Hasta ahora el revocatorio está vivo, pero la tentación autoritaria pretende acabar con él
EDE
Todo luce preparado para que desde el poder se dé una estocada fulminante al referendo revocatorio. En las calles de Caracas ya la propaganda oficial prepara a sus seguidores para un nuevo capítulo: la anulación del proceso por presuntas irregularidades, una burla más que no aguanta un análisis serio.
Así, el ala más retrógrada del chavismo se impondrá. La estrategia que plantean los cínicos es evitar que la gente se manifieste durante la recolección de intenciones para activar el referendo a finales de octubre.
Matar de una buena vez la iniciativa. Sería un golpe más, pero no uno cualquiera. Es la decisión más trascendental de un año acontecido.
Hasta ahora, a pesar de la retórica, la realización del revocatorio no había sido anulada. Han existido retrasos, burlas, violaciones, pero la ruta hacia el revocatorio se ha mantenido con vida.
Nicolás Maduro ha demostrado hasta la saciedad que es capaz de ejecutar atropellos sin que le tiemble el pulso, pero el revocatorio es una carta que se ha guardado, por lo menos hasta ahora.
Esa válvula de escape parece que será cerrada y con ello el país entrará en una dimensión diferente.
En menos de un año el movimiento que dirige Maduro se ha ido quitando el ropaje democrático, mostrando rasgos evidentemente dictatoriales.
A última hora, y sin respetar los procedimientos y la voluntad popular, nombró a los “magistrados exprés” que desde el TSJ sirven como arietes en el ataque a la Constitución.
Desde allí se torpedeó la mayoría de tres cuartas partes conseguida por la oposición al impedir que cuatro diputados electos por Amazonas se pudieran incorporar a la Asamblea.
Ese proceder ha llevado al Tribunal a desconocer a la Asamblea, a renegar de la soberanía popular.
Maduro, el presidente sin pueblo, se ha convertido con el paso de los meses en un mandatario autoritario, irrespetuoso de las leyes, de los derechos ciudadanos.
La revolución de las constantes elecciones pasó a negarlas de plano. Durante la mayor parte de 2016 el Presidente ha gobernado bajo estado de excepción y nada ha resuelto. La crisis económica se agudiza y eso es evidente.
La burocracia ha negado la posibilidad de que se realicen elecciones regionales, ha amenazado con arrebatar la inmunidad a los diputados y se ha saltado la Constitución al no permitir que el Parlamento discuta el presupuesto del año próximo.
Pero todas esas tropelías graves, que denotan el autoritarismo que arropa a la actual gestión, quedarán minúsculas si se procede a eliminar el derecho que tiene el país a solicitar el revocatorio.
En ese momento la disputa ya no será entre oficialistas y opositores. La decisión que está por tomar hará de Maduro un mandatario distinto; ese día entrará a un club nefasto.
Ya no será simplemente un mal presidente, con esa decisión se graduará de dictador.