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El uso de la geopolítica con fines imperiales = Guyana

David Granger, míster Danger

El Laudo de París de 1899 es nulo e írrito. No tire traqui traqui en el Caribe, míster David Granger (presidente de Guyana). Caramba, Míster Danger, siéntese en la mesa y asuma el Acuerdo de Ginebra. Más nada



Julián Rivas

En el mundo de hoy existe un agudo choque en todos los ámbitos. La geopolítica es un recurso para atizar conflictos entre naciones en el mundo sur. La crisis del capitalismo, que se hizo más que evidente en 2008, ha despertado los apetitos de dominación de unas naciones contra otras. Mejor decir, la economía desespera a las burguesías en crisis. Aquí es donde la puerca tuerce el rabo.

Por eso es que debemos estar ojo pelado con el caso del reclamo del territorio Esequibo y dar todo el respaldo a nuestras autoridades. El Imperio inglés conspiró contra Venezuela en 1899, robándonos el 20 por ciento de nuestro territorio. El reclamo venezolano hoy es justo. Si los opositores se van por las ramas, es por su naturaleza dependiente. Lo ideal sería que expresen y defiendan los intereses venezolanos.

Pero miren qué irresponsable es el presidente de Guyana, David Granger. Apela a la intervención en el territorio Esequibo de los intereses petroleros extra-regionales. Recurre a la Exxon, petrolera gringa. Estados Unidos, una potencia que cada día se le imposibilita seguir manteniendo su hegemonía, tiene una dirigencia que expresa los intereses propios y los de las burguesías de países subalternos. Eso hay que tenerlo en cuenta. Por eso Granger pretende huir hacia adelante. Pero no podrá. El Acuerdo de Ginebra de 1966 lo tiene amarrado. Él lo sabe.

EL FENOMENO GLOBAL (Y SICOLÓGICO DE GRANGER)

Meter a las potencias imperialistas en los conflictos por territorio en regiones lejanas, no es recomendable. El derecho internacional tiene los mecanismos para la superación pacífica de conflictos. Pero el irresponsable presidente de Guyana quiere desconocer lo que está acordado, un documento que incluso lleva la firma de su viejo patrono británico: el Acuerdo de Ginebra de 1966. No logrará nada positivo para su país, Míster Danger. Míster Granger.

Es curioso: David Granger como que tiene en la memoria la peor herencia colonial. Pide ayuda al imperialista, no asume su responsabilidad. No ha crecido. Se trata de un jefe de Estado que sigue identificado con la vieja metrópolis. Como si se tratara de algún personaje de un relato de V.S. Naipaul, a su vez un asimilado al mundo británico, que cuando escribe sublima su pasado de subalterno neocolonial presumiendo ser inglés. Darcy Ribeiro, en su valioso libro “Las Américas y la civilización”, advierte sobre este fenómeno presente entre las élites que nacidas en el Caribe pasaron a ser administradoras de los territorios coloniales británicos. Les costaba, y les cuesta, deslastrarse de los prebostes coloniales.

Pero el asunto es de cuidado para Venezuela. Hace apenas diez años en el sudeste de Asia se reconocían los conflictos marítimos cruzados que arrastran por largo tiempo los países de la región, casi todos herencia de los ingleses. Pero entonces había una esperanza: Se señalaba que a medida que avanzaba en los esfuerzos de integración esas diferencias serían manejables. No ha sido así a la fecha de 2015.

Hay un retroceso y tiene que ver con las apetencias imperialistas. El afán de reconfigurar el mundo que tienen los anglosajones (gringos, ingleses y sus herederos) ha traído de nuevo a la geopolítica la talasocracia (control de los mares).

Es aleccionador un reportaje de 2005 de la revista “Asia Review”. En “Conflictos marítimos en el sureste asiático”, la revista recordaba que en noviembre de 2002 “los ministros de Exteriores de los estados miembros de la ASEAN y China acordaron la implementación y reconocimiento de la Convención de las Naciones Unidas en las Ley del Mar de 1982. En la declaración también se estableció un acuerdo de paz sobre las disputas y la abstención de cualquier acción que tuviera la fuerza de alterar la paz en el área de conflicto”.

