El tema es una zona minada, por las furias desatadas. Y vaya que estas furias son más terribles que de quien heredaron este calificativo, las Furias griegas.
Eran tres mujeres con rostro de perro y cabellos de serpiente que derramaban sangre de sus ojos, en vez de lágrimas, las encargadas de castigar a quienes habían cometidos crímenes espantosos, dioses, semidioses y mortales; implacables guardianas del inframundo, a donde eran llevados los transgresores. Allí los torturaban “ad infinitum ad nauseaum”, e impedían que emergieran a la superficie.
Pues esas furias fueron las que se desataron contra JKRowling, la escritora inglesa creadora del aprendiz de mago, Harry Potter. Sin embargo, la historia de esta mujer me simpatizó y captó mi admiración, al conocer cómo había iniciado el primero de la saga y por sus críticos inicios personales y laborales.
Todo comienza con la tímida introducción de la llamada “ideología de género” en nuestras democracias, siempre luchando por la libertad y perfeccionamiento, desde que los griegos la inventaron. Claro, hay que tomar en cuenta que para los griegos de entonces solo eran ciudadanos los nacidos en Atenas, y solo los hombres; mujeres, extranjeros, siervos o esclavos estaban excluidos. Hay que decir esto entre nosotros, no se les vaya a ocurrir a los Black lives Matter, LGBTQ, Femme o a la Ministra de Igualdad del gobierno español, Irene Montero, proponer destruir la Victoria de Samotracia, la Venus de Milo o el busto de Pericles, por su modo de ver la vida 500 años a.C. ¡Ah!, ¿no lo creen?, pues miren que la Ministra firmó con su puño y letra una carta donde le sugiere, insta, al maestro Arturo Pérez-Reverte, evitar escribir sobre determinados temas, y cuidar el lenguaje a utilizar en sus libros.
Lo que le sucedió a Jeanne Rowling es una expresión de esta realidad perversa. La escritora se atrevió a intervenir en un tuiter de una organización “pluricultural”, que utilizó la frase “las personas que menstrúan”, para referirse a las mujeres, ante lo cual ella ripostó: “Estoy segura que solía haber una palabra para esas personas”…“Alguien que me ayude. ¿Mumberes? ¿Miperes? ¿Mumudes?”.
La respuesta inmediata fue más contundente que la que hubiere dado cualquiera de las Furias; le endilgaron todo tipo de epítetos: racista discriminadora, capitalista e instaron a sus seguidores a no adquirir sus libros. Hasta una librería situada en San Luis, Misuri, la Left Bank Books, decidió retirar todos los libros de Harry Potter, alegando que «Ya no nos sentimos cómodos dándole espacio en el estante mientras ella usa su amplia plataforma para burlarse de la humanidad de las mujeres trans».
Por mi parte, yo, como la señora Rowling, no me siento culpable de ser heterosexual. Hay que parar a estos nazis, porque en realidad por lo que luchan es por cambiar los modos de vida de la cultura Occidental. No creo que les vaya mejor bajo un Putin, o bajo el Califato islámico. jjmonsant@gmail.com