de Colombia a las necesidades exportadoras e inversoras imperialistas de capitales: proceso concretado a modo de TLC y cínicamente llamado “de libre comercio” (¡!) o “neoliberal”.
El Estado colombiano es el heredero histórico de aquellos estamentos terratenientes, pecuarios, comerciales y militares (“Hacendados” y “Encomenderos” principalmente criollos), que en el contexto de descolonización española desbarataron el proyecto continental unitarista y desarrollista de los Bolívar y los San Martín. Se trató de una nomenklatura profundamente entreguista, dependentista y vendepatrias (dado su propia posición en la estructura económica interna y de su relación económica externa), que fue puesta a girar entorno a las Potencias europeas inmediatamente beneficiarias de la “descolonización” decimonona, y que posteriormente se arrimaría “al sol que más calienta” de la Superpotencia yankie. Con los años, dicha oligarquía añadiría a sus actividades clásicas la especulación bursátil, la agroindustria plenamente capitalista y la especialización en tramos productivos (tallerismo subcontratado, plantas industriales…) de un Valor subalterno al Valor mercantil total apropiado, concentrado y exportado por los monopolios anglos. Ello según el patrón de comportamiento obediente a la Ley de los Intercambios Desiguales, descubierta por Lenin bajo la época del imperialismo.
Lejos de servir para productivizar, racionalizar la metodología de explotación agraria y abaratar precios alimentarios en base a una modernización ventajosa para la relación capitalista coste-oferta, la subsunción de la oligarquía colombiana a la lógica del Capital profundizó todavía más si cabe aquella otra tendencia pre-capitalista al ausentismo y a la desinversión. La razón fue la comodidad alcanzada por la nueva burguesía colombiana capitalista en un rol de compradora que le fue expedido por el propio imperialismo. Éste le exportaba a Colombia capitales, inversión en deuda, productos y, más adelante, fuerza de trabajo especializada tras la tradicional pátina de “ayuda al desarrollo”. Como el espíritu del negocio compartido consistía en favorecer el monopolio exterior, la burguesía colombiana se declaraba silenciosamente en “manos muertas”, mientras apretaba las tuercas contra la pequeña burguesía y burguesía media agraria nacional a fin de provocar su proletarización y así desbrozar una competencia interna indeseable tanto para los Jefes del Norte como para la propia recaudación oligárquica del pastel (beneficio burocrático-comercial como fracción aplicada sobre el total de Ganancia imperialista).
Al ser también molesto para su consorcio burgués dependiente, el mercado pre-capitalista (Mercancía-Dinero-Mercancía), hasta entonces rector de relaciones económicas localizadas y circuitos de intercambio limitado, no se libraría de ser atacado por la concentración burguesa de propiedades y de diligencias jurídicas sobre factores productivos y terrenos. Miles de campesinos pobres que habían subsistido en relativa “autogestión” bajo la “indulgencia” de la vieja época rentista, fueron, así, despojados de su rinconcito o parcelita, marchando a la urbe o deviniendo proletarios a mísero jornal en las extensiones agroindustriales directamente arrendadas al Estado burocrático-comprador por el imperialismo y sus monopolios. Caso paradigmático es el representado por la United Fruit Company para la práctica totalidad del subcontinente y el Caribe.
El Estado colombiano, protagonista de un auténtico genocidio político contra la Unión Patriótica -que se cobró alrededor de 3.000 asesinados y que aniquiló dicha organización-, ha convertido a la Colombia actual en una enorme “base de apoyo” del militarismo sionista, que se asegura así su orden en el interior mientras dirige operaciones contrarrevolucionarias hacia el exterior, financiando y entrenando a los paramilitares que envía a Venezuela. O proyectando y dirigiendo desde Colombia su actividad de espionaje y desestabilización contra toda la región latinoamericana y el Caribe.
De forma indisociable a nuestro propio prisma por contribuir con nuestro granito de arena a la emancipación de Colombia respecto del Campo imperialista y al ingreso de ese país en los nuevos vientos de Soberanía que, contra el orden anglosionista declinante, soplan en Latinoamérica y en el Mundo, desde el Comitè Anti-imperialista (Catalunya) denunciamos la represión de Estado contra la imparable corriente popular regeneradora y sus organizaciones políticas y sociales. El Estado colombiano mantiene hoy entre rejas a 9.500 presos políticos, perpetra torturas y mutilaciones a presos de guerra, emplea el Terror paramilitar contra los movimientos campesinos, estudiantiles y populares urbanos, continúa con la expropiación/concentración de tierras, asesina indiscriminadamente a civiles para presentarlos falsamente como “guerrilleros abatidos” ante las venales cámaras del periodismo oficial.
En este mismo sentido de denuncia y compromiso, suscribimos la resolución jurídica presentada por los abogados internacionalistas en Bélgica, y que exige:
1. La liberación de los presos políticos (principalmente de las FARC) mayores de 65 años.
2. La liberación de los presos políticos (principalmente de las FARC) que padecen enfermedades terminales (condición que, dicho sea de paso, el Estado español incumple con respecto a los presos políticos del PCE (r), vulnerando su propia Constitución).
3. La prosecución del Proceso de Paz y el respeto y cumplimiento de los acuerdos ya alcanzados y alcanzables con los interlocutores políticos de carácter popular.
¡Por la victoria del pueblo colombiano sobre el Estado de la oligarquía!
¡Y sólo así, EN CONSECUENCIA, por el fin del Terror represivo de Estado! (las demás fórmulas son quimera)
El autor es Secretario del COMITÈ ANTIIMPERIALISTA (CATALUNYA) y vice director del Diario Unidad.