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El reconcomio rojo

El régimen, ante la rebelión popular hecha con el arma de la democracia que es el voto, ha tenido una reacción patética que deja al desnudo un alma más que antidemocrática


Rubén Osorio Canales

Dos millones de votos de ventaja, ciento doce escaños de la oposición son suficientes  para entender el reconcomio de los principales voceros del régimen.

Estamos hablando de la derrota más contundente que ha recibido un régimen en toda la historia republicana, sufrida especialmente por la plana mayor del Psuv barrida casi en su totalidad por los votos de un pueblo decepcionado por la mentira y las arbitrariedades de una cúpula que no quiso ver cómo gracias a sus desaciertos, el país y con él su gente, se ahogaba en dolorosas penurias.

Fiel a su alma fascista, el régimen ante la rebelión popular hecha con el arma de la democracia que es el voto, ha tenido una reacción patética que deja al desnudo un alma más que anti democrática, absolutamente mezquina y ruin.

Da vergüenza ajena escuchar tanto despropósito, tanto resentimiento, tanta palabra obtusa, a la hora de no querer reconocer a cabalidad una derrota anunciada y muy merecida gracias a su mal comportamiento.

Pero es bueno decir que un comportamiento como el que exhiben los voceros del régimen con un lenguaje lleno de groseros despropósitos es, ni más, ni menos, el mismo que durante estos largos años han utilizado cada vez que la realidad descubre su fracaso.

Al grupo perdedor lo conoce el país en profundidad, conoce su falta de escrúpulos, sus manipulaciones, sus métodos de represión, chantaje y sometimiento, su envidia y su resentimiento, su deplorable vehemencia, su desprecio por la ley, su cobardía al no reconocer sus errores, y por supuesto, como es fácil entender, un perdedor que exhibe semejante hoja de vida, no es precisamente el enemigo que se resigna a perder una consulta electoral sin expresar toda su ira con palabras muy gruesas que no hacen otra cosa que mostrar el por qué el pueblo se cansó y le dio la espalda.

Basta escuchar a los principales voceros del régimen para entender que envidiosos como son, lo que persiguen es empañar el entusiasmo de una población que se siente aliviada y victoriosa con unos resultados que fueron el producto de una toma de consciencia colectiva que puso al desnudo las miserias de la mentira, el populismo y la manipulación continuada.

Propósitos estos que mal se hermanan con un pretendido desconocimiento de la voluntad popular como ya lo han hecho en repetidas ocasiones con resultados catastróficos.

Sin embargo esta vez el juego les resultará peligroso porque la motivación de los votantes que produjeron tan aleccionadores, como esperanzadores resultados, es demasiado grande, porque esos mismos resultados también los celebra el grueso de nuestra Fuerza Armada y porque los ojos que observan el paisaje político venezolano, además de haberse multiplicado, permanecen abiertos y muy sensibles a lo que pase en este territorio por lustros injustamente abandonado a su propia suerte.

Pero toda vez que del castro estalinismo con su vocación totalitaria, a la cual hay que sumarle sus grandes temores por las faltas cometidas, se puede esperar toda la maldad imaginable, a la oposición toda representada en ese sentimiento de renovación que hoy se riega en el país todo como una nueva siembra de ciudadanía y determinación gracias a  la rebelión popular del voto, le queda como tarea irrenunciable, multiplicarse en la unidad y el coraje que hicieron posible tan apoteósico triunfo, en no ceder ni en un milímetro los derechos que le otorga una victoria sin precedentes, y con la misma fe democrática con la que fueron a las elecciones parlamentarias, comenzar a construir una transición que, a pesar de lo que quieran los radicales del régimen, se entregue por entero a reconstruir a Venezuela, legislar en función de los problemas de la gente, recuperar su democracia y la fortaleza de sus instituciones con la mirada propia de gente que mira el futuro con una mentalidad propia del siglo XXI.

Llegados a este punto solo podemos decir y repetir con entusiasmo y convicción absolutamente democrática, ni un paso atrás, porque duélale a quien le duela, esta rebelión que surgió del propio pueblo con su voto, nos dijo que el país es de todos y en las manos de todos, hemos de encontrar la solución de nuestros problemas.

Venezuela el 6 de Diciembre se alargó los pantalones de la ciudadanía y ya no acepta ni manipulaciones, ni engaños y mucho menos arbitrariedades provocadas por un discurso resentido que alborota los bajos instintos. Duélale a quien le duela, la Venezuela democrática está viva.