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Pelea entre economistas revolucionarios #Opinión #JesúsSilva

Ya ocurrió entre abogados, cuando entre gallos y media noche, el burocratismo graduó de constitucionalistas a unos sujetos sin postgrado y los pusieron a «tirar flechas» en programas de TV.

Jesús Silva R.

En su momento, le tocó al único doctor en derecho constitucional dar un paso al frente con cartón en mano, no por egocentrismo, sino por el rescate de la Constitución groseramente tergiversada. Lo único verdaderamente supraconstitucional en Venezuela es el pueblo y decir lo contrario es blasfemia. Otras voces deberán rescatar el constitucionalismo, ojalá; por su parte el PhD opta por otros escenarios. No vale la pena disputar parcelas de poder, cuando es el país lo que está en peligro. Hoy sólo pido lo que extrañamente ningún otro colega pide, presentar un proyecto de nueva Constitución para su aprobación en referendo popular como lo estipula la propia Carta Magna 

De los pleitos internos, no se salvan los economistas de izquierda. Es así porque dentro de colectivos que aspiran ser revolucionarios acontecen celos profesionales propios de la mentalidad capitalista, es decir, unos se dicen socialistas pero compiten por protagonismo, trepar a puestos burocráticos y conseguir mejor enchufe o palanca (patrocinio de un político influyente). En esa carrera sin escrúpulos predomina la traición, la calumnia, el arribismo y el oportunismo. 

Veo peleas entre economistas presuntamente revolucionarios cuyos nombres no mencionaré porque lo mío es el marxismo y el constitucionalismo, no la farándula y siento lástima por el flaco servicio prestado a la revolución bolivariana que tanto necesita unidad y elevación ética frente a la peor crisis económica de la historia patria ligada al bloqueo internacional más salvaje que país alguno haya sufrido en décadas.

Marx, el mayor economista de la historia era abogado, no se graduó de economista. O sea, la economía nos incumbe a todos y lo esencial es entender que la economía la dicta la clase social dominante imponiendo un conjunto de reglas que la favorecen en la generación y reparto de riquezas. No existe economía sin intereses de clase, no hay economía eunuca, imparcial, apolítica, impoluta y meramente matemática. Ella siempre se dobla a favor del poderoso. Hay que crear la economía revolucionaria, que se incline a favor del pueblo bolivariano y su Estado revolucionario, eso está por hacerse, es la tarea pendiente de la que deben hablar los economistas patriotas en vez de morderse la cola en guerra de egos. 

Hay que llevar el sueldo diario del venezolano a número superior a $1,90 para cumplir con la ONU que fija que ingreso menor a eso es pobreza extrema. Venezuela no debe aislarse del derecho internacional, más bien debe poner su soberanía en armonía con el mundo. Un buen paso para ello es cumplir con el standard salarial internacional.

Hace falta un gran pacto nacional para “moderar la plusvalía” (este eufemismo reformista irritará a la ortodoxia). Capitalista venezolano que no quiera pacto y persista en precios terroristas para tumbar al gobierno, debe ser marginado y sustituido por otro capitalista venezolano o preferiblemente extranjero que no le interese la política venezolana sino su “gran capital” y por ello cumpla con los términos del pacto. Artículo número uno: “gánate tus reales pero produce y deja que el pueblo pueda comprar”.

Como marxista, no me importa la nacionalidad de los burgueses (ellos no tienen patria), lo que si pido es que la inyección de recursos (del arco minero) que se les haga sea por meta cumplida ya que cuentas claras conservan pactos. En el socialismo cabe el pragmatismo, basta recordar a Stalin firmando con Hitler el tratado de no agresión provisional Ribbentrop-Molotov y su valioso resultado.

Nada puede ser peor a lo que ya hemos vivido económicamente desde 2013. De este período lo más grave ha sido que la destrucción total del valor de la fuerza humana de trabajo. Ya gobierno y oposición reconocen que, más allá de números en sueldos y precios, hace mucho tiempo lo que se le paga mensualmente al trabajador no alcanza para comer un kilo de proteína animal en el mercado ordinario.

Para eliminar al capitalismo, meta sublime de todo soñador revolucionario, hay que producir bienes mediante otro sistema económico humanista que genere resultados satisfactorios. Lo que no se puede hacer es decretar la muerte del capitalismo, o guerra absoluta contra él, mientras un país cae en ausencia de producción, ya que la gente come todos los días. Cuando estos “escenarios indeseables” ocurren el capitalismo recupera prestigio porque muchos dicen que “antes se vivía mejor”. Y aunque ese análisis sea superficial, sépase que es popular y sube cerros. Tanto que en su época destruyó a la URSS, vale decir, el ensayo socialista más avanzado y poderoso que se haya visto.

En Venezuela no hay socialismo, no se ha creado la base material ni subjetiva para ello, no hay traspaso general de empresas, tierras y bancos a manos de la clase obrera; primero porque no hay un gran aparato productivo instalado para repartirlo, segundo porque no tenemos una política nacional de vanguardia clasista, ni partido de la clase obrera. Sólo existe una gran maquinaria electoral y, en microscópicos casos, algún Volkswagen rojo. Por fortuna el poder militar sostiene a la revolución y con él pervive un Estado social con economía mixta (pública y privada) que ha asumido industrias básicas y otras no tan básicas, en lucha interna contra burocratismo y corrupción.

En los meses venideros, la patria debería organizar a la clase trabajadora e incluirla activamente en el plan económico nacional, implementando control popular de precios en abastos y supermercados; activando grupos obreros empoderados en las fábricas que vigilen e informen sobre los procesos productivos. Sugiero ganar tiempo y mejorar la situación mientras una política clara de mediano y largo plazo instala empresas dirigidas por obreros altamente capacitados, como lo concibe el socialismo científico. La voluntad política será determinante.

Por más de un siglo hemos sido un país que vive del tesoro bajo la tierra y no del trabajo de los seres humanos en la superficie. Ello genera una mala cultura. Además, dar el pescado en vez de enseñar a pescar, empeora todo. Todos los burgueses y muchos proletarios todavía persiguen darle palo a la piñata petrolera y recoger petrodivisas. De pronto colapsó la capacidad nacional de extraer petróleo del subsuelo y se agravó la crisis. Hay que renacer de la debacle.

@Jesus_Silva_R

(1979) Padre. Doctor en Derecho Constitucional. Primer izquierdista elegido IVLP por USA en 2017. Abogado penalista. Profesor UCV (TSJ SC Expediente 15-1131). English teacher. Autos del libro «Memorias Políticas», UNESR 2013.