Un dato como ejemplo de retroceso en este objetivo: Filipinas a fines de 2014 admitió de nuevo la entrega de su territorio para instalar bases militares de Estados Unidos. La base Subic Bay, construida por los españoles en 1885, y usada por los gringos desde 1898 hasta 1992, devuelta con toda la propaganda propia del fin del “vencedor de la guerra fría”, ahora es nuevamente base de los gringos.

“Las disputas territoriales, llevan inherente un conflicto potencial serio, amenazando las ya frágiles relaciones entre las partes que pertenecen al conflicto. El territorio es el elemento básico con lo que un país se define asimismo, y cada nación tiene un título de responsabilidad en el mantenimiento o incremento de su territorio atendiendo los intereses nacionales. Las disputas territoriales serán el potencial para las que las relaciones exteriores sean de mayor tensión”, agregó “Asia Review” en 2005.

“Así como crece la necesidad de recursos de energía y minerales, la exploración y explotación del petróleo aumenta. Esa necesidad de energía tiene el potencial para manejar las disputas de territorio marítimo, dentro de los lugares ricos en recursos. Una isla o bloque de la soberanía ambigua son reconocidos por su valor económico o estratégico, esto es inevitable para las partes que compiten, ya que estarán en una fuerte contienda para lograr la posesión, sacrificando así la paz regional”, interpretó la revista asiática.

Así que ojo e garza, compadre.

VENEZUELA SOBERANA

Defender nuestra soberanía y el control de nuestros recursos tiene mucho que ver con la economía. Muchos economistas sostienen que la economía dominada por Estados Unidos se ha convertido en una economía ficticia. Y es la que contamina al mundo.

Las perturbaciones económicas deben ser conjuradas. Sobre todo esos manejos económicos que parecen elaborados por los demonios, como el dólar chimbo y el intento por secar el ahorro nacional, tan al gusto de los mafiosos de Cúcuta. Cierto es que ningún país es inmune al contagio de los fenómenos financieros tan recurrentes en el mundo de hoy. Pero el dólar Cúcuta se pasa, es el malandreo.

Por eso hay manifestaciones alentadoras. Los países BRICS acaban de hacer interesantes anuncios en su reciente séptima cumbre, celebrada en Ufa, Rusia. Los grandes entre los países emergentes se proponen avanzar en el intercambio con monedas propias, distintas al dólar y el euro. Los venezolanos debemos sumarnos a este esfuerzo por construir otro sistema de reserva de monedas y a la vez utilizar monedas propias en el mundo sur.

El mundo cambia. Los pueblos aprenden y saben distinguir, hacer juicios y condenar a los traidores a la patria. La política imperialista y neocolonial está llevando palo, ya no hay garantía de éxito ni con la presencia de bases militares de ocupación, ni con el financiamiento de mercenarios o grupos privados. Tampoco en lo económico les caminan los asuntos imperiales a los gringos. Le surgen rivales muy fuertes, como China. Y en lo político Washington es derrotado en las Asamblea de Naciones Unidas o en la Organización de Estados Americanos (OEA).

En fin, Venezuela es un país de gran capacidad. Con trabajo productivo, mayor producción nacional y alianzas con países amigos derrotaremos la guerra económica. Con relación al caso de nuestra reclamación en el Esequibo, no hay para donde coger. El Laudo de París de 1899 es nulo e írrito. No habrá atajos ni apoyo neocolonial que favorezca a Guyana. No tire traqui traquis en el Caribe, míster David Granger. Caramba, Míster Danger, siéntese en la mesa y asuma el Acuerdo de Ginebra. Más nada.

Pero qué alegres se ven los opositores cuando hablan de algún problema económico en Venezuela. Tiran cohetes por el ascenso delincuencial del dólar Cúcuta. Creen que esto generara malestar entre la población, que votaría a favor de ellos. Ahora los opositores parecen guyaneses. Mientras esto sea así, a Lilian Tintori, esposa de Leopoldo López, y a Mitzi, la mujer de Ledezma, le van a seguir saliendo invitaciones para visitar todos los países del mundo norte capitalista, con apoyo de la ultraderecha anglosionista. Hay que derrotarlos.